Chapter 3

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Portrier Undersee viene a recogerme para la cena, y la sigo por un estrecho y agitado pasillo hasta llegar a un comedor con paredes de madera pulida. Hay una mesa en la que todos los platos son muy frágiles, y Cassius está sentado esperándonos, con una silla vacía a su lado.

No pasaron menos de quince minutos cuando un hombre alto moreno y musculoso acompañado de una mujer rubia y alta entraran a la habitacion donde estabamos Cassius y yo. Reconozco a la mujer, su nombre es Lyme Rabe, fue la ganadora de los primeros juegos que recuerdo haber visto, yo tendría como cuatro o cinco años, del hombre solo conozco su nombre, Brutus Gunn, nos enseñan en la academia y en el colegio todos los vencedores hasta la fecha pero casi no son vistos por el Distrito, de vez en cuando salen en televisión para promocionar algun producto o algun programa de television.

Cassius se levanta de su silla en el preciso momento en el que los ve llegar y los saluda muy emocionado, sobre todo a Brutus, quien no muestra interés en él. Todos parecen ignorar su emoción de tenerlos cerca y me veo desinteresada en todo este asunto.

-¿Es que acaso no vas a saludarlos, Kayler?-me pregunta Cassius con molestia-Ellos son nuestro único contacto con el exterior cuando estemos en la Arena. No puedo creer lo ignorante que eres. Eres una ignorante, Montgomery.

Voltee mi mirada y no le hice mucho caso a Cassius, eso pareció molestarlo más porque golpeo la mesa furioso.

-¡Mirame cuando te hablo, Montgomery!-grito acercándose a mi.

-Tendrás todo el tiempo del mundo para hacer tus destrozos en la Arena, aquí no-dijo Brutus poniéndose en medio entre el y yo-Lyme, llévatelo.

Lyme lo tomó de la playera que traía puesta y lo guio por un pasillo perdiéndose de mi vista, dejándome sola con aquel gran hombre que me había defendido. ¿Me habra defendido? ¿O solo se habrá preocupado por mandarnos a ambos en una pieza a la arena? Sean las que sean sus intenciones, me a salvado de Cassius.

Brutus se paseo por el compartimento y se sirvió té en una taza de porcelana y tomó dos pequeñas rebanadas de algo que parecía un pastel. Se sento enfrente mio, del otro lado de la mesa y me ofreció té y una rebanada de pastel. Pude observar mejor, a juzgar por su tamaño y nombre de chico rudo, me está sonriendo, es una amplia sonrisa.

-1.80 metros, 87 kilogramos.-dice él sin dejar de mirarme-Cassius Thomas, unos 25 Kilos mas que tu a estado a punto de golpearte y no te has inmutado. ¿Por qué?

-Porque Charles Montgomery de cincuenta y seis años y 25 kilos más que yo, ya me ha golpeado. Señor, un par de golpes de un animal como Cassius no me dan miedo.

Su sonrisa se desbanecio de repente, es comprensible, despues de escuchar un testimonio como el que le habia dado, la gente se sorprende. Mi padre tiene problemas con el manejo de la ira, ha llegado a golpear a mi hermano pero por lo general la cólera siempre la descarga sobre mi. Durante mis casi dieciocho años de vida me ha golpeado en repetidas ocasiones, despues de un tiempo, los golpes dejan de doler tanto.

-Tienes valor, eso me agrada-dice él mientras se lleva un pedazo de pastel a la boca-¿Alguna habilidad? ¿Profesional?

-Soy veloz segun mis instructores y saque un exelente en la última prueba de combate cuerpo a cuerpo-respondo

-Bien, nada mal-responde el terminandose su rebanada-Debes estar agobiada por el dia de hoy, llevate eso a tu habitacion y hablaremos mañana sobre el entrenamiento. Desde ahora, yo te ayudare a salir de aquí con vida ¿Me entiendes?

Me limito a asentir con la cabeza, entonces se va, dejandome sola. Me quedo mirando por la ventana del tren un rato, deseando poder abrirla, pero sin saber qué pasaría si lo hiciera a tanta velocidad. A lo lejos veo las luces de otro distrito. ¿El 3? ¿El 1? No lo sé. Pienso en los habitantes dentro de sus casas, preparándose para acostarse.

Pensar en mi casa me mata de soledad. Ha sido un día interminable. ¿Cómo es posible que Greg y yo estuviéramos hablando de ropa esta misma mañana? Es como si hubiese pasado en otra vida, como un largo sueño que se va deteriorando hasta convertirse en pesadilla. Si consigo dormirme, quizá me despierte en el Distrito 2, el lugar al que pertenezco.

Seguro que hay muchas pijamas en el closet, pero me quito la camisa y los pantalones, y me acuesto en ropa interior. Las sábanas son de una tela suave y sedosa, con un edredón grueso y esponjoso que me calienta de inmediato.

Si voy a llorar, será mejor que lo haga ahora; por la mañana podré arreglar el estropicio que me hagan las lágrimas en la cara. Sin embargo, no lo consigo, estoy demasiado cansada o entumecida para llorar, sólo quiero estar en otra parte; así que dejo que el tren me meza hasta sumergirme en el olvido.

Está entrando luz gris a través de las cortinas cuando me despiertan unos golpecitos. Oigo la voz de Portrier Undersee llamándome a travez de la puerta para que me levante.

-¡Arriba, arriba, arriba! ¡Va a ser un día muy, muy, muy importante!-

Durante un instante intento imaginarme cómo será el interior de la cabeza de esta mujer. ¿Qué pensamientos llenan las horas en que está despierta? ¿Qué sueños tiene por las noches? No tengo ni idea.

Me vuelvo a poner lo que traia puesto ayer porque no está muy sucio, sólo algo arrugado por haberse pasado la noche en el suelo. Cuando llego al comedor, Cassius y Lyme estan hablando del otro lado de la mesa, por lo que veo no hablan muy animadamente porque de vez en cuendo Lyme alza la voz y Cassius solo se limita a mirar hacia otro lado.

-¡Siéntate! ¡Siéntate!-exclama Brutus, haciendo señas con la mano

En cuanto lo hago, me sirven una enorme bandeja de comida: huevos, jamón y montañas de patatas fritas. Hay un frutero metido en hielo, para que la fruta se mantenga fresca, y tengo delante una cesta de panecillos. También hay un elegante vaso con zumo de naranja; bueno, creo que es zumo de naranja.

Después me atiborro de todo lo que puedo, procurando no pasarme con los alimentos más grasos. Mi madre me dijo una vez que siempre comía como si no fuera a volver a ver la comida, y yo le respondí: «No la volveré a ver si no la traigo yo». Eso le cerró la boca.

Cuando siento que el estómago me va a estallar, me echo hacia atrás y observo a mis compañeros de desayuno. Cassius sigue hablando con Lyme, Brutus al igua que yo se lleva a la boca todo lo que es comestible mientras que Portrier nos mira con desaprovacion.

-Okey, Kayler-dice Brututs limpiandose los labios-Esto es lo que va a pasar: Llegaremos a la estacion del Capitolio en un par de minutos y estara a estallar de periodistas y sobre todo de parocinadores para ver los nuevos prospectos del Distrito 2, si tienes algun carisma, sacalo ahi.

-¿Que?-pregunto un poco sorprendida

-Debes hacer que te amen, ese es el secreto para ganar en estos Juegos. Así que cuando lleguemos a la estacioin tienes que sonreír, saludar a todos y ser lo mas simpatica que puedas-

Eso tiene mucho sentido, esto es un espectáculo. Trato de recordar a los otros tributos de años pasados. Recuerdo a uno en específico, Finnick Odair del Distrito 4, lo recuerdo porque ademas de simatico era demasiado guapo, las chicas de mi colegio no dejaron de hablar sobre él durante meses, en la arena, le dieron el regalo más caro jamás visto en los juegos, convirtiéndolo en el ganador más joven. Así que esa es la tactica, ser agradable.

Despues de unos segundos, Lyme y Brutus salen del comedor, dejandonos solos a Cassius y a mi. El tren por fin empieza a frenar y una luz brillante inunda el compartimento. No podemos evitarlo, los dos salimos corriendo hacia la ventanilla para ver algo que sólo hemos visto en televisión: el Capitolio, la ciudad que dirige Panem. Las cámaras no mienten sobre su grandeza; si acaso, no logran capturar el esplendor de los edificios relucientes que proyectan un arco iris de colores en el aire, de los brillantes coches que corren por las amplias calles pavimentadas, de la gente vestida y peinada de forma extraña, con la cara pintada y con buen aspecto. Todos los colores parecen artificiales: los rosas son demasiado intensos; los verdes, demasiado brillantes, y los amarillos dañan los ojos.

Entonces es cuando comienza mi juego por la supervivencia, comienzo a sonreir y a saludarlos a todos como si no hubiera un mañana, en realidad, si no lo hago puede que no haya un mañana.

HUNGER GAMES: THE OLD VICTORYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora