18. Al caer la noche I

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Primero las zapatillas. La chica se las quita con sus mismos pies. Luego se baja el pantalón, tan apresurada como puede.

Mira de reojo a Vicente. Éste se encuentra en la puerta mirando hacia el otro lado, tan nervioso como un virgen adolescente de diecisiete podría estarlo.

Sofía se baja los calzones y, desnuda de la cintura a los pies, se mete a la tina.

-Vicente.

Su tímido amigo, que tantas otras veces no reaccionó a sus sutiles insinuaciones, esta vez se atreve a verla.

«Dios, Vincent... Aquí voy, mírame, todo lo que te dije es cierto...»

Manteniendo el contacto visual, Sofía descarga sus aguas, parada en la loza blanca de la tina.

Se le escapa un gemido que no trata de tapar. Son sus ojos los que se cubre con las manos, cortando así el vínculo entre miradas. El pudor y el repentino miedo a ser juzgada son instintos que no hay consciencia que los reprima en esta situación.

La ultima gota cae de una de sus rodillas entre sus pies. Temblando, callada, rogando haber tomado la decisión correcta, espera que su amigo diga o haga algo. Lo que sea.

Como nada pasa, se arma de valor y busca sus ojos una vez más.

Vicente Santacruz, su querido Vincent permanece en su sitio, asombrado. Como queriendo pronunciarse sin poder encontrar las palabras. Para Sofía, esa expresión de sorpresa era una de tantas que la hacían sentir cómoda y tan segura como solo él sabía conseguir.

Ella sonríe. Él, irremediablemente, también.

Dejan escapar suspiros a la vez. La tensión se vuelve alivio y el alivio, confianza. Risas nerviosas. Tan propias de ambos. Y unos ojos que más que miradas ofrecen cariños.

-¡Ay... Vincent...!

-Eso fue...

Ella se silencia, expectante.

-No lo sé...

-¿Malo? -pregunta la chica con miedo, tapándose la entrepierna con las manos.

-¡No! ¡No! ¡Jamás creería que eso! -exclama Vicente dando dos pasos hacia Sofía. Se detiene al verla cubrirse.

-¿Entonces?... -ella necesita saber lo que piensa.

-Sofía... Dime algo.

La chica asiente rápidamente con la cabeza.

-¿Está mal que me excite tanto si esto que te pasa... No quieres que te pase? -interroga a su amiga con esa misma honestidad con la que ha sabido conquistarla sin darse cuenta.

Ella lo había tomado de la mano y arrastrado hasta el baño para enseñarle qué tan ciertas eran sus pulsiones. Hasta su orgasmo estuvo lejos de sentirse bien.

Que su adorado Vincent confiese sentirse excitado, tan excitado es algo que no esperaba.

¿Está mal?

Sofia hace gala de su agilidad y de un salto abandona la tina y se enfrenta a la figura inmóvil de Vicente, atacándolo endemoniadamente con un beso desesperado.

Éste queda atrapado entre la puerta y Sofía. Las manos de ella lo acarician y tocan con una lujuria tal, que esa excitación previa al verla correrse ante sus ojos, contenida por su profundo respeto hacia ella, queda oficialmente libre de ataduras.

Se aferra de sus caderas y se permite corresponder a esas manos deliciosamente imprudentes y a esa boca ávida de pasión que consume la suya.

Sus palmas se deslizan a través de la tersa piel desnuda de Sofía. Esas nalgas bien redondeadas y firmes llenan sus manos, y a la vez el básico instinto que se satisface con la abundancia. Las aprieta y abre al tiempo que las empuja hacia sí, obligando a la entrepierna humedecida de la chica a elevarse hasta sentir la palpitante dureza de su miembro.

Lujuriosos Píxeles de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora