ϙυιɳƚα ʋҽʅα | ɱιʂʂ ɾιɠԋƚ

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—Wen, para mí tú eres la chica correcta

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Wen, para mí tú eres la chica correcta.

Eso era lo que Aioria deseaba de corazón decirle a la Ling del medio, si tan sólo la timidez no acabara siempre venciéndolo. Cosa que siempre lo frustra porque él no es así, él no es alguien sumiso que piensa y analiza cada movimiento o pensamiento que ejecuta, al contrario, la impulsividad forma una importante parte de su carácter.

Desgraciadamente, estando cerca de Wen no puede evitarlo. Jura sin miedo a equivocarse que jamás había tratado con una chica como Wen; cuya belleza angelical le quita el aliento a cualquiera.

Para Aioria; la chica de almendrados ojos zafiro es esa clase de chica que sólo se presenta una vez en la vida, a la que debe evitar a toda costa perder. Porque Wen es su chica correcta.

Porque su personalidad optimista, pero serena le atrae. Eso que la diferencia tanto de su hermana mayor, esa bella pero ligeramente ingenua forma de pensar y... Diciéndolo de la forma más limpia y sincera posible, su bellísima figura; aunque menuda, curvilínea y sexy. Daba igual que atuendo usaba, para él siempre se veía encantadora.

Encontraba agradable su dulce voz, su sonrisa afectuosa, la suavidad en sus palabras y la gracia en sus movimientos. Su ondulada cabellera negra-azulada que llegaba al final de su espalda y que se movía con sus pasos.

—¡Aioria! —Esa voz le saca una sonrisa.
—Hola, Wen —Le contesta con calma, aunque por dentro está rebosando de emoción—. Extrañaba verte por aquí.
—Yo también —La muchacha se permitió sonreírle enternecida al menor. No pudiendo evitar compararlo con un feliz niño.

Ambos fueron a parar a una recóndita parte lejos del Santuario, en donde una porción de agua similar a un riachuelo corría tranquilamente, no era tan profundo ni tenía una corriente tan fuerte. Por lo que la idea de remojarse en él era demasiado tentadora.

Tanto Aioria como Wen se deshicieron de sus zapatos y Aioria se arremangó los pantalones hasta la altura de las rodillas mientras que la mandarina se adelantó se sentó en la orilla del riachuelo; donde sumergió los pies, Aioria no tardó en seguirla.

Aquella era una extraña costumbre que ambos tenían al estar juntos; aquél lugar se había transformado en su "lugar feliz" por así decirlo. Y se había convertido en uno de los sitios favoritos de Aioria, porque le permitía estar solo sin interrupciones con la Hanyo menor, la miró y una sonrisa nació.

A veces ella resultaba impredecible y a pesar de que tras esa sonrisa ella solía ocultar un incipiente mal genio al igual que su hermana mayor. Le recordaba a un bello y verde bosque, lleno de color que resaltaba entre los grises tonos.

Su comportamiento recordaba a menudo a una mezcla entre una hermana mayor o una madre, siempre motivándolo y llenándolo de energía.

Él se consideraba una persona honesta. Y afirmaba sin miedo que Wen era una chica completamente única y diferente, tal vez por eso terminó queriéndola tanto que su corazón dolía en ocasiones.

Wen era como un océano en mitad del invierno. Para Aioria era lo mejor de lo mejor.

—¿Aioria? —La voz de la mayor lo sacó de su ensoñación.
—¿Sí? ¿Qué pasa?
—¿Deseas decirme algo? —La joven se notaba nerviosa—. Has estado un largo rato mirándome sin decir nada.
—¡N-No es nada! —Afirmó a la desesperada el leonino, apartando la mirada con sus mejillas hirviendo—. Me distraje, es todo.

No era la primera vez que lo pillaba mirándola fijamente mientras pensaba en ella. De hecho se atrevería a decir que pasaba tan seguido que era vergonzoso.

Afortunadamente, ese incidente ayudó a romper el silencio entre los dos; comenzando a hablar del día del otro como si fuesen viejos amigos, una de las cosas que Aioria más disfrutaba al igual que Wen. Porque podían ser ellos mismos, sin necesidad de manipuladoras máscaras. Una conexión que sólo parecía ser posible en las películas y novelas.

El sol brillaba y algunas nubes blancas contribuían a que el cielo se viese de un tono azul pastel. Estando juntos incluso daba la impresión de que el clima se veía aún más agradable, pues eran perfectos estando juntos, caminando juntos.

Una vez ambos abandonaron el lago Aioria no podía evitar preguntarse ¿De verdad existían chicas así? De esas que te hacen sentir que eres el único que vive en este mundo. De esas que no necesitan maquillaje para resaltar su belleza angelical y que con sólo su aroma llaman la atención, de esas que parecían angelicales diosas. Porque sin duda Wen era una de ellas junto con su hermana (Palabras de Aioros, no suyas) y el dulce viento de su corazón llamaba a la Hanyo.

Wen podría ocultar el secreto más inconfesable del mundo y aún así él seguiría considerándola perfecta; la quería tanto que inclusive le perdonaría un hijo oculto o algo así. Después de saber que ella era hija de una legendaria y temida criatura sobrenatural japonesa ya no creía que nada lo sorprendiese.

Diablos, con ella se volvía a sentir un tierno niño, se sentía en un campo de flores permanentemente. Wen no era en lo absoluto como afirmaban Deathmask y Milo que eran las chicas; Wen no lo hacía sostener su bolso sino que le tomaba de la mano, en lugar de hacer un drama por verlo hablar con otra mujer ella le sonreía y lo dejaba pasar, conociendo y comprendiendo su naturaleza sociable.

Y hablando del hijo escondido.. Realmente no sonaba mala en lo absoluto la idea de hacer una familia con ella, su chica correcta.

Sí, sin duda. Aioria se había encontrado con esa clase de mujer que era capaz de sacudirle el corazón y lo atraía cual imán al metal o flor a la abeja. Desde su rostro hasta su corazón, todo en ella era perfecto para Aioria.

Sí, sabía que realmente no era perfecta. Pero él aprendió a adorar sus imperfecciones, ese mal genio que escondía detrás de su linda sonrisa y llegó a gustarle ese espíritu infantil que congeniaba con el suyo propio y su personalidad algo audaz y atrevida.

—Eres mi chica correcta, Wen.
—Espera ¿Qué dijiste, Aioria?
—¡N-No, nada!

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Sorprendidos ¿No? En fin de verdad quería poner esta canción. ¡Es maravillosa!.

Vҽʅαʂ, ɱύʂιƈα ყ αɱσɾ 𝄞𝄢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora