Capitulo 4.

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Distorsión.

Mis ojos se abren con un has de una luz enceguesedora, me cubro el rostro con una mano mientras que con la otra aparto al hombre que me apunta con una linterna.

—Por fin despiertas —me dice él—. Un gusto conocerte, Alice, soy el Doctor Román, especialista en traumas, me encargaron llevar tu caso —¿mi caso?—. Te he estado haciendo algunos análisis como prueba de tu desmayo, hace unas horas perdiste la conciencia, tuviste lo que se llama un ataque de pánico. ¿Te ha ocurrido antes?

«Ataque de pánico» No. Niego con la cabeza y él continúa.

—Sopese esa idea. Estoy pensando que tal vez se deba a la situación que experimentaste en la institución. No obstante, la perdida de conciencia solo indica que no te has estado alimentando bien, creo que tu cuerpo no está descansando lo suficiente, por lo que el impacto de lo ocurrido hizo que tú cuerpo al estar debilitado no haya podido procesar la cantidad de imágenes recibidas.

Eso responde muchas preguntas. Muchas, pero no todas.

El hombre se aleja dándome lo que parece ser un minuto a solas. Tiempo suficiente para que imágenes distorsionadas lleguen a mi cabeza. Son pocas, pero recuerdo ver a las personas convulsionando. Las puertas de la institución cerrándose. Susurros que mencionan mi nombre. Mi cuerpo huyendo por los pasillos.

Y por último, alguien golpeándome.

Una enfermera entra y me despoja de la aguja que tengo en el brazo. La pequeña y fría habitación se llena de silencio y una mezcla de olor a antisépticos y alcohol, la enfermera de uniforme beige me coloca una venda en el brazo izquierdo y se marcha en el momento justo en que el Doctor Román entra seguido de mi tía Lilian.

—Oh, Alice —sus ojos me inspeccionan en busca de algún detalle que este fuera de lugar, me toma el rostro con las manos y me planta un beso en la frente—. Estábamos preocupadas por ti, gracias al cielo que estás bien.

—¡¿Por qué no me esperaron?! —la puerta se abre de una patada y Dina entra por esta con dos vasos pequeños y humeantes.

Aparta a Lilian de mi lado y sus brazos se envuelven a mi alrededor dándome un fuerte abrazo.

—Carajo, que gran susto, creí que habías muerto. ¡No vuelvas a hacerme creer eso!

Su cuerpo está helado, pero no digo nada, solo la abrazo intentando comprender las cosas que aún no tengo del todo claras.

Cuando se aleja, soy capaz de ver las dos manchas grises bajo sus ojos, ojos que se ven hinchados. Se limpia la nariz, luego le entrega uno de los vasitos a mi tía y el otro a mi, pero rechazo el contenido dejándoselo a ella.

El Doctor Román se limita a explicarle a Lilian las causas de mi supuesto ataque de pánico. Supuesto. Porque dudo que ese ataque de verdad haya ocurrido.

Aprovecho el momento para tomar a Dina del brazo y llenarla de preguntas, no se cómo llegué o qué fue lo que en realidad paso, por lo que eso es lo primero que pregunto dejando en claro que quiero sus respuestas en un tono confidencial.

—La electricidad no tardo mucho en volver y apenas llevaba dos minutos gritando tu nombre cuando te encontramos, estabas inconsciente por los pasillos diagonal al baño de hombres —se coloca un mechón de cabello por detrás de la oreja—. Entré en pánico, creí que habías muerto. Claro que con todas esas personas en el suelo era obvio que pensaría lo peor, pero él me ayudo a cargarte y te llevamos por ayuda...

—Espera —la detengo, repito sus palabras en mi mente— ¿Quién te ayudo? ¿Los profesores? ¿Había alguien más buscándome?

—No exactamente, por los pasillos había un hombre de la universidad, sé que era de la universidad por el emblema de su camiseta, no recuerdo que haya mencionado su nombre, creo que ni siquiera hablo conmigo, en lo único que me preocupaba era en levantarte y llevarte lejos del sitio, yo no abría podido hacerlo sola.

EXTINCTIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora