Tu Lugar

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Estoy muy contento porque a ustedes les gusta esta historia que ha salido de mi rotorcida mente. No se preocupen, seguiré publicándola hasta terminarla c:

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Tu lugar

-¡No! -Exclamó el menor apoyando sus manos en el pecho del contrario para apartarlo bruscamente.

-Pero... Ya te lo he hecho antes -Dijo con una pícara sonrisa, tomando con sus manos ambas muñecas del castaño -Y nunca te había molestado estando consciente -Rio y, de una manera brusca, pegó ambas manos del menor a la pared, a la altura de la cabeza de este -No te me hagas el difícil ahora, muñequito... -Lamió la mejilla ajena para limpiar algunas lágrimas que comenzaban a bajar y notó la elevada temperatura que tenía debido a la droga que acababa de darle.

- N-No quiero... -Balbuceó jadeante. Pero Mike no iba a desistir, y menos ahora. Había descubierto que esa imagen de un Henry completamente ruborizado, indefenso y llorando le gustaba más de lo que había imaginado.

-A mí no me interesa si tú quieres o no. Yo quiero y lo que yo quiero es lo único que debe importarte ¿Está claro? -Su tono de voz volvía a ser autoritario y Henry sentía que no podía oponerse a aquello -. ¿¡Está Claro!? -Volvió a preguntar, gritando a milímetros del rostro ajeno. Henry cerró los ojos y asintió repetidamente. Más lágrimas comenzaron a bajar por sus rojas mejillas. Ante el temor del menor, Mike no pudo evitar sonreír altanero.

Henry nunca había sido la clase de chico que se metía en problemas o si quiera se defendía. Quizás eso se debía al hecho de que vivía debajo del ala de Johann, quien no permitía que alguien siquiera se atreviera a mirar mal al castaño. Y ahora que alguien podía y le hacía daño, Henry estaba aterrado y solo podía atinar a actuar siguiendo las indicaciones del rubio.

Mientras recorría con sus labios el cuello del menor, pensaba en llevar la mano de este hacia la entrada del mismo para verlo juguetear un rato, pero luego se dio cuenta de que si quería tener bien controlado a Henry, debía demostrar más autoridad, por lo que se apartó del castaño, poniéndose a medio metro de distancia.

-Tócate -Le ordenó, pero Henry no entendía a lo que se refería. Lo miró confuso frotando sus muñecas, intentando calmar el dolor que sentía. Mike bufó molesto y el castaño sabía que aquel hombre estaba perdiendo la paciencia -Que te toques... No puedes decirme que nunca te has tocado, así que hazlo... -Henry llevó sus manos temblorosas a su miembro y, cuando apoyó unos dedos en este, Mike lo detuvo- No. Juega con tus deditos. -Tragó saliva y bajó un poco más sus manos, acercando un dedo a su entrada y lo introdujo lentamente en la misma, arrancándose a sí mismo un gemido -Muévelo más -Volvió a ordenar y el menor asintió para luego hacer lo pedido.

Mantenía los ojos cerrados mientras soltaba algunos gemidos y jadeaba. También le dolía porque sus paredes internas estaban dañadas, pero intentaba no ser tan brusco consigo mismo. Introdujo el siguiente dedo y volvió a gemir. Al escuchar algunos jadeos del mayor, abrió los ojos, solo para encontrarse con la imagen de un rubio masturbándose frente a él. Aquella escena le provocó pudor, pero también cierto morbo y, bajo los efectos de la droga, quería sentir más placer, por lo que llevó su mano libre a su miembro para obtener lo que deseaba.

Un golpe seco resonó en la habitación y Henry rápidamente se llevó una mano a su mejilla roja, en la que ahora se podía ver la marca de un manotazo.

-Te dije solamente que jugaras con tus dedos, no con tu polla.

-Me... Duele... -Balbuceó. Su miembro estaba erecto, chorreando líquido pre-seminal y demandando atención, pero el rubio no iba a dársela así como así.

Se levantó para dirigirse nuevamente a su bolsito. Esta vez lo acercó hasta el borde del colchón. Rebuscó entre las cosas que Henry no alcanzaba a ver y sacó una especie de anillo. Sin que el castaño pudiese preguntar que era, Mike lo utilizó para aprisionar su miembro y luego comenzó a masturbarlo. La habitación se llenó de jadeos y gemidos en cuestión de segundos, y Henry se removía deseoso de más. Sin embargo no lograba correrse. Había entendido para que era aquella cosa en su pene, y no le gustaba.

Mike detuvo sus movimientos y se sentó apoyando la espalda contra la pared. Agarró su miembro con una mano y con la otra empujó de la nuca del menor para acercarlo a aquel falo que sostenía en su mano. Otra de las cosas que Johann no permitía. Pero al sentir la calidez y humedad de la boca de Henry lo entendí: Era perfecto, y entendía porque el azabache no quería compartir esa sensación. Sujetó fuertemente del cabello castaño y comenzó a mover la cabeza ajena mientras este se resistía un poco, debido a que podía sentir la puta del miembro ajeno tocar su garganta y eso le provocaba arcadas. Dejó de zarandear al menor para comenzar a dar leves embestidas a aquella boca que le estaba dando placer.

Unas embestidas más y Henry sintió ahogarse cuando aquel líquido, espeso y caliente, rozó su garganta.

-Trágalo -Ordenó, pero al intentar hacerlo volvió a tener arcadas y terminó por escupirlo a un lado del colchón.

Mike lo tomó bruscamente del cabello, echando su cabeza hacia atrás para hacer que lo viera a los ojos.

-Te dije que te lo tragaras -Expresó seriamente, con un toque de ira en su tono de voz.

-L-Lo siento.... -Nuevas lágrimas comenzaron a bajar de los ojos temerosos del menor, quien amagaba a apoyar sus manos en el pecho del rubio para separarlo.

-No sé porque creer que te voy a perdonar tan fácil.

Y sin soltar el cabello del menor, volvió a dirigirse a su bolso, de donde sacó un látigo con tiras de cuero. Se levantó y, arrastrando consigo al mayor, se dirigió a un extremo del sótano. Le quitó bruscamente el camisón y lo empujó a una de las paredes. Lo hizo apoyarse en la misma, dándole la espalda.

-Mike... Por favor... -Imploró lloroso, pero antes de que pudiese clamar piedad, sintió el doloroso ardor de aquellas tiras de cuero pegando contra su espalda.

-Me dirás Amo desde ahora ¿Entendido?

-S-Sí... -Confirmó con la voz quebrada. Pero el hecho de que haya contestado a la primera esta vez no bató, y recibió un nuevo latigazo.

-"Sí" ¿Qué?

-Sí, Amo -Corrigió y reprimió un quejido de dolor.

-Espero que te quede claro cuál es tu lugar -Y diciendo esto, comenzó a depositar dolorosos latigazos en toda la espalda del menor, también algunos en las piernas y brazos. Le ordenó voltearse para continuar los latigazos en todo el torso mientras el menor lloraba y se mordía fuertemente el labio inferior reprimiendo sus sollozos. Sin embargo, las lágrimas no dejaban de bajar por sus mejillas.

Mi Fantasía SexualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora