CAPÍTULO 7: Bendita casualidad

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Era mediodía y parecía que aún no había movimiento en casa. Consecuencias de una larga noche de fiesta. Luisita empezó a desperezarse, miró el móvil y este marcaba casi la una. Se puso el bikini y unos pantalones cortos encima y se dispuso a bajar a la piscina. Lo único que quería era seguir tumbada y descansando, pero pensó que sería mejor tomando el sol y no en su cama.
Al bajar a la zona del comedor, pudo ver como había dos pares de zapatos tirados de cualquier manera. Reconoció que un par era de Lourdes, por lo que supuso que el otro era de la chica que, en estos momentos, estaría durmiendo con ella.
Sin pensarlo más, encendió la cafetera para hacerse un café y salió a tomar el sol.

Lourdes empezó a abrir lentamente los ojos cuando la luz que entraba por la ventana impedía cualquier intento de seguir durmiendo. Con las prisas de anoche no pensó en que ahora agradecería que estuviera la persiana bajada. Cuando quiso darse la vuelta, se percató de que estaba acompañada y empezó a recordar todo lo que pasó en cuanto se fue del local con esa chica que, si no recuerda mal, se llama Marina.

- Buenos días – dijo Lourdes con una vergüenza no muy característica en ella al darse cuenta de que la otra chica estaba despierta. – ¿Hace mucho rato que estás despierta?

- Un poco. Me he desvelado y con la luz que entraba ya no he sido capaz de seguir durmiendo. – le contestó con una tímida sonrisa.

- Si llevas rato despierta y no has salido corriendo... supongo que lo de ayer no estuvo tan mal y que no te arrepientes. – comentó Lourdes con suficiencia. Marina sonrío y puso los ojos en blanco. – Sé que es lo típico que se dice, pero no estoy nada acostumbrada a hacer esto. Pero no, no me arrepiento. Y sí, lo de anoche estuvo bien. – Las dos chicas se sonrieron mientras se observaban sin decir nada más, hasta que Lourdes rompió el silencio.

- Te gustaría bajar a desayunar y después nos damos un chapuzón? O eso ya es demasiado para dos casi desconocidas? – Marina sonrió con el comentario. Realmente no se esperaba la invitación, pero, por qué no, si era sincera con ella misma, había algo en ella que le hacía confiar en Lourdes y no le importaría seguir conociéndola.

- Eso estaría genial. A decir verdad, me muero de hambre.


Cuando las dos chicas llegaron a la terraza, se encontraron con que estaban todos despiertos. Lourdes notó como Marina se tensaba y, con un apretón en el hombro, le hizo ver que no tenia de que preocuparse.

- Por un momento había olvidado que había más gente en tu casa. ¿Sois muchos?

- Somos 5. Nos acabamos de graduar y decidimos pasar todo el verano aquí en la isla. Pero no te preocupes. Te van a caer bien, estoy segura. – Lourdes la cogió de la mano y la llevo hacia donde estaban los demás. – Buenos días a todos chicos – exclamó.

Los chicos que sorprendieron de que su amiga aún no hubiese echado de casa a la mujer con la que pasó la noche, por lo que supusieron que la cosa había ido bien.

- ¡Pero que ven mis ojos! – rompió el hielo Mateo. -¿Aún acompañada Lourdes? –

Cristina que estaba al lado, le dio una colleja a su amigo y provoco la risa de todos.

- No seas gilipollas Mateo. Os quiero presentar a Marina. Marina, estos son mis amigos. Estos son: Cristina, Luisita, Fede y Mateo.

- Encantada chicos – dijo Marina un poco avergonzada por la situación.

- Un placer Marina – fue el turno de Luisita. Hay café hecho y he dejado una hamaca libre por si quieres tomar el sol un ratito. ¿Te ha enseñado ya Lourdes la casa?

- A ver rubia, nos acabamos de levantar y hemos venido directas aquí. No me ha dado tiempo – interrumpió Lourdes.

- Esta bien, esta bien. Pensé que después de la noche que has pasado estarías más contenta. – Lourdes la miró con cara de indignada y le dio un golpe amistoso a la rubia.

- Eres tontísima. Pues si a Marina le parece bien, le enseñas tu la casa mientras yo preparo algo para comer?

- No te preocupes Lourdes, no quiero molestar más de la cuenta. Ahora llamaré a una amiga a ver si me puede venir a buscar y así os dejo que disfrutéis del día.

- Nada de eso, quédate el tiempo que quieras. Y sí, ves a hacer la comida y no te preocupes que te la voy a cuidar. – habló Luisita esta vez. ¿Me acompañas, Marina?


Llevaban un rato dando vueltas por la casa. Marina se sentía a gusto con Luisita y no tuvo la necesidad de intentar escaquearse. La rubia le enseñaba cada milímetro de la casa y le contaba anécdotas que habían ocurrido durante los días que llevaban aquí, hecho que Marina agradeció, los nervios habían desaparecido.

- Y, por último, este es mi cuarto. Es más pequeño pero la verdad es que este rincón no lo cambio por nada – le explicaba mientras señalaba la terraza.

- Es increíble Luisita. Me da paz el simple hecho de estar aquí. – Luisita asintió dándole la razón y Marina se percató de la guitarra que tenia la rubia en una esquina de la habitación.

- Tocas? – le preguntó mientras con los ojos le indicaba a lo que se refería. Nada más hacer la pregunta, pudo ver como la cara de su acompañante cambió y, pensó, que había hablado de más. – Perdona Luisita, no debería de haber preguntado. – decía mientras agachaba la cabeza.

- No te preocupes. – vio la cara de arrepentimiento de Marina y decidió darle una corta explicación para hacerle ver que no se había molestado. – Me gusta mucho tocar y a veces tarareo alguna canción. Pero digamos que aun no tengo mucha confianza y me da bastante apuro que la gente lo sepa.

- ¿Sabes?, tengo una amiga que canta genial. Anoche subió al escenario y todo – le comentó Marina entre risas. – A ver si algún día puedo presentártela. – Luisita asintió sin darle más vueltas a lo que le acaba de decir. Muchas fueron las chicas que subieron a cantar anoche en ese escenario.


La tarde transcurrió entre risas y alguna que otra siesta. Marina se había adaptado bien y agradeció lo fácil que se lo habían puesto. Al principio, ambas tenían la sensación de estar esquivándose por tal de no saber como comportarse. El hecho de pasar la noche juntas les permitía tener algún que otro acercamiento? O simplemente se dejaron llevar y ahora tienen que empezar de cero? Finalmente, se dieron cuenta de que las dos estaban en el mismo punto. Les apetecía conocerse y aprovechar esa tarde.

Un par de horas más tarde, escucharon como alguien pico al timbre. Cristina estaba en su habitación echándose la siesta. Mateo y Fede estaban preparando la barbacoa para la noche y Lourdes y Marina, como decirlo... seguían conociéndose. Luisita, viendo la situación, se puso algo de ropa y fue la encargada de abrir la puerta. Cuando la abrió, se encontró con alguien que no esperaba. Estoy soñando, se decía. Esto es una broma.

La chica que estaba al otro lado de la puerta, al ver que la rubia no decía nada, se presentó con la más enorme de las sonrisas.

- Hola, soy la amiga de Marina. Me ha pedido que venga a buscarla. Me llamo Amelia. 

Un verano cualquieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora