CAPÍTULO 12: No saben de ti

885 104 14
                                    

Los últimos rayos de sol desaparecieron y con ello, los chicos cambiaron la ropa de baño por ropa informal. Las luces que había en el jardín y en la piscina, generaron que el ambiente se volviera más íntimo. Dado que el día había transcurrido sin problemas y que no estaban en las mejores condiciones para conducir, aceptaron la invitación de alargar un poco más el día y quedarse allí a cenar. Iban a pedir pizzas y cambiarían los combinados por cerveza o incluso refrescos.

Estaban haciendo tiempo hasta que llegara la cena. Cada uno de ellos aprovechó ese rato para relajarse un poco y volver a poner los pies en el suelo. Los chicos subieron al piso de arriba a jugar al billar y al ping-pong mientras las chicas acababan de arreglarse.

Amelia salió del baño una vez lista. Llevaba puesto un vestido de color amarillo que le llegaba por la altura de las rodillas. Dado que tenia el pelo algo húmedo y que hacia calor, pensó en usar un pañuelo a juego con el vestido para ponerse en la cabeza y retirarse así los pelos de la cara. Salió al jardín pensando que estaría sola y con la intención de relajarse un poco en los sofás, pero a lo lejos observó el perfil de una chica rubia. Sabia que Lourdes estaba con Marina, por lo que esa no podría ser otra que Luisita. Se acercó lentamente con una sonrisa en su rostro hasta llegar donde ella.

- ¿Qué haces aquí sola, Luisi? – preguntó mientras se sentaba a su lado y se fijo que tenia una guitarra consigo.

- Me apetecía un poco de tranquilidad antes de que vuelvan todos para cenar – le contestó con un tono suave mientras se acomodaba para tenerla enfrente.

- ¿Es tuya? – le preguntó mientras no despegaba los ojos de ella. En seguida que Luisita se dio cuenta a que se refería, volvieron esos nervios y esos pensamientos que cargaba consigo. No tenia claro como salir de esta conversación.

- Sí. – contesto con un susurro. – antes me gustaba mucho tocar y aun la conservo. Pensé que seria una buena idea traérmela en el viaje y aquí esta.

- Algo me comentó Marina cuando vine a buscarla la primera vez – estaban hablando con un tono bajo, acorde con el momento en el que se encontraban. Cualquiera de las dos tenia miedo de romper esa pequeña burbuja que parecía que acababan de crear. – has dicho que te gustaba mucho tocar, ¿ya no? – nada mas soltar eso por la boca, se fijó en que el cuerpo de la rubia se tensó y pensó que había metido la pata, por lo que quiso enmendarlo antes de que fuera demasiado tarde. – lo siento, Luisi. Tal vez he preguntado de más.
Luisita vio en la cara de Amelia un halo de tristeza, y sintió la necesidad de hacerle ver que no pasaba nada. – No te preocupes, Amelia. Supongo que es una pregunta normal. Ahora me sigue gustando, pero lo he dejado un poco de lado. – la morena asintió con temor a decir algo que no debía, lo que provocó que se instalase un silencio entre ellas. Se dedicaban alguna mirada de reojo cuando creían que la otra no la estaba mirando y se tensaban cuando pensaban que acababan de ser descubiertas.
Cansadas de ese silencio y con muchas ganas de seguir hablando, solo les hizo falta ver la comisura de sus labios curvarse para ver que estaba todo bien.

- Estas nerviosa por empezar con el nuevo trabajo? Los chicos nos han enseñado fotos del lugar y la verdad es que parece mágico. – la morena resopló antes de responder ...

- Sí que lo es, sí. Para mí, es uno de los sitios más especiales de la isla. No puedes volver a Madrid sin haberlo visto, Luisita.

- Estoy segurísima de que eso no va a pasar, Amelia. Además, que... - trago saliva antes de continuar – me encantaría ir para verte cantar.

Amelia no contestó. Puso su mano encima de la pierna de la rubia y le hizo un gesto de agradecimiento. No quería mirarla. Sabia que si lo hacía, se iba a perder en esos enormes ojos que la miraban como si intentaran resolver el mayor enigma. Dos días. Se habían visto tan solo dos días, y ya había tenido suficiente para darse cuenta de que esa chica rubia que tenia en frente, seria capaz de pellizcarle el corazón siempre que se lo propusiera.

Un verano cualquieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora