El Secuestro (Parte 2)
“Las Ruinas” se encontraban a las afueras de la ciudad de New York. Anteriormente había sido una fábrica textil que cerró por los acontecimientos del ’29 y fue abandonada. Con los años sirvió como refugio de vagabundos y delincuentes juveniles que se infiltraban al lugar para vender y/o consumir drogas, lo que ocasionó que muchas personas evitaran el lugar.
Se fue deteriorando con el paso del tiempo, y la mitad de lugar estaba prácticamente destruido, sin embargo, el subsuelo, la planta baja y el primer piso eran estables. Abelard solía usar ese lugar como punto de encuentro con sus contactos, o cuando quedaba con alguien para entregar algún rehén.
Y allí se encontraban ahora Alexander y Johann. Bajaron las escaleras con sumo cuidado, puesto que eran de madera y no parecían poder aguantar mucho. El lugar estaba oscuro, y el hecho de que fuera de noche no ayudaba. Recorrieron los pasillos llenos de escombros, pasando de largo las habitaciones que tenían las puertas abiertas, o directamente no tenían. Antes, dichas habitaciones, habrían servido como almacenes para depositar los materiales de la fábrica. Ahora eran el lugar de descanso de los indigentes.
Muchos de aquellos cuartos desprendían un hedor horrible debido a las heces y el orín, por lo que decidieron ni acercarse a las mismas. Una expresión de completo asco y repulsión se formó en el rostro de Johann cuando, en uno de los cuartos, alcanzó a ver el cadáver de un tipo.
–Sí. Deben estar más adelante –Comentó Alexander al ver el cuerpo, y Johann lo miró confuso–. Abel no querría a un pordiosero chismoso que le revelara a la policía lo del secuestro –Agregó, y Johann prefirió no responder–.
Dos puertas de madera con una ventana circular cuyos cristales estaban partidos se presentaron al final del extenso pasillo. Allí, en la sala de maquinaria, donde dichas maquinas habían dejado de funcionar hacía ya muchos años, estaban los tres hombres esperándolos. Alexander abrió una de las puertas con cierta dificultad, debido a que estaba algo atorada.
Automáticamente obtuvieron la mirada de los tres hombres, quienes, estando de espalda hacia la perta, voltearon para encontrarse con aquellos dos que acababan de entrar.
–Creí que no vendrían –Abelard se acercó a ambos y estrechó sus manos. Alexander logró ver entonces a Gastón sentado y amarrado a una silla. El hombre mantenía la cabeza agachada. Sus ojos estaban vendados y también estaba amordazado. Se podían apreciar algunas marcas rojizas en su rostro, producto de una golpiza que acababa de recibir–.
–No debiste hacerlo… –Fueron las primeras palabras que salieron de la boca del rubio, quien se veía bastante molesto–. Sabes los problemas que hacer este tipo de cosas acarrea.
Abelard suspiró al mismo tiempo que blanqueaba los ojos. Ya veía venir el próximo sermón. Solo un poco más… Sí… Ahí estaba… Alexander comenzó a sermonear a Abelard como si fuese un niño, y éste a su vez se mantenía cruzado de brazos, rodando los ojos de tanto en tanto y hacía muecas extrañas, imitando de manera burlona al menor. Parecían dos infantes peleando.
Johann llevó dos dedos a su entrecejo y contó hasta diez en voz baja mientras aquellos dos discutían hasta que, sin soportarlo más, los interrumpió.
– ¿¡PUEDEN DEJAR DE DISCUTIR, PAR DE IDIOTAS!? –. Ambos hombres lo miraron al mismo tiempo que guardaban silencio y esperaban a que dijera algo más, sin embargo, Abel se adelantó–.
–A lo que me vuelvas a gritar así, te corto las bolas y te las hago tragar, mocoso –Solo obtuvo un chasquido de lengua por parte de Johann, quien se cruzó de brazos molesto y miró hacia otro lado–. Alex, o estás con nosotros, o estás en contra, y ya sabes demasiado como para ser nuestro enemigo…
– ¿Me estás amenazando? –Arqueó una ceja. Se sentía completamente indignado por lo que el alemán acababa de decir–.
–Solo digo... –Se dio media vuelta y se acercó a Gastón–.
Sujetándolo del cabello, levantó su cabeza y le quitó la venda que cubría sus ojos para que los viera. Gastón esbozó una mueca de disgusto.
–Pierden su tiempo. No tengo la más mínima idea de dónde lo tiene.
Y Johann lo supo, porque en todo ese tiempo había deseado que todo fuese una simple sospecha, sin embargo, ahora estaba completamente seguro: Mike tenía a Henry. Henry ahora era el esclavo sexual de aquel sujeto. Llevó ambas manos a los laterales de su cabeza, exhalando el aire que, sin darse cuenta, había estado conteniendo desde que le quitaron la venda a Gastón, desde que escuchó sus primeras palabras. Ese intervalo de tiempo había pasado muy muy lento para el azabache…El día anterior~
El rubio descansaba boca abajo en su cama, completamente desnudo. Los rayos de sol del mediodía se colaban por la cortina y golpeaban contra su piel, creando en las áreas que tocaba una agradable sensación de calor. Una melodía algo molesta lo hizo despertar e intentando enfocar bien, estiró la mano y tanteó la mesa de noche hasta dar con su teléfono celular. Un torpe movimiento hizo que el aparato cayera al suelo y sus partes terminaran regadas por la habitación.
Maldijo en voz baja y, aún con algo de pesadez, se levantó y comenzó a reunir las partes de su teléfono móvil. Terminó de colocar la batería y revisó el registro de llamadas. Presionó un botón y automáticamente llamó al mismo número.
–Gastón.
–Mike–Se escuchó del otro lado de la línea–.
– ¿Sucede algo? –Se sentó en la cama y pasó su mano libre por sus ojos, para frotarlos un poco y poder eliminar un poco el sueño–.
–Te sorprenderá saber el material que acabo de conseguir directo del departamento de Alexander –Mike no lo podía ver, pero Gastón sonreía–. Deja, te lo envío a tu casilla de correo.
– ¿Por qué habría de interesarme? –Dijo casi en un tono molesto y Se levantó para dirigirse al buró que estaba frente a la cama para, en uno de los cajones, buscar algo de ropa–. Apenas conozco a ese sujeto. Sé que es amigo de Johann, pero no me interesa.
–Créeme, esto te va a interesar, y mucho –Mike no logró escuchar aquello, había dejado el teléfono sobre el buró para ponerse un bóxer y volvió a tomar el aparato para ponerlo entre su oído y su hombro, mientras se ponía los pantalones–. Alexander es el dueño del bar, y se sabe que tiene contactos, sin embargo, yo también los tengo –Procedió a explicar en lo que el rubio terminaba de ponerse los pantalones y salía con el torso desnudo al pasillo, dirigiéndose a la cocina–. Uno de ellos es Thomas, el encargado del edificio dónde Alexander vive.
– ¿Puedes ir directo al punto?-Cerró la puerta de la nevera y dejó el frasco de mermelada sobre la mesada para ir por el pan lactal–.
–A eso voy… Impaciente… –Se escuchó una leve risa y Mike rodó los ojos mientras volvía a sostener el aparato con su hombro y metía el pan en la tostadora–. Le pagué una buena cantidad de dinero para poner cámaras en el departamento de Alexander cuando él no estuviese, así podríamos estar informados sobre lo que sabían y planeaban.
– ¿Y lo hizo? –Arqueó una ceja y sonrió de lado, algo incrédulo–.
–Así es… Lo que encontró fue completamente diferente a lo que esperábamos.
Mike comenzaba a interesarse un poco. Relamió un poco su labio inferior para morderlo levemente, deseoso de oír más.
–Johann y Alexander tuvieron sexo –Remató y Mike se quedó, literalmente, con la boca abierta.
El sonido de la tostadora y los panes ya listos asomándose por la misma lo devolvieron a la realidad y soltó una sonora carcajada.
–Debes estar jodiéndome –Dijo una vez que la risa acabó–. Definitivamente QUIERO ver eso –Sonrió con cierta malicia y se dirigió a la sala, donde estaba su laptop–.
– ¡Todo tuyo! –Del otro lado de la línea se oyó el golpe de una puerta siendo azotada y la llamada se cortó antes de que Mike se diera cuenta, puesto que estaba demasiado deseoso de ver lo que su amigo le había enviado. Dejó el teléfono a un lado y se dispuso a comprobar su casilla de correo.
Sonrió de oreja a oreja al ver aquellas imágenes en la pantalla. Las cámaras, al haber estado bien ubicadas, lograron darle una imagen nítida de que lo ocurrido, y Mike sabía quién sería la siguiente persona en ver aquello.….
Lo que no sabía, era que su amigo acababa de ser secuestrado por Hewett y Jolan, quienes, al notar el ordenador del hombre abierto, decidieron chequearlo. No encontraron el escondite de Mike, pero sí vieron aquel vídeo. Lo descargaron rápidamente y se lo llevaron a Abelard, quien se mostró indignado al verlo.
Alexander y Johann no tenían la más mínima idea de esto.
Fin del capítulo 13
Disculpen la demora!! La semana escolar ha sido complicada y llena de tarea. Me exprimieron toda la imaginación que tenía, hasta que pude recuperarla hoy! :D Espero que les guste el capítulo uvu Sip, aquel especial se ha vuelto parte de esto, y ahora varias personas saben lo que ocurrió. Haré que todos desconfíen de todos(?) Muajajajaja ok ya, nos vemos luego :*
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Mi Fantasía Sexual
Random¿Que pasaría si tu mayor fantasía sexual se viese opacada por un tercero? ¿Hasta dónde serías capaz de llegar por ese deseo depravado que abarca tu mente? Mike Russo es un hombre de 34 años de edad que jamas ha experimentado sensaciones similares a...