La Traición
Los ojos de Henry se llenaron de lágrimas en un instante. No podía creer lo que estaba viendo. No, más bien, no podía aceptarlo, porque sabía de antemano que eso algún día ocurriría...
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Un solo disparo y Gastón dejó de respirar. Los cuatro hombres se quedaron con la boca abierta y dejaron de retener a Johann, después de todo, ya era tarde. Le había quitado el arma a Abelard y le había disparado en la cabeza a Gastón.
— ¡Maldición, Johann! —Gritó furioso Abelard y le arrebató el arma a Johann, quien observaba el cadáver de Gastón, aun sujeto a la silla. Sus ojos estaban llenos de lágrimas que se obligaba a retener —. ¿¡No podías esperar a que nos dijera algo más!? ¡Acabas de arruinar la única posibilidad que tenías de rescatar a tu novio!
Ignorando por completo a Abelard, Johann se dio media vuelta y se dispuso a salir de allí. Alexander caminó apresurado detrás de él, tratando de detenerlo utilizando solo palabras.
—Joh, amigo —Lo llamó, pero no le prestó atención. El rubio suspiró y siguió caminando hasta que ambos salieron de la fábrica—. ¡Johann! —Volvió a hablar y esta vez el mencionado se detuvo—. Para, por favor. ¿Te das cuenta de lo que has hecho? ¡Fue tu idea traer a Gastón aquí!
—No iba a decirnos nada más y, como tú mismo dijiste, era un peligro dejarlo libre, sabiendo que nos podía delatar —Volteó a ver a su amigo. Algunas lágrimas habían caído ya de sus ojos y se deslizaban por sus rojizas mejillas—. Dime por favor que toda esta mierda acabará pronto...
Alexander mordió su labio inferior y se acercó para abrazarlo, pero fue rechazado al instante. Suspiró mirándolo preocupado y luego volteó, dado que Johann parecía observar algo a su espalda. Abelard salía de la fábrica seguido por Hewett y Jolan, y miraban con cara de pocos amigos a Johann.
El alemán se abalanzó sobre Johann y ambos cayeron al suelo, repartiéndose golpes. Alexander intentó detenerlos, pero Hewett se lo impidió.
—Deja que lo arreglen entre ellos —Fue lo único que le dijo, y a pesar de que Alexander no podía permitirlo, tampoco podía hacer nada al respecto.
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No había entrado al cuarto desde el mediodía. Le había, no solo llevado el desayuno a Henry, sino también su laptop con aquel vídeo que Gastón le había enviado. Ya eran alrededor de las cinco de la tarde y, echado en el sofá, se decidió por levantarse e ir a ver como estaba el menor.
Al abrir la puerta de la recámara y poner un pie dentro, sintió algo viscoso debajo de este. Al levantar el mismo para ver lo que era, se encontró con una porción de los espaguetis que, se suponía, había sido el almuerzo del castaño, y que ahora estaba desparramado por toda la habitación.
El cuarto estaba hecho un desastre: Comida por todos lados, la laptop de Mike se reducía ahora a pequeñas partes de plástico y metal esparcidas por el suelo. El relleno de los almohadones tampoco estaba en su lugar, y la cama estaba deshecha. Henry, por su parte, se mantenía sentado en el diván, fijando su vista al horizonte, a través de la ventana, dándole la espalda al mayor. Estaba envuelto en el único edredón que quedaba sano, y, a pesar de haberse percatado de la presencia del mayor, no volteó a verlo.
—Vaya —Habló por fin Mike cerrando la puerta detrás de él—. No pensé que las rabietas de los niños de ahora fuesen tan... Destructivas... —Comentó acercándose al menor —. Así qué... has visto el vídeo ¿No?
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Mi Fantasía Sexual
Random¿Que pasaría si tu mayor fantasía sexual se viese opacada por un tercero? ¿Hasta dónde serías capaz de llegar por ese deseo depravado que abarca tu mente? Mike Russo es un hombre de 34 años de edad que jamas ha experimentado sensaciones similares a...