No tengo ganas de estar en la misma fiesta que el Presidente Snow pero debo estar ahi porque todo el munco estara ahi. La fiesta que se celebra en la sala de banquetes del presidente Snow no tiene comparación. El techo, de doce metros de altura, se ha transformado en un cielo nocturno, y las estrellas tienen el mismísimo aspecto que en casa. Supongo que también se ven así desde el Capitolio, pero ¿cómo saberlo? Siempre hay demasiada luz en la ciudad como para ver las estrellas. Más o menos a medio camino entre el suelo y el techo, los músicos flotan en lo que parecen ser esponjosas nubes blancas, aunque no veo qué es lo que los mantiene en el aire. Las tradicionales mesas de comedor han sido sustituidas por innumerables sofás y sillones, algunos alrededor de chimeneas, otros junto a olorosos jardines de flores o estanques llenos de peces exóticos, de modo que la gente pueda comer, beber y hacer lo que le plazca con el máximo confort.
En el centro de la sala hay una amplia zona embaldosada que sirve para todo, desde pista de baile a escenario para los intérpretes que vienen y van, pasando por espacio para mezclarse con los invitados, que van vestidos con total extravagancia.
Sin embargo, la verdadera estrella de la noche es la comida, mesas cubiertas de manjares alineadas junto a las paredes. Todo lo que pueda imaginarse y cosas con las que nadie habría soñado esperan a que las consuman: vacas, cerdos y cabras enteros asándose en espetones; enormes bandejas de aves rellenas de sabrosas frutas y frutos secos; criaturas del océano salpicadas de salsa o suplicando bañarse en mejunjes especiados; incontables quesos, panes, verduras, dulces, cascadas de vino y arroyos de licores en llamas.
Llegan caras nuevas, intercambiamos nombres, me hacen fotos. No me hace falta buscar compañía, todo el mundo quiere estar conmigo. En cada mesa encuentro nuevas tentaciones e, incluso con mi restringido régimen de un bocado por plato, empiezo a llenarme rápidamente. Elijo un pajarito asado, le doy un mordisco y se me llena la boca de salsa de naranja. Delicioso.
Entonces comienza la musica que le dice a todas las personas que deben comenzar a bailar con una pareja, todos quieren bailar conmigo, los hombres se juntan a mi y me suplican bailar una cancion con ellos pero alguien inesperadamente toma mi mano y me mete a la pista, salvandome de aquellos depredadores. Todos le reclaman y le insultan, pero el hombre a quien me aferro, se defiende.
-Señores, lamento interumpir lo que seria un gran intento de cortejo a mi chica pero lamento decirles que ya tiene pareja.-dice el chico. Levanto mi mirada para saber quien es mi salvador y me encuentro el atractivo rostro de Finnick Odair
Los hombres que estaban alrededor de mi se fueron pidendole disculpas a Finnick por haberlo insultado, algunos se fueron murmurando por lo bajo insultos, pero Finnick no solto mi mano hasta que se fueron.
-¿Que haces aqui?-le pregunto
-Los Vencedores venimos a estas fiestas cada año-me dice apuntando a un puñado de personas recluidas en una mesa de comida.-Vine a salvarte, no parecias muy comoda aqui. Asi que vine aqui para bailar contigo. El tango es de mis preferidos, yo te enseñare a bailar.
Me pego a su cuerpo y me movio como el sabia hacerlo. Al instante la gente de alrededor dejo de bailar dejandonos a Finnick y a mi el espacio para hacerlo. El parecia encantado, yo solo seguia lo que el hacia. Se movia con tanta facilidad que resultaba hipnotizante ver como se movian sus pies, su tacto no me molesta o me incomoda, a decir verdad, me gusta esto y el como el lo hace, causa que me guste bailar. Cuando termina la cancion, me quedo con ganas de mas.
Charlamos sobre la fiesta, sobre la música, sobre la comida y después me imita de una manera muy comica.
Me despido de el cuando Neferet me dice que debo volver a mi habitacion del centro de tributos y prometo ir a visitarlo en unas semanas. Recorremos las calles en un coche de cristales oscuros. Detrás de nosotros, otro coche lleva a los equipos de preparación. La muchedumbre en plena celebración es tan numerosa que avanzamos poco a poco.
Cuando entro a mi habitacion, Brutus, Lyme y Neferet estan en la sala y cuando me ven llegar se levantan con una expresion seria en sus rostros. ¿Que habra pasado? ¿Se habran enterado de lo que Snow me dijo? ¿Estaran molestos?. Ahi tambien estan los chicos de mi equipo de preparacion, llorando y lamentandose, cuando entro, todos se van del lugar, me miran con pena.
Entonces, Brutus se levanta y se acerca a mi invitandome a sentarme con ellos. En sus miradas tambien habia pena, me veian con pena, como se le ve a un cordero antes de llevarlo al matadero. Sea lo que sea, es malo.
-Kayler...-dice Brutus- Han llamado, del Distrito 2.
Mi sonrisa que aun seguia en mi rostro se desvanece como nieve en verano, un silencio mortal reina entre nosotros cuatro. Se que esto tambien los ha tomado por sorpresa porque estan vestidos de gala, se que acaban de salir de la fiesta en la que tambien estaba yo pasandola bien por primera vez en varias semanas.
-Tu familia a desaparecido, Kayler-suelta Brutus.-La casa de tus padres esta completa, sus pertenencias están ahi, pero nadie los vio salir. Greg no volvió de la escuela, nadie lo vio entrar o salir.
-Greg...-
-No hay rastro de ellos-dice Lyme
Todo se me derrumbo entonces, lo habia perdido todo.
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HUNGER GAMES: THE OLD VICTORY
FanfictionKayler Motgomery es una chica de 18 años quien por aprobación de su familia termina enrollada en los 69º Juegos Del Hambre ¿Lograra salir con vida? LIBRO 1 DE 3