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Soobin tomó un sorbo de café de su taza, mirando atentamente cada paso que daba su madre alrededor de la cocina, también miraba ocasionalmente a Kai sólo para asegurarse de que seguía sumamente entretenido comiendo de las galletitas que su madre preparó muy temprano por la mañana. Soltó un suspiro abatido, nadie parecía darse cuenta de su pesar.

-Voy a volver en la tarde, Soobin, después e la hora de la cena, quizá más tarde no sé. - La señora Choi revisaba su reloj de muñeca, haciendo el conteo de horas en su cabeza. Según entendió Soobin, debía encargarse de unas cosas en la institución en la que trabajaba, aún cuando había pedido unos días libres para poder estar con él.

-Bueno, mamá. Me puedo quedar solo.- Contestó encogiéndose de hombros. No encontraba ningún problema en el hecho de que su mamá tuviese que salir y dejarlo solo, después de todo él ya era un hombre adulto, sus preocupaciones siempre venían demás a estas alturas, aunque se había percatado de que desde su regreso, su mamá se esforzaba mucho en sus atenciones, preparándole todo siempre y teniendo más detalles de a los que él estaba acostumbrado, pensó que era normal, después de todo él también se encontraba feliz de estar de nuevo con ella.

-Ah... - La mujer dejó sus afanes y se quedó en su lugar quieta, mirando en dirección a su hijo sentando en la mesa y después hacia Hueningkai sentando frente a él enajenado con sus galletitas, suspiró con una sonrisa nostálgica en sus labios, mostrando sus comisuras tal y como en la sonrisa de Soobin se marcaban, eran muy parecidos en sus rasgos, en su color de cabello y en muchas otras cosas, se sentía muy orgullosa. - ¿Ya te dije esta mañana que te amo?

-Aproximadamente cuatro veces, señora. - Se apresuró a contestar Kai, dejando su atención del plato que ahora escaseaba del alimento. - Y a mi sólo me dio los buenos días.- Agregó con un infantil puchero. Soobin sonrió divertido, negando suavemente al ver a su madre mirándolo enternecida ante su actuar. 

-Está bien, los amo a ambos, pequeños. - La mujer se acercó a donde Kai estaba sentado y lo abrazó recargando su barbilla en su rubio cabello, éste sonrió complacido, logrando que Soobin se riera al ver cómo cerró sus ojos en forma de dos medias lunas y ampliando su sonrisa tiernamente; le causaba gran ternura el hecho de que su mejor amigo pudiese ser tan amable y lindo, aún cuando los años pasen y pasen sobre él, Kai sigue teniendo la misma dulce actitud que desde que era un niño y un adolescente, Soobin estaba seguro de eso porque básicamente habían crecido juntos, era tierno, inocente hasta cierto punto, paciente, tolerante y amable hasta la médula, casi todo lo contrario a él que poco desarrolladas tenía esas cualidades.

Soobin y Kai se conocieron incluso antes de nacer, sus madres eran amigas y muy unidas, de modo que desde bebés estuvieron juntos. De esas amistades sanas en las que ambos eran tan diferentes que no podían encontrar forma de que eso los separara, siendo Soobin el mayor por casi un año y finalmente siendo casi como hermanos.

Soobin aguardó el tiempo después de que su madre se despidiera de ambos con besos y recomendaciones maternales, esperando a que saliera de la casa y finalmente asegurarse de que sólo estuvieran ellos dos. Cuando estuvo seguro sintió un suspiro desprenderse de su pecho, lo había estado reteniendo casi desde que Yeonjun bajó de su auto la noche anterior, sintiéndose ahogado ante la situación.

-Hyuka, tengo que contarte algo. - Habló con una seriedad que Kai no tomó en cuenta, sólo lo miró curioso porque pudo percibir un tono de angustia en la voz del mayor. Soobin apretó la taza humeante entre sus manos, esperando por la atención de su confidente.

-¿Qué pasa? - El rubio se inclinó un poco sobre la mesa, mirándolo expectante ante su semblante. Era temprano en la mañana y no podía negar que notó la angustia en Soobin, lo conocía bastante como para saber cuando algo lo tenía incomodo, incluso mortificado.

Crecer - YeonbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora