Capitulo 21

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Soltó su cartera y dejó caer todo su peso en la silla rodante, miró a su madre pasar su dedo sobre el alféizar de la ventana, se limpió el polvo que agarró.

Ella suspiró y se concentró en los papeles de su escritorio, tenía mucho trabajo por hacer y eso le agradaba. Se había acostumbrado a mantener su cabeza ocupada para dejar de pensar. ¿Inteligente no?

Empezó a sonar su máquina de escribir, su madre volteó a verla y cayó en cuenta de que la había perdido de nuevo.

— Abbie —la llamó.

No obtuvo una respuesta.

—Hija —alzó más la voz.

Sus ojos se encontraron por varios minutos y sin decir nada Abbie sonrió.

—¿Te gusta? —se levantó y empezó a caminar por toda su oficina —Lo logré, tengo mi propia oficina.

Diana la miró tristemente y asintió regalándole una sonrisa melancólica.

—Es tu primer logro siendo adulta. —caminó hacia ella y la envolvió en un abrazo —Estoy orgullosa de ti.

Abbie había agarrado un desprecio hacia el contacto físico, tomó las manos de su madre y las alejó muy lejos de su cuerpo. Diana la entendió y aunque le dolía empezaba a comprender finalmente a su hija.

Cuando es no, es no.

—Tengo que irme, pronto llegarán los amigos de Sally —Abbie asintió —¿Te quedarás a trabajar hasta de noche otra vez?

Dijo y se pudo escuchar su rastro de decepción.

Diana se sentía más sola cuando Abbie la estaba empezando a necesitar menos. En su hogar ya no se siente su presencia, ya nadie sonríe ni mucho menos se escucha música.

Abbie se había convertido en un fantasma, ya nadie notaba su hora de salida ni de llegada. De hecho, ella salía cinco de la mañana para tomar el primer bus del día y no toparse con más personas durante el trayecto de ir al trabajo.

Evitaba su círculo de amigos, no asistía a las salidas que ella misma organizaba.

Fingía estar bien cuando realmente estaba mal.

Abbie ya no siente, ni hace sentir.

—Sí, tengo mucho trabajo y no puedo decepcionar a mi jefe ahora que soy alguien más importante. —lanzó un suspiro y negó con la cabeza —Ya sé lo que dirás madre, que necesito un descanso. ¿Pero qué hago con ese descanso?

—Pasar con tu familia, te necesitamos.

Su voz se rompió.

—No, no llores. — Abbie se acercó a ella e intentó tomar su rostro, pero negó y volvió a alejarse.

—¿Por qué no te gusta ahora ni siquiera abrazarme? ¿Te hice tanto daño? —su primera lagrima cayó. —Te echo de menos.

—Otra vez con este tema, por Dios. — Abbie respondió inclinando su cabeza hacia atrás.

—Nunca hablamos de lo que pasó.

—Mamá.

Pronunció enseguida deteniéndola con su mano. Diana meneó su cabeza.

—Discúlpame mi amor...

No, no, no. Que se vaya, va a arruinar todo su proceso.

Abbie la miró fijamente y su pecho empezó a doler, sus manos se apretaron ferozmente y rogaba por dentro que se marchara.

No soltó ninguna palabra, sabía perfectamente que si hablaba iba a recaer en la tentación así que oprimió sus sentimientos y sonrió.

—Eso ya pasó, mamá. ¿De acuerdo? —Diana negó —Tengo trabajo por hacer, necesito que te vayas.

Para él©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora