Chapter 5

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El Centro de Entrenamiento tiene una torre diseñada exclusivamente para los tributos y sus equipos. Éste será nuestro hogar hasta que empiecen los juegos. Cada distrito tiene una planta entera, sólo hay que subir a un ascensor y pulsar el botón correspondiente al número del tuyo. Fácil de recordar.

Las paredes de este ascensor están hechas de cristal, así que puedes ver a la gente de la planta de abajo convertirse en hormigas conforme sales disparada hacia arriba. Es emocionante y me siento tentada de preguntarle a Potria Undersee si podemos volver a subir, pero, por algún motivo, creo que sonaría infantil. Al parecer, las tareas de Potria no concluyen en la estación, sino que Brutus, Lyme y ella nos supervisarán hasta que lleguemos al mismísimo campo de batalla.

Mi alojamiento es más grande que mi casa en el sector norte del Distrito 2; es lujoso, como el vagón del tren, y tiene tantos artilugios automáticos que seguro que no me da tiempo a pulsar todos los botones. Sólo en la ducha hay un cuadro con más de cien opciones para controlar la temperatura del agua, la presión, los jabones, los champús, los aceites y las esponjas de masaje. Cuando sales, pisas una alfombrilla que se activa para secarte el cuerpo con aire. En vez de luchar con los enredos del pelo húmedo, coloco la mano en una caja que envía una corriente eléctrica a mi cuero cabelludo, de modo que tengo el cabello desenredado, peinado y seco casi al instante.

Programo el armario para que elija un traje a mi gusto. Las ventanas amplían y reducen partes de la ciudad, siguiendo mis órdenes. Si susurras el tipo de comida que quieres de un menú gigantesco en una especie de micrófono, la comida aparece calentita en menos de un minuto. Recorro la habitación comiendo pan esponjoso hasta que llaman a la puerta. Es Potrier, para decirme que es la hora de cenar.

Cuando llego al comedor, están Lyme y Cassius cenando, aguantando la mirada uno contra otro, retandose ambos. No han tenido buen inicio segun lo que me ha dicho Brutus, o al menos no un buen comienzo como el nuestro. La cena se vuelve aun mas tensa cuando el equipo de preparacion, quienes se han unido a nuestra cena, comienzan a elogiar mi aspecto y mi manera de desembolverme con los patrocinadores y con la gente en especial. Siento la mirada de odio que me lanza Cassius durante lo que resta de la cena, en sus ojos puedo ver que se debate entre matarme ahora o esperar a la arena.

Mi noche se llena de sueños inquietantes. Imágenes sangrientas de los anteriores Juegos del Hambre, y con Greg, tan delgado y aterrorizado. Me despierto gritándole a mi padre que deje de golpear a mi hermanito. El alba empieza a entrar por las ventanas, y el Capitolio tiene un aire brumoso y encantado. Me duele la cabeza y me parece que me he mordido el interior de la mejilla por la noche; lo compruebo con la lengua y noto el sabor a sangre.

Salgo de la cama poco a poco y me meto en la ducha, donde pulso botones al azar en el panel de control y termino dando saltitos para soportar los chorros alternos de agua helada y agua abrasadora que me atacan. Después me cae una avalancha de espuma con olor a limón que al final tengo que rasparme del cuerpo con un cepillo de cerdas duras. En fin, al menos me ha puesto la circulación en marcha.

Después de secarme e hidratarme con crema, encuentro un traje que me han dejado delante del armario: pantalones negros ajustados, una túnica de manga larga color burdeos y zapatos de cuero. Me recojo el cabello en una coleta alta y me dirigio a desayunar.

Brutus no me había dado una hora exacta para desayunar y nadie me había llamado, pero tengo tanta hambre que me dirijo al comedor esperando encontrar comida. Lo que encuentro no me decepciona: aunque la mesa principal está vacía, en una larga mesa de un lateral hay al menos veinte platos. Un joven, un avox, espera instrucciones junto al banquete. Cuando le pregunto si puedo servirme yo misma, asiente. Me preparo un plato con huevos, salchichas, pasteles cubiertos de confitura de naranja y rodajas de melón morado claro. Mientras me atiborro, observo la salida del sol sobre el Capitolio. Me sirvo un segundo plato de cereales calientes cubiertos de estofado de ternera. Finalmente, lleno uno de los platos con panecillos y me siento en la mesa, donde me dedico a cortarlos en trocitos y mojarlos en el chocolate.

HUNGER GAMES: THE OLD VICTORYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora