Capítulo 21

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Valery
 
Ya había transcurrido horas desde que me senté a leer el libro que Susan me había dado. Admito que me ha gustado mas de lo que quería creer. Estiré mi cuello al tiempo que cerraba la cubierta del libro con delicadeza y lo dejaba reposar sobre mis piernas. Susan había dado en el clavo, por un momento pude lograr olvidar mis problemas así como mis penas sumergiéndome en esta pequeña historia. Sentía que tenía tanto que agradecerle, de una u otra manera ella estaba siendo un gran consuelo para mi, me ayudaba a no caer en la locura. Con todo lo que me había pasado en los últimos  días solo me faltaba enloquecer. Pero ella intentaba hacerme ver las cosas de forma diferente quizás no estaba todo  perdido.
 
 Tal vez en el fondo tenía algo de razón, después de todo Caleb no parecía decidido aún a matarme. Ella dijo que lo mejor para mi era intentar hacerme a la idea, eso implicaba que tendría que aceptar en lo que se había convertido mi vida. ¿Podría aceptar esto? Lo dudo, yo no puedo pensar como ella, no creo que pueda volver a caminar tranquilamente sin sentir que traiciono a las personas que han perecido por mi culpa.
 
—Esmeralda... Andrea. Lo siento tanto —susurré.
 
Pensar en ellas me dolía demasiado, me hacía sentir miserable. Nunca mas las volvería a ver ni poder pedirles perdón por haberlas arrastrado en mis locuras las cuales les costaron la vida.
 
Una lágrima se deslizó por mi mejilla y terminó cayendo sobre la cubierta del libro. Rápidamente limpié mis mejillas, fue suave, dolorosa…
 
De reojo miré en dirección a una de las ventanas que estaban del otro lado de la piscina, sentía que alguien me observaba y tal vez así era. Sabía que me vigilaban a la distancia. Las luces empezaban a ser encendidas, una por una en todas las habitaciones que daban a esta parte de la mansión. No faltaba mucho para que oscureciera.
 
El viento empezaba a soplar con más intensidad provocando que pequeños escalofríos recorrieran todo mi cuerpo. Me abracé a mi misma e ignorando el hecho de que hacía frío, me dejé caer de espaldas al césped, estaba helado y se movía bajo mi piel causando una agradable sensación electrizante. El cielo se había tornado de un hermoso color naranja con un toquecito de rojo, las nubes se habían marchado arrastradas por el viento, causando la hermosa sensación de que el cielo ardía en llamas.
 
Tenía frío pero no quería entrar y ver nuevamente a Caleb. Cerré los ojos un momento preguntándome a que se había referido Susan. «Tienes una llave, aprende a usarla». Esas fueron sus palabras. ¿Acaso intentaba decirme que debía de acercarme a Caleb? Yo no lo veía como una opción. No quiero tener nada que ver con él y aún si eso me ayudaba a ganar puntos, dudo que al estar cerca de él mis ganas de asesinarlo desaparezcan. «Asesinar». Desde que lo conocí, es la palabra que más escucho y en la que mas pienso.
 
Oh Dios, ¿cuándo terminará esta pesadilla?
 
Cubrí mi frente con el dorso de mi mano al sentir como pequeñas gotitas de lluvia caían sobre mi rostro. El tiempo no podía ser mas perfecto y describir como me sentía por dentro.
 
—Sigues aquí... —murmuró Susan.
 
Me quedé en silencio mirando a la distancia, quería estar sola, pensar en los últimos acontecimientos e intentar buscar al menos una solución a mi situación, por imposible que pudiera ser. Esperaba que ella entendiera mi indirecta, que mi silencio estuviera hablando por mí y me dejara sola, pero no. Sus pasos se aproximaban más. Dejé de sentir las gotas de lluvia caer sobre mis mejillas. Moví la vista y ahí estaba, sosteniendo un paraguas sobre nuestras cabezas.
 
—Caleb quiere que te arregles y lo acompañes a cenar, será mejor que no lo hagas esperar —murmuró en un tono de reproche, un tono que cada vez se hacía más frecuente en ella. Desvié la mirada mostrándome indiferente a sus palabras.
 
—No pienso ir —aseguré. No había pasado ni ocho  horas desde que desperté y ya me estaba dando órdenes. Maldito desconsiderado.
 
Caleb Lodbork sabía bien como sacarme de mis casillas. La pequeña calma que había logrado conseguir después de tanto, se esfumó con solo escuchar su nombre.
 
—Bien... Pero al menos deberías entrar ya ha comenzado a caer algunas gotas, podrías pescar un resfriado —advirtió.
 
—Solo unos minutos más y voy.
 
—Ten... quédate con el. —La miré entregándome el paraguas.
 
Lo rechacé con un gesto de la cabeza y cerré los ojos al tiempo que escuché a Susan suspirar y alejarse de mí. Me sentía mal por estar poniéndola en un nuevo aprieto, pero no iba a ir, y me importaba muy poco que esto pudiera enfurecerlo más a él. Ya las cosas no podían ponerse peor de lo que estaban. Quería y necesitaba tiempo para mí, para pensar y calmarme. Además ¿qué esperaba?, que me sentara a cenar con él, como si no hubiera pasado nada; después de todas las cosas que me ha hecho pretende que olvide de un día a otro las humillaciones que me ha causado, y todo el daño que eso a conllevado no solo físico si no también emocional y mentalmente.
 
Terminé estornudando, estar aquí con este tiempo tan malo no era buena idea. Lo peor que podía pasarme era enfermar. Pero era tan poco el deseo de verlo que no estaba siendo consciente de esto, quería evitar a toda costa ir a cenar con él, pero esta no era la forma.
 
Lentamente empecé a incorporarme, sentí como algo caía de mi oreja y supe que mi pendiente se había salido. Me quedé de cuclillas buscando entre el césped. Entonces una vez mas sentí como unos pasos se aproximaban a mi. Y ya podía imaginar de quien se trataban.
 
—Ahora no Susan. Ya te he dicho que no iré, dile que caí y me rompí una pierna o inventa algo. Lo que menos deseo es estar cerca de ese primitivo. Si quiere compañía que pague por ella.
 
—Primitivo... —pegué un brinco y giré rápidamente al escuchar su voz. Caleb frente a mi, estaba con la mandíbula apretada y un intento de serenidad nada convincente.
 
—Me a dicho Susan que no pensabas acompañarme a cenar. Creí que ya había quedado claro que tu no decidías, eres mía. Yo ordeno,  tu obedeces —recalcó arrastrando las palabras.
Lo miré desafiante.
 
—Te has equivocado conmigo Caleb, no soy el tipo de mujer que se deja pisotear y obedece con la boca calladita, esa no soy yo, si buscas una así la ciudad de New York  es muy grande quizás tengas suerte con otra. No te quiero cerca de mi, y por si lo olvidas estoy aquí ¡Secuestrada! En contra de mi voluntad, así que no me exijas una estúpida cena, tu mismo lo has dicho no somos amigos y así prefiero que siga siendo —zanjé sofocada por la ira.
 
Cada segundo mi voz había adquirido un tono más fuerte y el azul cristalino de sus ojos pasó hacer tan oscuro que daba miedo. Casi podía escuchar sus diente chirriar y su mandíbula estaba demasiada tensa. juraría que su cabeza reproducía imágenes de como saltaba a mi cuello y me apretaba  hasta la asfixia. Aquella frialdad me descolocó, pero mantuve mi mentón al frente desafiándole, ya comenzaba a rayar la indiferencia.
 
Me giré dispuesta a dejarlo ahí, pero me detuvo sujetando mi muñeca y haciéndome chocar contra su torso, pasó una mano a mi espalda presionándome contra él: un gesto firme y brusco.
 
—No he dicho que podías irte. Nadie me deja con la palabra en la boca, mucho menos una niñata malcriada y berrinchuda. Que sea la primera y última  vez que pones fin a una conversación. ¿Lo has entendido? No me provoques Valery. O si no…
 
—¿O si no qué?  —reté.

Alcé la cabeza para mirarlo a los ojos. Nuestras miradas retándose, imponiéndose, reprochándose. Ambos demasiado cerca, demasiados juntos. Su respiración acariciando mi nariz y un silencio extraño y agradable nos arropó, lo que me molestó bastante, no podía sentirme bien con esto no me gustaba sentirme bien y eso me hizo fruncir el ceño.
 
Sentí su mano ceñirse más a mi cintura y eso me hizo reaccionar.

—¡Suéltame! —exigí.
 
—¿Por qué lo haría?
 
Mi corazón empezó a latir con mayor rapidez, estaba muerta de nervios. Tragué saliva sintiendo como sus dedos me sujetaban fuerte de la barbilla ¿Iba a besarme?
 
Entré en pánico, al ver el reflejo de su cara a  milímetros de la mía, no fui consiente de la fuerza que empleé ni como logré zafarme de su agarre pero lo hice y mi mano terminó estampándose brutalmente contra su mejilla.
 
Me quedé estática al ver su cabeza girada a su izquierda por el golpe, llevó su mano al labio inferior y visualicé un pequeño rastro de sangre. Mi mano brillaba en su mejilla adornando su piel con la forma de mis dedos. Pero no dijo nada, su desconcierto era tanto como el mío. Sin embargo, no hacia más que limpiar su labio de la pequeña brecha y crucificarme con la mirada. Sus ojos estaban en llama podía verlo, y era yo quien se quemaba en ella.

Dejé caer el libro que ya había sido dañado por la lluvia y di pasos hacia atrás sin apartar la vista de él: no se movió parecía dispuesto a dejarme ir.  A una buena distancia me giré y corrí en dirección a la mansión. No me detuve hasta subir las escaleras y decidí entrar a mi habitación, quería privacidad y no me hacía la idea de dormir en la suya.
 
Cerré la puerta recostando mi frente en ella, entonces me di cuenta de que apenas sentía mis piernas estaba temblando y me costaba respirar. Giré encendiendo la luz quedándome con los labios entre abiertos al ver lo que se encontraba en una esquina: un piano…
 
Pestañé varias veces, no entendía nada. Dudosa me acerqué, mis dedos se pasearon sutilmente acariciando sus teclas. Quería tocarlo y al mismo tiempo sentía que no debía ni siquiera acercarme a el. Me alejé del piano frustrada necesitaba saber por qué Caleb estaba haciendo todo esto, nada de esto encajaba en mi cabeza, ¿que quiere de mí? Me acerqué al espejo mirando mi reflejo mojado en el cristal ¿Debería hacerle caso a Susan? ¿Qué tanto puedo conseguir con esto? ¿Será la llave de mi libertad? Cerré los ojos temblorosa ¿Debería plantearme la posibilidad de acercarme un poco más?
 
Me encaminé al baño estaba muy confundida y tenía miedo de tomar una decisión que me llevara a la perdición… pero sin duda pensaría en ello. 

 

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