Cuando somos niños siempre deseamos crecer con apuro, porque creemos que eso nos dará la libertad de dirigirnos y expresarnos como queramos, porque estamos ansiosos de saber qué mas hay, además de lo que ya conocemos. Anticipamos todo lo que nos depara el destino, y también nos sentimos emocionados por todo aquello que tenemos prohibido y sólo deseamos alcanzar, conocer y conquistar.
Yeonjun quería crecer, para dejar de ser un niño miedoso e inseguro, quería ser él quien fuera al frente de todo y guiara el camino con certidumbre, quería ayudar a mamá con la cena y también ir a trabajar para que papá dejará de quejarse tanto por los gastos de la casa, deseaba solucionar problemas, tener la seguridad de que las cosas saldrían bien, que las personas a su alrededor confiarían en él y notaran lo capaz y preparado que era...
Porque eso pasa cuando creces, ¿no?...
Quería todo eso, y también quería ser mayor para que su hyung aceptara ser su novio.
Soobin sólo puede sentirse enternecido por el inocente deseo de Yeonjun puesto en él. No es capaz de romper la tierna ilusión de un niño tan amable, que le ha dado su primera confesión de amor y decide que no puede ser tan cruel. Su intención no ha sido mala y él no tiene la fuerza de rechazarlo. Por lo que le promete que esperará a que sea mayor, para así poder ser novios. Después de todo, seguro que lo olvidaría, solo era un niño.
O eso fue lo que pensó en ese momento, sin tener la más mínima idea de que cuando Yeonjun creciera, reclamaría por su promesa de la infancia y eso hará que Soobin se sienta tan confundido como un niño perdido, incluso cuando se cree un adulto capaz de controlar por completo sus sentimientos.
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