Verlo... sentirlo... todo (Parte I)

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Si antes no sabían que estaba robando una nave; ahora sí lo sabían, tanto ruido mental no le permitían concentrarse ni ser plenamente consciente de sus actos en el plano material, y como consecuencia no podía pilotar sin chocar contra todo lo que estaba en el hangar; llamando la atención de todos en el edificio.

—no lo dejen escapar, disparenle— exclamó un nikto abriendo fuego contra la nave al igual que muchos otros mercenarios.

—Sidarth, soy yo hermano— llamo apasible Ahsoka, era su voz pero no podía verla —¿Creíste que podrías escapar a mis designios?— exclamó otra voz, cargada de odio y veneno.

—Maestra, percibo algo extraño— su seño se arrugó levemente en señal de consternación y duda —tambien percibo algo, es frío y oscuro—

—Parece que no somos los únicos haciendo contacto con nuestro huésped fugitivo— —las sentí, la maestra Onduli sin lugar a dudas, debemos ser cautos maestro—

—¡Cuidado!— gritó un quarren poco antes de que uno de los pilares lo aplastara, la nave se movía de forma tan errática que provocaba daños en todas las naves y estructuras cercanas, a tal punto que si no se detenía pronto, todo el hangar iba a caerse a pedazos.

Los controles estaban por su cuenta, como los blurrgs cuando sus amos sueltan sus riendas; pero el caos exterior era apenas una pizca en comparación con la mente del joven. Al abrir la puerta de su mente por dos extremos de la Fuerza, expandieron sus fronteras a todo lo largo y ancho de la galaxia...

Pudo sentir la muerte germinando a su alrededor así como en cada mundo de la galaxia, los focos de luz y oscuridad, enmarañadose y entrelazando todo cual telaraña de wyyyschokk.

Cualquier adepto a la fuerza pudo sentir como se extendía la mente del humano. Y en una recondita luna, los antiguos Sith percibieron la pujante fuerza bruta de su heredero —es tiempo de que el Sith'ari vuelva con los suyos— y siete señores y damas oscuras abordaron una nave del antiguo imperio sith.



Verlo todo, sentirlo todo, era demasiado para cualquier mente. Su única alternativa era cerrarse a la Fuerza misma, salir del tablero de Shah-tezh y conseguir un rumbo que le indicará su camino conforme a los designios del destino.

—¡¡¡Basta!!!— bramó intensamente expulsando a todos de su mente, y despidiendo una ola de energía pura tan potente que reventó la nave desde sus entrañas hasta devastar toda la fortaleza... Dejándola como un campo de escombros.

Las Jedi y los Sith se encontraban aturdidos en el suelo, al cerrarse a la Fuerza, el muchacho generó un vacío de energía que colapso las mentes de ambos invasores de su conciencia.

—¡Maestra, haga que se detenga!— gritó llena de agobio la padawan con las manos sobre su cabeza, soportando el peso de la luz y la oscuridad de toda la galaxia —padawan... hay... que cortar... la conexión—  replicó la maestra miriliana con el mismo peso que la togruta. Retomando a duras cuestas la postura de meditación, retomando su lazo con la luz, a la vez que cortaban los vínculos con la oscuridad

—¡Tyrannus, cierra el vínculo antes de que nos descubran!— masculló furico el anciano cubriéndose de las brazas azules, producto de su rito; extendieron ambas manos, despidieron sus relámpagos contra el pedestal dónde habían iniciado el ritual, haciéndolo pedazos.

El Sith'ari- Una Historia De Star Wars Donde viven las historias. Descúbrelo ahora