Capítulo 16

4.5K 201 7
                                    

Caleb

La niñata se abalanzó sobre su hermana en un abrazo desesperado. Llevé el vaso de cristal a mis labios, esperando la parte que ya me sabía: lágrimas, abrazos y te quieros..., con el todo estará bien; y todas esas estupideces que ni ellas mismas se creen. Y así fue.
 
Yo miraba entretenido la escena.
 
—Valery, ¿qué está pasando? —preguntó Victoria.
 
—Tranquila, no dejaré que te pase nada —le respondió en un susurro.
 
Ambas se volvieron abrazar y murmuraron algo entre ellas, que no logré escuchar.
 
Pasados unos minutos en los que apenas logré oír fragmentos de la conversación, la niñata se alejó posando sus ojos en los míos.
 
—Has dicho que la dejarías ir, que se vaya, no tiene que estar aquí —pidió, acercándose abrazar a su hermana—. Y para ser coherente yo no puedo quedarme aquí sin más... Tampoco puedo desaparecer de la noche a la mañana, mi familia estará buscando... bueno… Tampoco puedo usar solo esta camiseta, sabes...
 
Fruncí el ceño, enserio cree que me importa lo que esté haciendo su familia. Y el pretexto de la ropa es la excusa más estúpida que podría haber escuchado.
 
—No he dado mi ultimato, aun no he dicho que se irá —discrepé.
 
—Por favor… Victoria no dirá nada, yo estaré aquí, ¿es lo que quieres, no?
 
—Valery no… —susurró Victoria, en un sollozo.
 
Fruncí los labios. Cuanto antes se termine este drama, mejor.
 
—Bien, que se vaya. Alex, encárgate de que Victoria llegue a su destino. —Miré a Victoria ofuscado—. Será mejor que te vayas olvidando de ella, tu hermana ahora es propiedad de Caleb Lodbork —sonreí perverso—. Alex, llévatela.
 
Él, apretó el brazo de Victoria, mientras ella se aferraba a su hermana; Alex terminó por darle un leve jalón hasta lograr separarlas, y finalmente entre sollozos los perdí de mi campo de visión.
 
Miré a la niñata, su vista estaba ausente, miraba abatida como se alejaban.
 
Di un golpe brusco sobre la mesa,  para llamar su atención y ella me miró con la viva ganas de aniquilarme.  Su mirada confusa y cargada  de resentimiento, parecía hacer un juramento silencioso.
 
—En ese cajón, hay lápiz y papel, has una lista de las cosas que vas a necesitar y llévalo a mi oficina, subes las escaleras, la última puerta al final del pasillo —gruñí.
 
Sin esperar su respuesta me dirigí a la salida. Subí a mi despacho, como solía hacer.  El almuerzo se había vuelto tedioso, entre la niñata, su hermana y  la llamada improvisada de Ernesto. Me encaminé hacia mi botella de vodka, aquella que me acompañaba en los peores y mejores momentos, ella era la única que sabía mis pensamientos más perversos, me ha escuchado susurrar mis planes mas sádicos, contemplando me sin reproches, al igual que estas cuatros paredes... Vertí el contenido sobre el vaso de cristal. 
 
Alex, hizo una de sus  típicas entradas, como siempre, sin tocar.
 
—Caleb, pensé que dejarías ir a Victoria, no que la mandarías a matar.
 
—Y la estoy dejando ir… dije que la dejaría ir, no a dónde —respondí. Alex, sabía el significado de: que llegue a su destino…
 
—Seguro que quieres que me deshaga de ella, no crees que te podría servir para algo, ¿y si su familia se entera?  Ya sabes la prensa, y la policía, todos los medios buscando a esa menor.
 
Me incorporé, acercándome a la ventana. Miré con parsimonia el reflejo del agua en la  piscina.
 
—Yo soy la ley Alex —comenté con arrogancia—. ¿Crees que me importa, lo que pueda pensar su familia?
 
—No pero...
 
—Alex —le interrumpí—, no me contradigas.
 
Apreté los dientes, mirándolo con reproche.
 
—Has lo que te  he ordenado —Mojé mis labios, tomando mi bebida de un trago—. Ernesto a cambiado la cena del Hotel Four Seasons. Se efectuaba el domingo pero, parece que tuvo un imprevisto, y se realizará está noche, avisa a Samuel y los demás, quiero que tenga toda la zona controlada, sin contratiempos. Y como siempre… planifiquen los alrededores, por si la niñata y yo tenemos que salir de ahí en cualquier momento.
 
—¿Vas a llevar a Valery? —gruñó desconcertado—. Puedes ir con cualquier otra mujer, incluso tienes modelos a tu disposición,  llevar a Valery es un riesgo muy grande, que tal que te haga un escándalo.  ¿Echarías a perder a tu mejor cliente por ella?, es solo tu juguete, Caleb…
 
Entre cerré mis ojos, acercándome a Alex. Él tenía razón, era un riesgo innecesario, llevarla me podría complicar las cosas, pero yo quería ir acompañado y no por cualquier mujer. Me gustaba lo bonito, lo despampanante, la belleza de lo poco habitual…, y aquellas siliconas andantes, no tenían nada de natural:  aunque no era algo que me importara. Pero la niñata es ese tipo de mujer que te hace girar la cabeza cuando pasa por tu lado. Prácticamente la estaba usando como mi trofeo, una especie de adorno en un concurso donde el que lleve el mejor pastel es el más elogiado, pero todo sabíamos que así de superficial, era el mundo que nos rodeaba y disfrutábamos de aquello.
 
—Si, tengo pensado ir a...
 
Un pequeño chirrido en la puerta me interrumpió, dejando ver la cabeza de la niñata, asomándose  con timidez.  Y finalmente terminó entrando.
 
Alex, se alejó y salió de mi despacho, él ya sabía lo que debía de hacer: deshacerse de Victoria, y organizar todo lo del Hotel Four Seasons, para eso solo tenía unas horas.
 
—Esto es todo lo que necesito —dijo  Valery, entregándome  una hoja con apenas unas letras.
 
Tomé el papel con un gesto brusco y lo primero que leí fue: un piano. Descolocado alcé mi vista hacia ella.
 
—¿Un piano?  —rectifiqué incrédulo.
 
—Estaré aburrida, supongo que no voy a salir es lo único que…
 
—Nada de música, detesto el ruido —le interrumpí. Ella desvió la vista con un soplido, pero no dijo nada
 
Volví a posar mi vista en el resto de la lista:
 
Lista
Un piano
Ropa (ropa interior)
Cosas de aseo personal…
Una habitación y privacidad.
 
Encajé una ceja expectante, al parecer ella no había  entendido su posición aquí.
 
—¿Privacidad? —dije incrédulo—. Nadie, a excepción de mí tiene privacidad en ésta casa.
 
—¿Acaso me piensas tener como tu esclava? —canturreó irritada.
 
Resoplé sujetando su antebrazo con fuerza.
 
—Ya lo eres —respondí.
 
La encaminé ha pasos rápidos por el pasillo. Nos detuvimos frente a la puerta que estaba a unos pasos de mi habitación, y abrí haciéndola entrar en un gesto seco.
 
—Esta será tu habitación, tienes prohibido entrar a la mía al menos que te lo ordene.
 
Ella se quedó parada contemplando su alrededor.
 
—Esta noche vamos a salir, sobre las 10 p.m. Tienes que estar lista; es una cena importante, espero no tener que subir por ti. Una de las chicas, te traerá  ropa —fue lo último que dije antes de salir cerrando la puerta de un azote.

 Una de las chicas, te traerá  ropa —fue lo último que dije antes de salir cerrando la puerta de un azote

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Enamorándome de la Bestia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora