Capítulo 10.

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Caleb

Aquí la tenía, frente a mi de rodillas disculpándose, dejándome escuchar esas palabras que deseaba oír ayer... Sabía que sus palabras no eran sinceras y mucho menos convincentes, se notaba en sus ojos que si pudiera me mataría. Además de que su repentina sumisión me hacía mosquearme. ¿Tan rápido había cedido?

-Como verás te has disculpado pero eres una actriz horrible, ni tu misma te has creído tus disculpas, te dije que te dejaría ir, pero también dije que tus disculpas me debían convencer.

Mis ojos se desviaron hacia un punto fijo de la pared. Me sentía abrumado, no por la escena, si no por que una vagabunda sensación de ansiedad me indagaba haciendo me sentir extraño... Esta imagen no me desagradaba, pero tampoco me estaba haciendo disfrutar como me imaginaba que haría. He visto muchos de rodillas frente a mi, en situaciones peores y por mucho menos de lo que ella me hiso, ¿por qué diablos ella tiene algo diferente?

-Me he disculpado has tenido lo que querías, que más da como -murmuró.

Posé mis ojos en ella, mi ego se elevaba al verla así, aunque no disfrutaba del todo, me sentía complacido. Había conseguido lo que yo deseaba, la tenía frente a mi; a mi completa disposición... Y eso solo con mencionar un nombre, Victoria.

-Pero no me has convencido -recalqué. Ella se quedó en silencio sabía que yo tenía la razón.

La familia, como siempre el punto débil de muchos, la perdición de todos.

Me dejaba más que claro que todo ha sido por su hermana, ¿la quiere? ¿Está dispuesta hacer cualquier cosa por ella?

-Levántate -ordené-. Y desnúdate.

La miraba de arriba abajo. Ella se quedó mirando un punto fijo del suelo, dudaba y pude notar lo tensa que se puso ante mi petición. Alzó su vista en mi dirección lanzándome una mirada desconfiada.

Se levantó, y comenzó a desvestirse con lentitud. Caminé dando unos pasos para rodear la, y dirigí mi vista hasta un pequeño pozo, que había en una esquina estaba tapado con una madera en mal estado.

-Listo -dijo haciéndome que la mirara.

Me giré para mirarla ella estaba parada sujetando el vestido en su mano mirando en mi dirección. Detrás de ella estaba Alex, apoyado cerca del marco de la puerta mirando con intriga todo lo que estaba pasando, y posiblemente preguntándose que pienso hacer.

-Todo -aclaré para que se quitara también la ropa interior.

-Bien, si es lo que quieres -bufó como si estuviera perdiendo la paciencia.

Se desnudó y tapó parte de sus pechos con sus manos. La miré sin descaro alguno, estaba jodidamente buena. Alex que al igual que yo no perdía detalle de su cuerpo, caminó para entrar en dirección a una mesa plegada, y la bajó. Él ya sabía que iba a pasar aquí, era una de mis torturas favorita, no dolía pero la angustia que se pasaba y la desesperación valían la pena.

-Acuéstate sobre la mesa -ordené.

Su mirada cambió, sus pasos se hicieron más lentos de lo normal, por primera vez no pude descifrar su cara. No carecía de emoción pero yo simplemente no podía descifrarla.

-No te atrevas -murmuró al mismo tiempo que una lágrima se deslizaba por su mejilla. Miraba aquel pedazo de madera que tenía por mesa con pavor.

-¿Te acuesto yo? -espeté en un tono exasperante. Me estaba desesperando su lentitud, además de que no iba hacer nada que ella no haya echo.

Me fusiló con la mirada y lentamente se acostó. Alex le puso las correas que yacían en las cuatros esquinas de la mesa sujetando sus muñecas, y cada uno de sus tobillos. Se quedó quieta, pero miraba en todas direcciones, estaba asustada era más que evidente.

Enamorándome de la Bestia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora