Capítulo 7

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Valery

El trayecto había sido una verdadera tortura. Esperaba impaciente cualquier oportunidad que se me diera para intentar escapar. A pesar de lo que acababa de suceder yo no había derramado una sola lágrima, más  que miedo lo que sentía era: indignación, rabia e impotencia. Nadie había movido un dedo para ayudarnos, eso me dejaba en claro lo temido que era este maldito. 

Al poco tiempo el auto se detuvo, la oscuridad de la noche me limitaba ver todo con detalle, entorné los ojos para apreciar mejor el lugar, una mansión.

La puerta del auto se abrió, intenté escapar nuevamente pero me fue imposible.

—¡Suéltame maldito bastardo! —grité, en un tono casi desesperado.

Miré en dirección al autor de todo esto, la calma con la que se mostraba era impresionante. Él por el contrario ni me miró, mantenía su vista fija hacia el frente mientras se fumaba un cigarrillo.

—Llévala al sótano —ordenó en tono firme.

Nuevamente mis pies despegaron del suelo. Unos de los tipos que iban con él me cargó en su hombro de la misma forma en que lo había echo para sacarme de aquel club, y empezó a caminar en dirección a la entrada principal.

Con cada paso que daba sentía como mi corazón se aceleraba. Mis ojos seguían puestos en él, hasta que desapareció de mi campo de visión, pero no del todo pues nos seguía a pasos lentos.

El camino hacia donde me llevaba, era largo y oscuro. Miré todo detenidamente intentando encontrar una salida por donde poder escapar. Terminamos bajando unas escaleras hasta una habitación. Olía a carne putrefacta, tuve que contener la respiración para no vomitar.

Me soltó de repente.

—¡Ten más cuidado idiota! —exclamé.

Examiné con la mirada aquel lugar tan lúgubre, era como la cámara de tortura de una película de terror, pude notar algunos rastros de sangre e incluso algunas partes del cuerpo así como prendas de ropa. Daba la sensación de que un cadáver en descomposición, se encontraba en alguna parte de esta habitación.

—Esto es asqueroso... —susurré.

—Si quieres salir viva, te aconsejaría que seas buena y colabores con el jefe. Créeme no le desearía a nadie estar en tu lugar..., y hoy esta de humor —sugirió aquel hombre quien se encontraba junto al marco de la puerta, y  salió de la habitación; dejándome con nada más que aquel maldito olor a muerte que inundaba cada rincón de este asqueroso lugar. 

Arrojé lo primero que encontré hacia la puerta. Me apoyé contra la pared cerrando mis ojos con lamento. Nunca imaginé que mi noche terminaría así. Abrí mis ojos de forma brusca y caminé  hacia la puerta. La golpeé con mis puños hasta que estos dolieran mientras empecé a gritar desesperada.

—¡DEJAME SALIR MALDITO! ¿¡NO VOY A DARTE GUSTO, ME ESCUCHAS!?

Sabía que solo empeoraba las cosas, pero era tan grande el odio que sentía, que no pensaba con claridad y lo único que deseaba era gritarle todo lo que él se merecía.

Escuché pasos acercándose, pegué la oreja tratando de oír con más claridad.

—Consígueme el látigo  de la habitación dos. —Lo escuché ordenar.

Cuando la puerta se abrió de golpe, di dos pasos hacia atrás. Encontrarme con aquella misma mirada fría y calculadora, hacía que una pequeña parte dentro de mi empezara a lamentarse. Me sentía muy pequeña ante sus ojos.

Sacó su pistola y la frotó sobre su mentón. Su mirada no había cambiado en nada, sus mismos ojos espeluznantes me miraban. Era claro lo mucho que le complacía verme en esta situación, solo le faltaba reírse en mi cara.

—Escucha niñata, podemos llegar a un acuerdo —comentó observándome con arrogancia desde su altura, mientras una sonrisa torcida se formaba en sus labios.

Entre abrí la boca para decir algo, pero sus siguientes palabras me detuvieron.

—Ponte de rodillas y pídeme perdón..., entonces si tu perdón me convence, te dejo ir y dejo a tu familia. Por que la amenaza que te he echo en el bar, es tan cierta como el echo de que estés aquí en mi sótano. —Clavó sus ojos en los míos—. O podrías seguir  jugando a la chica que no siente ni padece. Entonces yo seguiré tu juego. Mataré a tu familia igual que hice con tu amiga, lo haré en tus ojos y luego yo mismo te arrodillare.

Nathaly& María

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Nathaly
&
María

Enamorándome de la Bestia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora