Capítulo 31

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Valery


Las horas pasaron volando, íbamos de camino hacia el aeródromo. Quería viajar en un avión rodeada de mas personas como cualquier persona normal, pero él se había negado. Cerré los ojos buscando desconectarme del mundo un momento.

La idea de ser libre me gustaba, era lo que quería, era la razón por la cual aguanté tanto. Estaba a nada de obtener lo que quería, era algo bueno y sin embargo, sentía una clase de vacío en el corazón. Tal vez era por todo lo que había perdido en el proceso, por mi hermana, por mis padres o quizá hasta por él, por Caleb.

«A quién engaño».

No voy a mentirme mas, no puedo. Voy a sincerarme conmigo misma y con mi conciencia, aprovechando el hecho de saber que mis pensamientos, son solo míos y que él nunca lo sabrá.

Para empezar, no diré que me duele dejarlo, yo quería esto. Así que no puede ser eso lo que me pasa. Él me gusta, me atrae como nunca antes nadie me había gustado y atraído, a pesar de que hizo mierda mi corazón y pisoteo mi dignidad hasta que no quedara mas, a pesar de eso. Y no sé si eso me hace parecer una enferma mental además de masoquista y bipolar, pero es lo que siento. Creo que a veces no importa cuanto luches por reprimir un sentimiento o una nueva emoción, cuando pasa... pasa y te da con todo a pesar de lo doloroso que pueda ser.
Yo no olvido todo lo que me hizo y por eso mismo me obligo a callar, me obligo a guardar muy dentro de mí este sentimiento que apenas a empezado a germinar.

Nunca pensé que el destino fuera tan cruel de poner frente a mi lo que siempre he querido, pero sin la intención de dármelo, por que Caleb despertaba en mi lo que siempre busqué en un hombre, y era esa chispa de sentirme viva con un roce, sin embargo, las circunstancias de la vida lo trajo a mi de la peor manera y en mi cabeza resuena una pregunta tan insensata: ¿Se puede amar a quien te ha lastimado?

Cuando me habló de su madre y la forma en que lo hizo; con amor... con dolor, me hizo creer que dentro de todo ese corazón oscuro y podrido, aún había un pequeño, muy...muy pequeño rincón que aún no se había oscurecido del todo, pienso que eso hizo que todo cambiara en mí por que por un momento sentí que tal vez podríamos llegar a un lado opuesto al del odio y dejarnos llevar, y posiblemente crear la historia de amor mas loca y apasionada del mundo, pero por azares del destino... eso no pudo ser y nunca será, nunca sabré si este sentimiento que hoy me llevo dentro del pecho como única compañía, pudo llegar a ser un ápice de amor o no. Y él tampoco lo sabrá, por que una vez que suba a ese avión, me voy a encargar de borrarlo todo, voy arrancármelo de mis pensamientos, de mis pesadillas y de todo mi universo.
Para mí no son unas simples vacaciones como me lo quiso hacer creer. Cuando ese avión despegue, no volverá a verme nunca. Voy a olvidar que lo conocí, voy a olvidar que en algún momento llegué a sentir algo. Sea lo que sea que haya sido.

Abrí los ojos.

Miré a través del cristal y caí en cuenta de que ya habíamos llegado, el auto se había detenido y ni siquiera lo había sentido. Giré la cabeza en dirección a Caleb, me miraba y casi podría jurar que llevaba tiempo viéndome.

—¿Lista? —pregunta y yo asiento incapaz de pronunciar palabra.
Me entregó un neceser yo sabía que contenía unos cuantos miles de dólares, no quería tomarlo de echo me había negado cuando vi sus intensiones antes de salir de la casa, pero su cara de que no era una opción me hizo quedarme en silencio. Simplemente lo tomé con las ganas de no demorar más el momento de mi partida.

Salimos del auto, el viento soplaba frío y eso hizo que lamentara no haberme puesto algo un poco mas abrigado, miré hacia las puertas de acceso al jet. Había una mujer al comienzo de la escalera, una azafata.

Cargué en mi hombro la pequeña mochila con mis cosas. Tal como se lo dije en su casa, no iba a llevarme demasiadas cosas, solo lo necesario hasta encontrar un trabajo y poder abastecerme de mis propias cosas.
De pronto sentí algo cálido cubriendo mis hombros. Mis ojos buscaron los suyos y sentí un pinchazo en el pecho. Me había dado su chaqueta.

—No es necesario yo...

—No seas terca, acéptala. Te estás congelando —me interrumpió en un tono que no admitía un no por respuesta, me mordí los labios, esta situación ya era bastante difícil para mí y él solo lo hacía mas difícil.

—De acuerdo.... —Por primera vez, lo sentí siendo un poco sobreprotector y no pude negarme.

Me quedé quieta, quería ir y subir de una vez para finalmente dejar todo esto atrás, pero mis pies parecían haberse anclado al pavimento.

—Bien, adiós Caleb —musité muy bajo. Fue lo único que se me ocurrió decirle. Fui fría lo sé, pero de que otra forma podía comportarme.

Él por el contrario, parecía tranquilo y relajado. Demasiada calma en un hombre tan desenfrenado como él. Me dispuse a alejarme antes de que cambiara de opinión, conociéndolo, bien podría arrepentirse.

No me alejé ni dos pasos cuando haló de mi mano y me pegó a su torso.
Sus labios chocaron suavemente contra los míos, al principio solo fue sorpresa y confusión pasando por mi mente. Pero a medida que sus labios reclamaban los míos, fui cediendo y le devolví el beso. Una de sus manos se enredó entre mis cabellos presionando mi cabeza y pegándome mas a él.
Sentí exactamente lo mismo que había sentido cuando nos besamos frente a la lápida de su madre. Odiaba el poder de convencimiento que tenía y lo fácil que podía hacerme nublar la razón. Lentamente, se fue separando de mis labios estirándolos con una suave mordida, pegó su frente contra la mía y mirándome a los ojos, susurró:

—Siempre mía. No lo olvides.
Y se alejó dejándome confusa. Me di la vuelta y subí a la brevedad de un rayo al jet.

Tomé asiento y casi al momento la puerta se cerró, me quedé tan perdida en medio del torbellino de emociones que martillaban mi atormentado y pobre corazón.

Miré por la ventanilla, él seguía ahí apoyado en el capo de su auto mirando fija y detenidamente en mi dirección, se quedó ahí viendo cada movimiento del avión y como este tomaba altura y se perdía entre las nubes y desaparecía en el basto cielo.

Me puse a llorar... no se si fue por que en este punto ya podía considerarme libre, o por que sus palabras seguían destellando en mi cabeza y no parecían querer irse. No se por qué, simplemente dejé que mis lágrimas siguieran su recorrido por mis mejillas.

«Su esencia seguía aquí, en el aire... en mi piel, en mis labios».

Me quité la chaqueta y la arrojé al piso molesta de sentirme así. No era justo. Solo quería y necesitaba olvidarlo. Limpié mis lágrimas con el dorso de mis manos.

En el piso distinguí una pequeña cajita de color negro, parecía que había caído de entre uno de los bolsillos de la chaqueta, me quité el cinturón de seguridad y me acerqué para ver lo que contenía, dentro había un brazalete dorado, con algunas piedras pequeñas que parecían ser rubí.

Era sencillo, pero hermoso. Seguí escudriñando con mis dedos temblorosos, no sabía que pensar de todo esto, ¿Qué hacía este brazalete en su chaqueta? ¿Lo había comprado para mí?.

Como una respuesta del cielo o el infierno, encontré unas palabras grabadas en la parte de atrás de la placa dorada que decía:

"Siempre mía, Valery".

"Siempre mía, Valery"

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Enamorándome de la Bestia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora