Caleb
La miraba lleno de altanería sabía que ella tenía todas las de perder, esperaba que se arrodillara ante mi propuesta. y que después de haber visto lo que era capaz de hacer entendiera con quien se estaba metiendo.
No había mentido estaba de humor, pero esto era simplemente un juego para mi, quería verla humillada como las miles de personas que he tenido y torturado aquí, para finalmente matarla y seguir con mi vida como siempre hacía.
Me recosté en el marco de la puerta, y la miraba esperando que hablara. Sus ojos estaban llenos de ira, me miraba furiosa, pero su mirada no era más que una de las muchas que estaba acostumbrado a recibir.
—Deja en paz a mi familia... no te basta con haber matado a mi amiga y tratarme como a un perro —bufó alterada, queriendo sonar segura pero sus ojos la traicionaban.
—Sabes que... No te trato como mi perro. —Hice un repaso rápido con mi vista del lugar, era claramente inhumano estar aquí, pero yo solo traía aquí a mi carnicería para disfrutar, matar y tirar—. Mi perro no va a dormir aquí y tu sí.
—No voy a arrodillarme ante ti, y deja de tratarme así. Si quieres una disculpas ve y busca la en otra parte por que yo no te daré nada —comentó mirándome con frialdad.
—¿No has entendido nada verdad? —pregunté con soberbia señalándola con mi pistola.
Se daba el gusto de retarme, y la verdad es que me estaba tentando hacerlo, mi paciencia se estaba agotando y en cualquier momento iba a aburrirme de esto y la mandaría del otro lado con su querida amiguita.
Sobé la pistola decidido a disparar. Ella caminó en mi dirección quedando frente a mi, puso su mano sobre la mía y dirigió la pistola hacia el lado izquierdo de su pecho.
—Por qué no solo terminas con esto. Dispara de una vez —dijo en una voz firme que me hizo dudar.
Quería morir, ¿tanto me detestaba al punto de preferir morir ante de seguir aquí y tener que acoplarse a mis órdenes, a tener que ser sometida?
Miles de atrocidades pasaron por mi mente en menos de un segundo. Moví la pistola bajando la en un movimiento firme. No iba a darle lo que quería y aunque moría por dispararle no lo iba a ser, no si eso le fastidiaba podía seguir divirtiéndome con ella.
—Crees que voy a hacerte el favor de darte un tiro y darte una muerte gloriosa —dije con ironía.
—¿Qué es lo que quieres? —gruñó entre dientes—. ¡Dispara de una puta vez!
Podía sentir su impotencia y eso me gustaba.
Caminé hasta estar a su lado, me acerqué a su mejilla y deslicé mis labios hasta llegar a su oído.
—Quieres saber que quiero. —Estiré mis labios en una sonrisa perversa—. Tu vas a sufrir bonita, voy a tenerte de rodillas frente a mi, y sabes que. No te lo pediré yo, tu sola vas a arrodillarte y suplicarme que pare.
Me alejé de ella, sus ojos estaban cerrados y sus puños apretados, pero no dijo ni hizo nada.
Di algunos pasos hacia atrás, al mismo tiempo que la puerta se abría.
—Jefe —dijo Alex, entregándome el látigo que le había mandado a buscar.
Sonreí malicioso esto iba a ponerse interesante. Tomé el látigo y la miré con diversión mientras ella entre abría sus ojos posando su vista fijamente en mi.
—Ahora vamos a divertirnos —dije jocoso, dirigiendo mi pistola a sus pies. Sus ojos brillaban cubiertos de odio pero no argumentó palabra.
Dejé salir la bala que tanto estaba conteniendo, nunca fallo y le di en el tobillo, justo donde se une la fíbula y el lateral malleuolus, un poco más cerca y no creo que pueda caminar en semanas, sin embargo solo quería darle un pequeño susto para comenzar.
Ella alzó los pies al mismo tiempo que disparé, pero conseguí rozarle. Volví a levantar mi pistola ahora dispararía un poco más arriba, en la rodilla quizás.
Entonces mi teléfono vibró, apreté los labios desencantado por la interrupción, me tomé la libertad de mirar quien era, Ernesto. Debía contestar, era una llamada importante para mi, lo estuve buscando y esta era mi oportunidad.
—Tienes suerte niñata. —Le entregué el látigo a Alex, y me dispuse a ir a la puerta, antes de salir me detuve y miré en su dirección.
—Mañana yo mismo te traigo el desayuno —vacilé arrastrando las palabras.
Ella se disponía a decir algo pero no esperé a escuchar, salí cerrándole la puerta prácticamente en la cara.
Alex me siguió, subimos las escaleras del sótano, y caminamos hacia las escaleras principales. Miré el móvil buscando entre mis contactos a Ernesto. Alcé mi vista viendo que Alex se dirigía hacia la cocina.
—Alex —Él se detuvo—. Todos tienen prohibido ir al sótano. Los quiero lejos de ella.
—Bien, yo me encargo de que nadie vaya ahí —murmuró mientras jugaba con el látigo en sus manos.
—Ah... Y otra cosa, para mañana quiero todo sobre ella, Nombre, familia, quién era la chica que maté en el club, un expediente completo.
Alex asintió extrañado, llevé el teléfono a mi oído escuchando la voz de Ernesto del otro lado. Terminé por hacerle una seña a Alex de que se fuera y subí las escaleras para ir a mi despacho.
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Enamorándome de la Bestia
RomanceValery Kenner, una chica con inseguridades, un poco rebelde y altanera. Caleb Lodbork, un hombre: agresivo, posesivo y egocéntrico. Valery, deseaba amar y poder ser amada, capaz de hacer cualquier cosa por sus seres queridos. Mientras que Caleb, era...