Lo que dejaste

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12 horas antes

Después del accidente aéreo en el que murió Eddie, Gianna se encuentra en un estado de angustia incontrolable. Los días siguientes al entierro de Eddie, estuvo encerrada en su casa, paralizada por el miedo que Fernando, el cuñado de Eddie, pudiera aparecer en cualquier momento para cumplir con sus amenazas. Finalmente, se armó de valor para asistir a la audiencia del caso, donde se confirmó lo que más temía: el accidente de Eddie había sido provocado.

Aquella noche, mientras caminaba de regreso a casa, sentía cada sombra y cada movimiento como una amenaza inminente. Su paranoia era justificada. De repente, un fuerte golpe en la cabeza la hizo perder el conocimiento, y todo se volvió oscuridad.

Abro mis ojos lentamente. Todo está oscuro. ¿Dónde estoy?

Un dolor agudo recorre mi cabeza y mi espalda. Siento algo húmedo en mi cuello... ¿Es sangre? Intento moverme, pero mis manos y pies están atados. Una bolsa de tela me cubre el rostro, dejándome en completa oscuridad. La desesperación se apodera de mí, y no puedo contener un grito de auxilio.

—¡Ayuda! ¡Ayuda, por favor!

Una voz masculina responde con frialdad:

—No creo que gritar aquí sea una buena idea. Nadie podrá escucharte.

Mi corazón se acelera. Siento cómo alguien se acerca y retira la bolsa de mi cabeza. Mis peores miedos se materializan cuando veo a Fernando, el cuñado de Eddie, frente a mí, una sonrisa sádica en su rostro.

—Hola, bonita. ¿Cómo has estado?

—¿Qué estoy haciendo aquí? —mi voz apenas es un susurro.

—Te dije que necesitaría tu ayuda —responde con tono burlón.

—Te dije que no puedo ayudarte en nada —mi voz se quiebra, pero intento mantenerme firme.

Fernando se inclina hacia mí, sus ojos brillando con malicia.

—Claro que puedes. Afuera hay un helicóptero. Lo volarás hasta la costa, dejarás unas "cosas" para mí y luego regresarás aquí. Sencillo, ¿no?

No tengo otra opción. Asiento lentamente, evitando su mirada. Fernando suelta una risita, me coloca de nuevo la bolsa sobre la cabeza y desaparece.

Varias horas después...

Estoy agotada, mis muñecas arden por las cuerdas que las atan, y la oscuridad me hace sentir atrapada en una pesadilla interminable. El olor a carne podrida en el aire me revuelve el estómago, y el calor sofocante me hace difícil respirar. El cansancio me pesa, pero tengo miedo de cerrar los ojos y no saber qué me harán mientras duermo.

—¿Así que vuelas helicópteros? —una voz femenina rompe el silencio.

Es otra chica, y aunque es ilógico, su presencia me ofrece un poco de consuelo.

—Bueno, aprendí a volar aviones. Es completamente diferente, pero también he volado helicópteros —respondo, tratando de mantener la calma.

La chica se acerca y, para mi sorpresa, retira la bolsa de tela de mi cabeza. Antes de que pueda decir algo, Fernando entra en la bodega, se acerca a ella y le planta un beso en los labios.

—Bueno, es hora de que demuestres lo que sabes hacer, volar helicópteros. Edna te acompañará, y se asegurará de que todo salga bien. Así que no intentes nada estúpido, ¿de acuerdo?

Edna me toma del brazo y me guía hasta el helicóptero, donde finalmente desatan mis manos. Subo al asiento del piloto, y siento la tensión en el aire. No tengo margen de error.

Despegamos. Una vez en vuelo, me doy cuenta de que el helicóptero es casi imposible de maniobrar; está demasiado cargado y la gravedad hace que mantener el control sea un desafío constante. Aun así, sé que mi vida depende de esto, y no pienso rendirme.

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Gracias por leer un capítulo más de MONACO. 😊

¡Un abrazo! 💓
Nos leemos el próximo Jueves 🤓

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