Cada Vez Más Cerca

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Cada vez más cerca.

—No. En el teléfono celular que Gastón llevaba no había ningún número que correspondiese a Mike. El último llamado que registra es a su madre —Informaba Hewett a Abelard, quien estaba sentado en su escritorio, frente al hombre, con aspecto desinteresado.

Su mejilla izquierda había quedado ligeramente amoratada, al igual que su ojo derecho y en su nariz había una bandita, ya que tenía una herida no tan profunda en el tabique. La pelea con Johann no había resultado como él lo pensó, pero le había agradado, ya que pudo descargarse un poco. El mocoso sabía golpear.

— ¿Seguro? Estaba hablando con alguien cuando lo interceptaron ¿Cierto?

Hewett asintió.

-Sin embargo, lo que sabemos es solo gracias a la cuenta del teléfono que le llegó hace tres días, ya que lanzó su celular por la ventana al momento que tiramos la puerta abajo para entrar.

—Sabía que íbamos a ir por él en algún momento —Inhaló hondo y apretó un poco la mandíbula, pensativo—. Bien. Creo que ya no podemos contar con Gastón.

—Estamos dónde empezamos —Se lamentó el hombre agachando la cabeza y suspirando un poco.

—Oh, no, para nada —Le informó mientras se levantaba de su asiento y rodeaba el escritorio hasta ponerse frente a él—. Estamos un paso más cerca de encontrarlo. Ahora que Gastón no está, Mike sentirá la necesidad de venir a la ciudad a por él, y cuando no lo encuentre, nosotros lo haremos.

Una sonrisa maliciosa de parte del alemán le devolvió la confianza y la esperanza a Hewett, quien estaba ansioso por encontrar a Mike. Como Abelard había dicho: solo era cuestión de tiempo.

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Era ya de noche. Henry se la había pasado todo el día en cama, descansando, mientras Mike iba de un lado al otro, sin obtener ninguna respuesta a sus llamadas de parte de su amigo. Comenzaba a preocuparse, y se notaba en sus uñas, que estaban todas mordidas.

Suspiró de forma profunda, tranquilizándose un poco, y se dirigió a la cocina a prepararse un té, para relajarse. Una vez que terminó de beber el mismo, y que el reloj marcó las once de la noche, decidió subir a su cuarto. Se mostró calmo ante Henry y se sentó a su lado.

El menor ahora le dedicó una débil pero sincera sonrisa que hizo a Mike temblar por dentro. Lo rodeó con un brazo, de manera protectora, y Henry se acomodó apoyando la cabeza en su pecho.

Tal vez se estaba dejando llevar mucho por la ira que sentía ante la traición de Johann, pero no podía evitarlo; necesitaba cariño, y Mike estaba allí para dárselo aunque eso pareciere una locura después de todo aquel maltrato recibido de su parte.

Decidió hacer aquello a un lado y abrazar al mayor. Éste le correspondió y depositó un dulce beso en su cabeza. Henry alzó la mirada y se encontró con aquellos penetrantes ojos azules. Sus labios se fueron acercando cada vez más, pero Mike se detuvo apenas unos milímetros.

Fue Henry quien, esta vez, rompió la distancia, juntando ambas bocas y comenzando un torpe beso, no a falta de experiencia, si no por el impacto que le había causado a ambos. Mike apoyó la mano suavemente en la nuca de Henry. Temía que si lo soltaba se fuera a apartar. Estaba verdaderamente nervioso, como si aquel fuese su primer beso. Y es que era la primera vez que, no solo el menor no se resistía, sino que también había sido el mismo que comenzó el beso.

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