Investigación

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Investigación

La puerta del departamento estaba cerrada con llave, como Abelard lo había supuesto. De una sola patada de Hewett, uno de sus matones, la puerta se abrió de par en par, dejando ver aquel impecable lugar.

–Busquen en todos lados–Ordenó Abelard–. No dejen ni un sitio sin revolver…

Hewett y Jolan asintieron al mismo tiempo y se dirigieron a la única habitación de aquel departamento para comenzar a revisar por todos lados algo que les indicara que Henry seguía con vida. Abelard, por su parte, se quedó en la sala de estar, observando a su alrededor.

A simple vista, parecía la casa de un tipo normal. Los sillones eran blancos, al igual que las paredes y la alfombra, lo que le daba un aspecto algo frío. Sobre una repisa, había varias fotos de Mike junto con una mujer muy parecida a él –Su hermana– pensó. Siguió recorriendo el lugar con la mirada, pasando por el televisor frente a los sillones, la mesa ratona que aún tenía una taza vacía encima. Una taza…

Abelard se acercó y examinó cuidadosamente la misma. Aún tenía restos de café pegados, por lo que supuso que alguien había bebido de allí hace rato. Se preguntaba si Mike volvería del trabajo esa tarde o si en realidad había abandonado el departamento.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por sus dos matones, quienes salieron de la habitación en ese momento. Hewett tenía algo en su mano.

–Es un celular –Le indicó el sujeto –. Es del mocoso –Agregó. Y una sonrisa torcida se dibujó en el rostro de Abelard–.

Sí. Ahora sabían que Mike había secuestrado a Henry ¿Pero eso que garantía le daba de que seguía con vida? Tomó el aparato y lo examinó. Estaba apagado, de esa manera, nadie podría haberlo rastreado. Abelard suspiró y llevó un dedo al entrecejo, pensante.

–No le diremos a Henry sobre esto. Solo le dará esperanzas –Hewett y Jolan asintieron –. ¿Encontraron algo más?

–Sí… De hecho –Respondió Jolan algo dudoso de seguir hablando o simplemente mostrarle–. Será mejor que lo vea por su cuenta, señor…

Los dos hombres guiaron al alemán hacia el cuarto. Abrieron el último de los cajones de aquella cómoda de madera clara, que se encontraba frente a la enorme cama, y dejaron ver su interior.

El azabache empalideció ligeramente al ver aquello. Parecía ser un mini–arsenal de juguetes sexuales: dildos, cuartas, fustas, anillos para el pene, e incluso había un especie de palito de acero quirúrgico que Dios sabe para qué era y él, sin ser Dios, lo sabía muy bien.

–No está muerto –Aseguró –Pero me temo que la está pasando mucho peor…

– ¿Cómo lo sabe? –Cuestionó Jolan –.

–Según lo que nos dijo Alexander, Mike tenía una ligera obsesión por Henry –Comentó saliendo de la habitación, siendo seguido por sus hombres–. Y por lo visto, es del tipo de sujeto que le gusta el sadismo, así que, o secuestró, violó y mató a Henry, o lo secuestró y lo mantiene cautivo en otro lugar para abusar de él y cumplir todas sus fantasías sexuales cuando se le dé la gana…

Los dos hombres detrás de él, que lo seguían por el pasillo, escuchaban atentos cada detalle.

–Entonces… ¿Ayudaremos a Johann? –Preguntó Hewett luego de que Abelard llamara al ascensor – ¿A pesar de que su paga no es buena?

–No solo lo ayudaremos, Hew –Las puertas del ascensor se abrieron y los tres hombres entraron en él–. También vengaremos todo lo que ese cerdo le haya hecho al mocoso…

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-Johann, es el cuarto vaso que te tomas, y tú no sabes beber. Deberías parar ahora – Alexander, del otro lado de la barra intentaba hacer que Johann dejara de beber, pero le resultaba imposible.

– ¡Cagllate! *hip*¡Nog estoy ebriog! –El rubio bufó algo molesto. Agradecía que el bar estuviese cerrado y que no haya nadie en esos momentos–.

A pesar de ser alguien muy tranquilo, Johann lograba sacarlo de sus casillas a veces. El sonido de su celular con una melodía algo divertida lo sacó de sus pensamientos. Miró la pantalla del móvil y atendió.

–Abel… Tienes algo –Afirmó seguro–.

– ¿Cómo lo sabes? –Preguntó del otro lado de la línea–.

–De otra forma no me llamarías. Dime que fue lo que hallaste.

–No es algo muy agradable ¿Está tu amigo cerca?

Alexander observó a Johann, quien estaba frente a uno de los espejos del bar, hablando con su propio reflejo sobre… ¿Carreras de caracoles? Suspiró.

–Lo está. Pero está tan ebrio que dudo siquiera que note mi presencia…

–De acuerdo, porque lo que tengo que decirte no es nada lindo…

–Vamos, sólo dime… –Exigió el menor frunciendo ligeramente el ceño, observando como Johann comenzaba a desvestirse mientras bailaba frente al mismo espejo.

–Henry está vivo.

– ¿Y por qué esto no iba a agradarme?

–Mike debe tenerlo encerrado como su esclavo sexual. Pero no en su departamento. Parece que no ha estado allí en semanas.

Volvió a suspirar y frunció el ceño. Definitivamente Johann no debía enterarse de ello. A saber de qué forma reaccionaría.

– ¡¡¡HENRYYYY!!!! –Gritó llorando el pelinegro, intentando abrazar su reflejo – ¡Lo lamento! ¡Por favor regresa! –Alex relajó sus expresiones, haciendo una mueca de tristeza. Odiaba ver a su amigo así.

Colgó el teléfono y sirvió dos vasos de wiski y se acercó a su amig , quien ahora se encontraba sentado en una mesa, aún frente al espejo, para darle uno, mientras él se bebía el otro. Johann aceptó el trago con los ojos rojos y las mejillas húmedas. Alexander no lo había visto llorar desde que Henry había desaparecido. De hecho, su amigo solo había mostrado esa parte de él llena de ira e impotencia, pero ahora, llorando, semi–desnudo y mirando a la nada lo sentía tan… Frágil…

Volvió la vista a su bebida, sin mirar realmente aquel líquido transparente, pensando en la mejor forma de ayudar a su amigo. Mordió su labio y dio un último sorbo, vaciando aquel recipiente de vidrio. Posó su mano en la espalda de Johann para sobarla. Él, por su parte, agachó la cabeza y comenzó a sollozar, apretando fuertemente el vaso entre sus manos.

–Lo encontraremos, Joh. Te lo prometo –Aseguró el rubio, tragando saliva. Sabía que no debía hacer promesas de las cuales no estaba seguro poder cumplir, pero no podía evitarlo, no viendo a Johann así. Y en esos momentos, deseaba que aquellas promesas se hicieran realidad, solo para volver a ver contento y radiante a Johann, como acostumbraba a ser.

Fin del Capítulo 8

Mi Fantasía SexualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora