17. Incontinencia Emocional

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-No puedo hacer esto -Vicente se levanta del suelo, tambaleante. La debilidad física propia de la convalecencia le juega en contra. Necesita salir de esa habitación. Ella lo abruma en demasiados sentidos.

Al primer paso que su amigo da, Sofía se pone de pie en alerta. Está visiblemente mal. Podría caerse en cualquier segundo.

-Ya no puedo confiar en ti -dice de pronto. No importa lo que digas, ni cómo lo digas. No te creeré... porque verte me hace demasiado daño.

Sofía se toma el pecho muy angustiada. La oportunidad de responder a las dudas y aclararlo todo, se ve cancelada súbitamente.

-¿Por qué ya no confías en mí? -pregunta ella, tratando de sortear ese imposible muro que Vicente acaba de poner entre ellos.

-No entiendo, no entiendo por qué me preguntas eso. ¡Tú sabes lo que has hecho!

-¡Te juro que no lo sé! ¡Vicente! ¡No lo sé! Y es cierto que no he sido honesta contigo, y que hay cosas de mí que no te he dicho por vergüenza y por miedo a tu rechazo, pero te juro que nunca esperé que, al no decírtelo, podrías llegar a odiarme así -se quiebra su voz-. Dime por qué Vicente, te lo pido por favor...

El chico, sin poder mirarla, se arranca el parche del cuello. La sutura de la puñalada está hinchada y enrojecida. Sofía la ve.

-Esto no me lo hizo tu maldito tío. ¡Me lo hice yo mismo por haber creído en ti! No sientes ni un poco de vergüenza ¿verdad?

El nudo en el estómago de Sofía es cruel. No puede ver esa herida por más de unos segundos.

En todos estos días, cada vez que trataba de recordar el momento exacto dónde Vicente fue apuñalado y Damián cayó muerto, solo hay sensaciones. Pero no imágenes. ¿Qué pasó realmente en ese momento?

-Vicente... ¡Dios! ¡Por favor, escúchame! -le suplica por su atención-. ¡Yo no puedo recordar lo que pasó! ¡Te lo juro por lo que más quieras!

El muchacho respira agitado tapándose la herida, cerrando los ojos con la cara volteada. No responde.

-Vicente... -Sofía se trata de calmar para que lo siguiente que diga le haga sentido a su amigo-. Cuando Damián te disparó... yo traté de detenerlo. Supe que estabas ahí cuando tu celular sonó y te vi abriendo la puerta. Traté de advertirte e intenté detenerlo. En ese momento pensé que te habría asesinado... Y que ya no había vuelta atrás. Que la siguiente sería yo. Y entonces me golpeó. Justo aquí -Sofía le enseña la herida de su cabeza rogando que la vea, aunque sea un poco. Él no la mira.

-Me golpeó con la pistola y me dieron cinco puntadas. Perdí mucha sangre. -prosigue su relato-. En el hospital, me hicieron una tomografía cuando me preguntaron si había perdido la consciencia. Eso pasó, Vicente. Y no la recobré hasta después que ya estabas herido con el cuerpo de Damián sobre ti.

Vicente saca el celular de su bolsillo. Lo mira con dificultad. Tarda unos segundos, pero la encuentra; una llamada pérdida de Ramiro dentro del rango de tiempo en que estuvo en la casa aquel sábado. Él no la oyó, pero eso explicaría por qué se encontró con el cañón apuntándolo al abrir la puerta.

Tampoco recuerda haber oído a Sofía gritar, pero los balazos saturaron el ambiente como si una tormenta eléctrica cayera justo encima de la casa. ¿Significa eso que el primer disparo no le volara la cabeza sí pudo ser debido a la intervención de ella?

La sangre en la cara de Sofía era otra de las cosas sin sentido que ahora calzan. No pudo atreverse a ver la herida que ella le mostró recién, sin embargo, asume que está ahí porque, dentro de todo, nadie tendría los cojones para mentirle así.

Lujuriosos Píxeles de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora