Una Oportunidad

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Una oportunidad

Sus manos se deslizaron por debajo de la playera del menor, hasta llegar a sus pezones. Henry soltó un gemido de dolor, puesto que todo su torso estaba lleno de heridas, marcas y moretones. Mike se acomodó entre sus piernas y comenzó a besar su cuello, dando ligeras mordidas.
–Mike… Duele… Detente, por favor… –Jadeaba y apretaba los ojos, mientras sus manos se aferraban a las sábanas. Algunas lágrimas lograron escapar de sus ojos y Mike se apoyó sobre sus codos para observarlo.
En verdad parecía estar sufriendo.
Estiró un brazo hasta alcanzar el cajón de la mesa de noche. Buscó un poco dentro, tanteando con su mano, y sacó una tableta de pastillas, pero la misma estaba ya vacía. Suspiró y se apartó un poco, para observar mejor a Henry. Besó sus mejillas, limpiando sus lágrimas y se sentó en la orilla de la cama.
No podía hacerlo. No. No sin esa pastilla, la cual hacía que Henry se excitara aun sin siquiera tocarlo pero, también, volvía su cuerpo más sensible, lo que le provocaba aún más dolor. Apoyó los codos en las rodillas y con sus manos se cubrió el rostro, escuchando como Henry aun hipaba por lo bajo debido al dolor de las caricias bruscas que le había propinado.
Suspiro nuevamente, alzando un poco en rostro y llevando las manos a su boca, mostrándose pensativo. Quería hacerlo. Lo necesitaba. Pero extrañamente, con el menor en aquella situación, no se sentía excitado, al contrario, aquello había logrado que su erección desapareciera. Acaricio suavemente la mejilla de Henry, haciendo que este entreabriera los ojos para observarlo. Aquella inocente y débil mirada lo paralizó.
No. Definitivamente no quería hacerle daño, pero ¿Por qué? No lo entendía. Si al comienzo de todo, lo que más disfrutaba y excitaba eran sus gemidos de dolor, las suplicas que soltaba entre jadeos y la forma en la que se resistía hasta que le era imposible impedirlo. No podía entender que era lo que le sucedía.
Bufó algo molesto consigo mismo y se levantó para salir de la habitación. No cerró la puerta con llave, supuso que no lo necesitaría debido al estado en el que Henry se encontraba. Bajó a la sala y se tumbó en el sofá para ver la televisión. Observó el reloj digital que estaba sobre una mesa de luz a su izquierda, el cual marcaba las dos de la mañana y suspiró, acomodándose mejor en el sofá para ver una película.
Cerca de las tres y media de la mañana, Henry se levantó en silencio, resistiendo el dolor en sus piernas. Abrió con cuidado la puerta, pero ésta soltó un rechinido infernal, por lo que él cerró fuertemente los ojos, deseando que el mayor no lo hubiese escuchado. Permaneció unos minutos inmóvil y, al ver que no se escuchaba más que el ruido lejano del televisor, decidió continuar.
Abrió un poco más la puerta y se asomó por el pasillo, tratando de enfocar algo en aquella oscuridad. Recorrió descalzo el suelo de madera, en silencio, hasta llegar a las escaleras. Desde allí pudo vislumbrar la figura de un hombre sentado en el sofá. El televisor estaba encendido, pero el sujeto parecía estar dormido, y esto fue comprobado al escuchar un ronquido proveniente de él. Henry suspiró y apretó con fuerza el borde inferior de la enorme playera que llevaba puesta. Cabe decir, que eso, y unos pantalones cortos era lo único que vestía.
Inhaló aire y lo exhaló lentamente, dispuesto a bajar las escaleras. Peldaño por peldaño, con sumo cuidado de que la madera debajo de él no rechinara, llegó a la plata baja y, desde allí, y pasando el umbral que separaba la sala en la que Mike y él se encontraban, desde la entrada principal, Henry logró ver la enorme puerta antigua de madera oscura. Pasó saliva pronunciadamente y caminó en puntitas de pie hasta llegar a la puerta.
Las llaves yacían en una mesa ratona junto a la puerta, y Henry pensó en Mike como un sujeto sumamente estúpido. Las tomó y las insertó en la cerradura, con mucho cuidado. AL girarlas, tomó el pomo de la puerta y la abrió. La puerta rechinó y Henry volvió a cerrar los ojos, quedándose inmóvil. Lentamente abrió uno para observar de reojo a Mike, quien aún seguía dormido. Se apresuró en abrir la puerta y salir de allí, recuperando su libertad, por fin…
Una fuerte explosión proveniente de la película despertó a Mike, quien se sobresaltó a oírla y se acomodó en el sofá. Estaba dispuesto a dormir cuando notó la puerta principal entreabierta. Se levantó rápidamente pero, antes de dirigirse a la puerta, volteó a ver por la ventana que había detrás del pequeño televisor. Por la misma pudo divisar a Henry corriendo, tropezando un poco sin caer, dirigiéndose al monte que estaba al lado de la casa de campo en la que estaban.
–  ¡Maldito hijo de puta! –Gritó molesto y salió rápidamente en busca del menor–.
Sus pies dolían demasiado, debido a las ramas, piedras y objetos punzantes que había pisado estando descalzo, sin embargo, no se detuvo. Al adentrarse en el monte, y verse rodeado por árboles y arbustos, lo primero que pensó fue en hallar la ruta, de esa manera, sería más fácil encontrar a alguien que pudiese ayudarlo. Miró hacía atrás y al no divisar a Mike, continuó caminando entre el follaje, aun resistiendo todo los dolores que comenzaban a aparecer ahora que su cuerpo se enfriaba.
No supo cuántas horas estuvo caminando, pero supuso que ya era de madrugada, puesto que el sol comenzaba a salir. Fue entonces que divisó la ruta a lo lejos, y, del otro lado de ésta, una camioneta gris. A pocos metros de la misma, yacían durmiendo unos campistas. No sabía cuántos eran, pero eran, y podrían ayudarlo. Deseaba que lo hicieran. Sonrió mientras las lágrimas comenzaban a bajar de sus ojos y apresuró el paso.  Pero sus piernas flaquearon y calló. Sus pies ya no querían caminar más.
Apoyó las manos a la altura de su rostro e hizo fuerza para poder levantarse un poco. Alzó el rostro y, desde allí, apenas podía divisar algo, debido al montículo que representaba la ruta que lo separaba de su salvación. Si el terreno hubiese sido llano…
Observó sus pies. Los mismos tenían heridas abiertas y sangraban. Caminar no le sería fácil, por lo que decidió arriesgarse.
– ¡AYUDA! –Comenzó a gritar– ¡POR FAVOR ALGUIEN AYÚDEME! –Volvió a gritar entre sollozos. Sabía que Mike también podría oírlo.
– ¿Oíste eso? –Una joven rubia que descansaba dentro de una de las bolsas de dormir había despertado y escuchado el pedido de auxilio de Henry. Comenzó a remover a su compañero más cercano, quien despertó frotándose los ojos.
– ¿Qué sucede, Lindsay? –Preguntó entre un bostezo, sentándose–.
–Acabo de escuchar a alguien pidiendo ayuda –Ambos guardaron silencio, esperando que los gritos se repitieran, pero no logró escucharse más que las aves y los sonidos de las copas de los árboles siendo movidas por el viento.
–Tal vez solo fue tu imaginación. Vuelve a dormir… –Le dio una palmada en el hombro y, acomodándose nuevamente en la bolsa de dormir, se dio media vuelta y cerró los ojos, dejando a la joven sumamente preocupada–.
Mike, estando sobre Henry, le cubría la boca para evitar que siguiera gritando. Al menor no le quedó más opción que resignarse a simplemente llorar.
–Estas jodido, muñequito. MUY jodido –Henry notó la ira en sus palabras. Si tan solo hubiese intentado ponerse de pie. Si no se hubiese resignado a pedir ayuda estando tan lejos…
Entonces lo supo. Iba a morir. Mike no le perdonaría esto, y él no sería capaz de soportar otro castigo.
Mike levantó al castaño, aun sabiendo que apenas podía caminar, lo tomó del brazo y lo obligó a hacerlo hasta llegar a la casa de campo. Henry se dio cuenta que la misma no estaba tan lejos, y que posiblemente había estado caminando en círculos. Se sentía un idiota. Era un idiota. Y ahora iba a morir.

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Eran alrededor de las dos de la tarde cuando Johann tocó frenéticamente la puerta del departamento de Alexander. Esperó unos minutos, dando golpecitos al suelo con su pie, hasta ser atendido por una mujer pelirroja, de grandes senos y pronunciadas curvas, un poco más alta que él y en ropa interior. Poco y nada le importaba esto a Johann, dado que él era gay, de todas formas, esa misma mujer siempre lograba dejarlo boquiabierto.
– ¿En serio? –Preguntó Johann indignado, por lo que la mujer se encogió levemente de hombros.
–Es tu novio el que está desaparecido, no el mío –Sonrió ladina y Johann frunció el ceño–. Era un chiste… De mal gusto, lo sé. Alex está en…
–En el cuarto –Terminó la frase y entró sin más. La pelirroja iba a detenerlo, pero no le dio tiempo a hacerlo, y cuando se dio cuenta, Johann ya estaba abriendo la puerta, encontrándose a Alexander, sentado en la cama, con las manos esposadas a la espalda y una varilla de metal atada a sus tobillos, separando sus piernas. Sus ojos estaban vendados y parecía tener algo insertado en el ano. Johann no quiso saber de qué se trataba.
– ¿Kerry Ann? –Llamó el rubio, desorientado–.
–No… Uhh… Soy yo… –Contestó algo incómodo. Sabía sobre los gustos de Alexander, pero nunca lo había visto en aquella situación.
Notó como se ponía completamente rojo y juntaba las rodillas, intentando vanamente cubrir sus partes íntimas. Kerry Ann, la mujer pelirroja, apareció detrás de Johann y procedió a desatar a Alexander.
–Eso te pasa por no esperar y entrar sin permiso… –Frunció ligeramente el ceño, pero por dentro moría de risa, y ambos hombres lo sabía.
–Sí, yo… Esperaré en la sala… –Y no esperó más para retirarse de allí completamente rojo. No volvería a ver a Alexander de la misma forma, y Alexander no podría verlo a los ojos jamás.

Fin del Capítulo 10

Tuve unos problemas horribles para cargar la imagen, así que, aunque a mi se me haga mas bonito con una, creo que ya no subiré más uvu

Qué les pareció el Cap? Les agrada Kerry Ann? Bueno, no he desarrolado mucho su personalidad, pero a medida que la historia avance, la irán conociendo un poco más :*

Mi Fantasía SexualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora