Chapter 2

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Una vez fui al colegio con un mal tinte de cabello rosado chillon. Por todo el año escolar, las chicas y los chicos de mi grado se burlaron de mi. Tenia toda clase de apodos y siempre que iba al colegio sentia las miradas sobre mi, criticandome y jusgandome.

Asi me sentia en estos momentos. Solo que mi error esta vez no habia sido un mal tinte de cabello. No me di cuenta de mi error hasta que llegue al escenario al lado de la mujer del Capitolio. Todos gritaban, chiflaban y victoriaban emocionados.

-¿Cual es tu nombre?-me pregunto Portrier Undersee

-Ka-Kayler Montgomery-la tartamudes en esos momentos se apoderó de mi, mis piernas flaqueaban y mi mano no dejaba de temblar

-¿Que edad tienes?-me pregunto esta vez el Alcade Hunter

-Cumplo 18 en Agosto-respondo

La gente sigue gritando con emoción mi nombre pero entre el público no está mi familia, no está mi padre o mi madre, ni siquiera mi hermana y su estupido novio, solo hubico a un pequeño niño, delgado y torpe que me mira desde la parte trasera de la plaza.

Fue ahi cuando supe que habia cometido un gran error. Pense en mi misma pero no pense en la pequeña personita que depende de mi. Greg.

Desde que nació mi pequeño hermano, yo he sido más su madre que la mujer que lo tuvo dentro de su vientre durante nueve meses. Porque aunque nunca nos falto dinero, si nos faltaba figura materna y paterna. Mi padre se la pasaba de mujer en mujer engañando a mi madre y ella se metia en su trabajo, cuando no estaba trabajando, estaba bebiendo asi que nunca estuvo en casa.

A los seis o siete años, con una hermana de ocho años y con un hermano casi recien nacido, me convertí en la cabeza de familia; no había alternativa. Compraba comida en el mercado, Ermine la cocinaba como podía, e intentaba que ella y yo estuviésemos presentables porque, si se hacía público que mi madre no estaba para cuidarnos, nos habrían enviado al orfanato de la comunidad.

Había crecido viendo a aquellos chicos en el colegio: la tristeza, las marcas de bofetadas en la cara, la desesperación que les hundía los hombros. No podía dejar que le pasara a Greg, al tierno y diminuto Greg, que lloraba cuando yo lloraba sin tan siquiera saber la razón. El orfanato lo habría aplastado como a un gusano, así que mantuve en secreto nuestras dificultades.

No habia pensado en él, habia sido egoista. Desde que mi hermana tiene novio, es mas, yo creo que desde antes, dejó de ayudarme con Greg, asi que practicamente soy lo unico que tiene en la vida, no sabe amarrarse las ajugetas, no sabe calentar comida, no sabe cómo comerciar con la gente del mercado ni siquiera puede levantar un galon de agua sin que se canse a los cinco pasos ¿Que va a ser de él si yo llego a morir en la arena? El miedo comenzo a apoderarse de mi, tenia ganas de bajarme de ese escenario, decir que me habia arrepentido, gritarle a Isabel Bonnie que le regreso su lugar, pero ya no era posible.

Salgo de mi estado de shock cuando veo a otro cuerpo subir a escenario: Es un chico rubio alto y muy musculoso. De repente lo recorde; ese chico es Casius no se que mas. Tiene unos 18 años, lo se porque es parte de la Academia y va en mi mismo colegio. El a pasado los ultimos cinco años atormetandome con sus absurdos rumores sobre mi, sobre mi familia. Es de la clase mas privilegiada del Distrito 2, a ese chico nunca le a faltado nada, es fuerte, veloz, muy competitivo. Definitivamente habia cometido un error al convertirme voluntaria.

El alcalde termina de leer el lúgubre Tratado de la Traición, y nos indica a Cassius y a mí que nos demos la mano. El tacto de su mano es aspera y sin delicadeza. Nunca habia visto lo negros que son sus ojos, es como si estuvieran vacios, pero con muchas emociones, sus ojos desbordaban una emocion inmensa como si estuviera deseando llegar a la arena para cortarme el cuello. Suena el himno de Panem y ahi acaba la ceremonia.

En cuanto acaba el himno, nos ponen bajo custodia. No quiero decir que nos esposen ni nada de eso, pero un grupo de agentes de la paz nos acompaña hasta la puerta principal del Edificio de Justicia. Quizás algún tributo intentase escapar en el pasado, aunque yo nunca lo he visto.

No me sorpende que el unico que entra a verme sea Greg. Extiendo los brazos hacia Greg, y el se sube a mi regazo y me rodea el cuello con los suyos, apoyando la cabeza en mi hombro, como hacía cuando era un bebé. No hablamos durante unos minutos, pero después empiezo a decirle las cosas que tienen que recordar hacer, ya que yo no estaré para ayudarlo.

-Greg mírame-le digo obligándome a verme-Obliga a Erme a ver cómo estás por lo menos una vez a la semana. No pidas Teselas, por más que tus amigos lo hagan para salir más veces en el sorteo, tú no lo hagas.

-Sabes, puedes ganar-dice Greg-Eres buena con en el combate cuerpo a cuerpo y eres rápida. Intenta volver a casa

En eso, entra un agente de la Paz que le indica a mi hermano a retirarse de ahí. Dejándome en soledad por unos minutos. Del otro lado del pasillo podía escuchar a la familia de Cassius, además de desearle suerte, gritaban su nombre y festejaban por su aparente victoria.

He hecho bien en no llorar, porque la estación está a rebosar de periodistas con cámaras apuntándome a la cara, como insectos. Pero tengo mucha experiencia en no demostrar mis sentimientos, y eso es lo que hago. Me veo de reojo en la pantalla de televisión de la pared, en la que están retransmitiendo mi llegada en directo, y me alegra comprobar que parezco casi aburrida.

Tenemos que quedarnos unos minutos en la puerta del tren, mientras las cámaras engullen nuestras imágenes; después nos dejan entrar al vagón y las puertas se cierran piadosamente detrás de nosotros. El tren empieza a moverse de inmediato.

Al principio, la velocidad me deja sin aliento. Obviamente, nunca había estado en un tren, ya que los ciudadanos tenemos prohibido viajar de un distrito a otro.

El tren de los tributos es aún más elegante que la habitación del Edificio de Justicia. Cada uno tenemos nuestro propio alojamiento, compuesto por un dormitorio, un vestidor y un baño privado con agua corriente caliente y fría.

Hay cajones llenos de ropa bonita, y Portrier Undersee me dice que haga lo que quiera, que me ponga lo que quiera, que todo está a mi disposición. Mi única obligación es estar lista para la cena en unas cuantas horas. Me quito el vestido blanco de la cosecha y me doy una ducha caliente. Es como estar bajo una lluvia de verano, sólo que menos fría. Me pongo una camisa de color verde oscuro y unos pantalones.

Por ahora, todo me recuerda a casa, no se si eso sea bueno o malo.

HUNGER GAMES: THE OLD VICTORYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora