Sin esperanza

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Capítulo 16

Sin Esperanza.

El ojiverde estaba sentado en el sofá de la sala principal, cubierto con una manta de lana y mirando la televisión mientras Mike preparaba un delicioso desayuno para ambos. Se acababa de bañar y le había sorprendido que, luego de que sus heridas fueran limpiadas por el rubio, éste lo dejara estar en el sofá un rato.

Se sentía extraño, estar en la sala y no en el ático; tener en sus manos el control remoto y no un par de grilletes; Estar envuelto en una cálida manta y no en hilos de sangre. Henry había olvidado aquello, se había acostumbrado al dolor.

– ¿Estás bien? –El rubio interrumpió sus pensamientos, entrando a la sala con una charola que contenía el desayuno de ambos. Dejó la misma en la mesa de café y se sentó al lado del menor, manteniendo cierta distancia – Parecías perdido –.

–Lo estoy – Respondió con una sonrisa – No sé dónde estoy–.

Mike suspiró y bajó levemente la mirada para luego observar por la ventana sobre el televisor. Pensó un momento y luego volvió a ver al menor.

–Estás aquí, conmigo. Y eso es suficiente ¿No? – Henry se mostró levemente confundido – Si quieres, podemos salir un poco más tarde. Aunque sé que aún te duelen los pies – Dijo posando su mano sobre el tobillo de Henry y frotando un poco.

Las plantas de los pies del menor aún estaban heridas por la vez en la que intentó escapar, por lo que se le dificultaba un poco para caminar. Henry lo pensó un momento y luego asintió.

– ¿Vas a volver a golpearme? – Preguntó con cierto temor en sus ojos, pero Mike negó–.

–No te haré daño... Ya no más – Apoyó suavemente su mano en la mejilla ajena y besó su frente. Henry se dejó hacer y sonrió levemente.

Fue el castaño quien, con sus brazos, rodeó al mayor por el torso, abrazándolo. Mike le correspondió sonriendo y suspiró. Las cosas entre ellos dos estaban mejorando notablemente.

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–Ya lo tenemos planeado – Le informó el alemán a Johan. El ojiazul apenas tenía algunos moretones en la cara. Sus heridas estaban en su torso y brazos–. Vigilaremos la ciudad constantemente, y si vemos el auto de Mike rondar por aquí, lo seguiremos, lo atraparemos, y lo obligaremos a hablar–.

Johann y Alexander, quienes estaban parados frente al escritorio de Abelard, asintieron sin decir nada más. Aunque Johann tenía el ceño ligeramente fruncido, había evitado pelear con Abelard, ya sea verbal o físicamente, y Alexander agradecía eso, con todo su ser.

– ¿Eso quiere decir que contratarás a los centinelas? –Preguntó Alexander interesado, y Abelard asintió en respuesta–.

–Solo nosotros no podemos vigilar la ciudad, y me gusta cómo trabajan los centinelas, por lo que me he tomado la libertad de contratarlos. Naturalmente, Johann, esto no te va a costar nada. 

– ¿Qué sucederá si Mike no habla? –Ignoró completamente lo del pago, no importaba si tenía que pagar más o no –. ¿Y si él que viene a por Gastón no es Mike?

–Eso no podremos saberlo hasta que ocurra. De todas formas, Mike no podrá saber que tenemos la ciudad vigilada, ya que los centinelas son las personas más sigilosas que conozco. Así que, no te preocupes.

Johann suspiró. No era que no confiaba en Abelard, simplemente no podía estar seguro de si el plan funcionaría o no. Sin embargo, la orden estaba dada, y dentro de pocas horas, las calles de New York estarían custodiadas por estos desconocidos pero expertos hombres. Si Mike entraba a la ciudad, ya no podría salir...

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