9. Concierto y desconcierto

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Una hora más tarde, habiendo salido de su cuarto ya vestido después de la ducha, Vicente es abordado por su hermano a la bajada de la escalera. Lo invita al patio delantero.

-Es... ¡Es perfecta! ¡¿Cómo?! -Vicente alucina en colores al verse delante de una lujosa nueva camioneta, más grande, de doble cabina y ruedas que la hacen lucir más como un camión de carga.

-Un crédito. Sabes que he estado hablando con don Mateo para endeudarme con el banco y poder tener transporte decente para la banda -el líder de los Acid Rancid Freaks no duda en mentir a su baterista prodigio, que resulta también ser su hermano. La camioneta fue enteramente pagada en efectivo con el dinero robado de la casa del narco que trató de matarlos seis días atrás.

-¿Don Mateo accedió? yo mismo se lo agradeceré cuando lo vea. Te costó convencerlo ¡pero lo hiciste! -celebra Vicente más por su hermano que por él mismo. Sabe lo mucho que Ramiro sufría por su vieja Picky, mucho tiempo antes de los destrozos que recibiera la pobre a punta de escopetazos.

-Ni se lo menciones. Ya sabes que el viejo no sabe relacionarse bien con la gente. Quizás qué caras te ponga o con qué mierda te salga -le aconseja, con una naturalidad muy convincente.

Su hermano pequeño se sube a la pisadera de la compuerta del pick up.

-¡Esto es un maldito lujo, Rami! Caben todos los instrumentos y sobra espacio para el equipo de amplificación.

-Por esa misma razón la escogí. Oye, Bicho. Eso que hay ahí es tuyo -le ofrece una caja de cartón de un metro de largo y unos cuantos centímetros de ancho que yace en el piso de la pick up.

-¿Qué es esto?

-No tuviste tiempo de reparar el hi-hat. Y no tienes suficiente tiempo para hacerlo entre hoy y el concierto de mañana. Así que nos solucioné un problema a todos.

-Oh... El concierto. ¡El hi-hat! ¿Esto es un pedal?

-Es todo el maldito cuerpo del hi-hat. Casi compro una batería completa nueva, pero tengo que invertir el resto del crédito en otras cosas.

-Sabes que no te la hubiera recibido, mi batería sigue siendo una vikinga y no la pienso reemplazar. Pero aprecio el gesto -sonríe Vicente-. Gracias Rami.

-No hay de qué -responde someramente, comprimiendo sus emociones de alegría dentro de él-. Oye, ¿y tú no estabas tan enojado?

Vicente aterriza en el suelo con la caja en los brazos.

-Lo sigo estando.

-Tu cara dice todo menos eso.

-Este fantasma tiene que ir a ensamblar estos fierros.

-No bromeaba, ¡necesitas broncearte! -le grita a su hermano que regresa a la casa.

Ramiro toca la carrocería despampanante de su nueva Silverado 4x4. «Por fin un poco de justicia divina» piensa para sí.

***

Con la caja intacta en el piso de su cuarto, Vicente toma su teléfono y abre la app de mensajería.

<Estás ahí? 👀>

Su mensaje es recibido y visto en el mismo segundo. Ella está en línea y con su chat abierto.

<Aki ta! 🙈>

Le responde Sofía. Sonríe de alivio.

<😌😉>

<Qué haces?>

Sus nervios son severos. Es lo único que se atreve a escribirle.

<Nada, estoy literalmente de cabeza en la cama 🙃>

Lujuriosos Píxeles de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora