ԃҽ́ƈιɱα ʋҽʅα | Dσ Rҽ Mι Fα Sσʅ

183 10 20
                                    

Me inspiró más el coro y la segunda estrofa jajaja, aún así le doy créditos a los artistas que hicieron este hermoso rap.
━━━━━ • ஜ • ❈ • ஜ • ━━━━━

━━━━━ • ஜ • ❈ • ஜ • ━━━━━

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mei vivía con miedo.

Miedo a equivocarse; miedo a pensar y desear cosas que ella sabía bien que no debía, miedo a decepcionar a su madre, miedo a ser apartada de sus hermanos y aunque no lo percibiese o lo aceptase... Miedo a lo que podría hacerle su madre, a ella, a Wen y Jiang o a sus seres queridos.

Porque si existía algo que su madre no toleraba, era que ellos manifestasen en su presencia algo que para ella, era una falta de respeto y una pérdida de tiempo.

Ella fue criada para hacerlo todo perfecto, cantar, tocar, bailar, enamorar. Fue criada para ser la mujer ideal, una mera ilusión para atrapar a sus víctimas.

Y una persona no puede vivir solamente de ilusiones.

Ella también era humana, deseaba algo auténtico en su vida.

No supo cuándo fue que pasó, pero sus ganas de vivir comenzaron a desvanecerse, ya las cosas que le gustaban carecían de caso o sensación, la música perdió su belleza.

Y cuando Wen y Jiang desaparecieron, esa sensación no hizo sino acentuarse más.

Pero cuando ella se sintió tocar fondo y comenzó a considerar acabar con esa permanente ilusión, renunciar a todo y simplemente suicidarse. Llegó él, tocando frente a ella.

De él emanaba una extraña melodía, pero... Era la más bella que ella vio jamás. Y ese momento junto con otros más, ella jamás los olvidaría, jamás nada podría borrarlos de su memoria.

Porque él parecía un ángel, un dios de esos que narraban las leyendas; algo tan precioso ella no lo había conocido jamás.

Y el primer sentimiento que Aioros de Sagitario descongeló en ella fue la admiración. La admiración hacia su sonrisa, hacia esa voluntad de hierro y espíritu de guerrero.

Fue casi inevitable el deseo de acercarse a él, pues deseaba conocerlo mejor. Aioros la reconfortó e hizo reír de una manera que nunca nadie lo había hecho. Al menos no sinceramente y además a una velocidad impresionante, simplemente él era una persona carismática, cargada de cariño hacia los demás.

Pero también era alguien terriblemente terco, que cuando sus peores miedos resonaron en ella cuál alarmas, advirtiéndole que su vínculo con él no debía ser demasiado fuerte y ella decidía alejarse. Él no se lo permitía, se inventaba a saber cuantas mañas sólo para mantenerla a su lado, haciéndola desarrollar cierta dependencia hacia él y brindándole color a todo su mundo.

Y la música recobró su brillo original, porque la presencia de Aioros parecía iluminarlo todo. Y a Mei Ling le parecía increíble que un hombre como él quebrase todas sus defensas, sus prejuicios y la hiciese sentir esas cosas. Despidió toda la soledad que permanecía en su corazón y le devolvió ese deseo de vivir perdido.

Bajo la luz de la luna, la intermitencia de las estrellas y el canto de los grillos y ranas; estando junto a él todo lo malo de su vida quedaba totalmente olvidado. Dejándola tan sólo con esos bonitos sentimientos y las estrellas que, al igual que él la guiaban en esta dura y alocada vida.

¿Cuándo sucedió? No tenía ni idea.

Pero un día Mei Ling descubrió que, siendo una música, se había topado con la canción más hermosa que la tierra haya criado.

Aioros se transformó en una experiencia inolvidable para ella, y a saber cómo se apoderó de su callado corazón.

“Do Re Mi Fa Sol

Al igual que la música solía hacerlo el apuesto Sagitario llenó su interior de color, su maravillosa sonrisa la hizo crecer, desplegar las desgastadas alas de su alma, en medio del escenario de su vida ella halló una razón para continuar, para seguir andando en este podrido mundo en aquella especial primavera.

Ahora Mei sólo quiere estar con él, no le importa nada más, ni siquiera si él no siente lo mismo por ella. Porque él la hace sonreír sinceramente.

Porque Aioros sin saberlo, quererlo o pensarlo se había llevado una enorme parte de ella.

Era notorio que Aioros era una persona cálida por naturaleza, pero era completamente inconsciente del calor que ocasionaba el inmenso amor que despertaba en Mei, y es que ni siquiera cuando juguetonamente la jaló con él al lago junto a su casa ella se sintió helada.

Ahora ella sentía que nada más importaba, se olvidaba de todo y se concentraba enteramente en él, pues estaba con ella y la animaba a levantarse, dándole su calor.

Pues Aioros encarnaba todo eso que ella soñaba, quien simplemente la impulsó a no dejarse vencer y seguir idealizando. A tener ambiciones.

Cada ínfimo momento con él era precioso, inolvidable. Él era inolvidable.

—Gracias, Aioros —El Centauro sólo la miró confundido, ambos estaban tendidos de lado en el suelo, mirándose de frente.
—¿Gracias? ¿Gracias por qué? —Cuestionó a lo que la mujer sonrió y llevó sus dedos a su rostro, haciendo sonrojar al mayor.
—Por todo —Contestó sin más—. Por devolverme la felicidad y curar esta soledad.

Ante esas palabras el muchacho sólo se quedó callado, sintiendo sus mejillas hervir más a cada palabra de la mujer a la que acabó por amar, aún si ella no lo sabía.

Debido a que simplemente Aioros no era consciente de todo lo que significaba para la princesa de la nieve. No tenía idea de que ella pensaba en el cada vez que entonaba melodías o que cada nota que tocaba en su preciada pipa era dedicada a él; el arquero no sabía que él era su fuente de fortaleza en los momentos dolorosos, porque ella quería ser tan fuerte como él.

No llegó a darse cuenta de que Mei lo amaba, hasta que fue tarde.

Y a Mei sólo le quedaba seguir actuando, seguir viviendo como él se lo había pedido, cantando con todo el amor que albergaba en su interior, esperando que la oyera desde el cielo.

Cantando por ella misma y para él.

Para ese hermoso sol que defendió lo que creía y continuó soñando hasta el fin, el sol que aún después de la muerte iluminaba su camino, ese que le dejó una razón para continuar cantando, para seguir viviendo.

Porque el tiempo sigue corriendo, el mundo sigue cambiando y su perdido primer amor la ha transformado, ahora es una mujer diferente, una que ha vuelto a vivir con pasión.

Y es que el extinto Santo de Oro le había enseñado lo que era el amor verdadero, ese deseo de permanecer al lado de una persona, deseo de tomar su mano.

Aioros fue un milagro, su hermoso milagro de abril.

Quien le brindó alegría y sentido a su quebradizo ser, le enseñó a volar y a sentir. En esa primavera ella conoció a la canción más hermosa que pudo crear ese podrido mundo, que lamentablemente tuvo un final demasiado pronto.

Vҽʅαʂ, ɱύʂιƈα ყ αɱσɾ 𝄞𝄢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora