Agentes oscuros

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Muy lejos de la batalla que se libraba sobre de Dathomir, en la sala del castillo Sereno, Lord Tiranus fue contactado por su maestro.

-Maestro Sidious- saludo el conde del planeta arrodillado ante su señor -me he enterado que mis agentes encontraron a nuestro fugitivo en Dathomir- hablo Dooku dándole las buenas nuevas a su señor, si todo salía conforme a su plan, tendrían al muchacho de nueva cuenta en sus manos, pero el seño de su maestro mostró cierto descontento junto a una mueca de repudio -asi que huyó a Dathomir, la pregunta es ¿porqué?- replicó Sidious mientras entrelazaba sus manos, mostrando sus maquinaciones y preparándose para cada escenario -¿Cuáles son sus agentes, Conde?- añadió el sith expectante a conocer el chance de que esté muchacho volviera a su alcance -el general Grievous me informó que había interceptado una corbeta donde el muchacho trataba de salir del sistema- contestó el aprendiz -¿y está convencido que tiene al muchacho?- respondió con severidad el lord oscuro -no he recibido más transmisiones desde entonces mi...- pero antes que pudiese continuar su informe al sith, este comenzó a cerrar la tráquea del serenio desde el holograma azul a la vez que dejaba clara una advertencia -¡hasta que tenga al joven padawan en sus manos no asuma ninguna clase de victoria, ese padawan escapó de su propia nave lord Tiranus, conoce el precio por fracasar!- finalizó con la transmisión dejando a un conde tratando de recuperar el aliento, con un intenso temor recorriendo su espalda y un intento futil de su mano de aliviar el dolor provocado por el torturador y manipulador hombre al que se obligó a llamar maestro.

Sidious rara vez dejaba los salones del senado galáctico, permanecer ausente de el sería como descuidar a una anuba hambrienta, esos animales por más que fuesen domesticados nunca renunciaría a su naturaleza fiera. Plagueis amaba usar esa alegoría cuando le enseñaba sobre el control de la política; cuando complaces a una anuba una vez, está te es obediente; si lo haces de forma consiste, aprende a obtener la recompensa si ninguna obediencia implícita, de modo que acaba con su amo para volverse el propio.

Todos senadores eran así, por más idealistas que quisieran parecer; esos Beil Organa, Onaconda Far, Mon Mothma y Padmé Amidala no eran la excepción, mientras les concediera algunas victorias esporádicas en la sala del senado estos no darían demasiados problemas, pero era esencial hacerlos perder el doble, e inclusive de lo que ganaban. Para que nunca olvidarán que por más poder que les diera su cargo, este nunca sería importante para el resto de la galaxia; solo había una persona con ese poder, y solo podía ser él.

Pero lo que tenía a su resguardo no podía verse entre las pertenencias del canciller supremo bajo ninguna circunstancia, en la zona industrial del Coruscant, resguardaba un objeto que los Jedi dejaron de buscar y que ahora era una poderosa herramienta para sus planes: el holocron con la lista de sensibles a la Fuerza, aquellos que esperaban que fuesen el futuro de su preciada orden Jedi. Ahora con la atención de los Jedi y de la mayoría de sus enemigos centrada en el padawan, era libre de recolectar ciertos niños y niñas con habilidades prometedoras, que encarrilaría hacia fines más grandes de los que sus oponentes podrían imaginar.

Nuevamente en el castillo Sereno, Dooku no podía olvidar la pregunta que el sith le hizo, de entre todos los mundos a los que se pudo haber retirado ¿cuál fue la razón que lo hizo acudir a Dathomir? Madre Talzin rara vez se interesaba en temas galácticos que no inmiscuyeran a su clan, y un muchacho Jedi no figuraba en tal categoría. Aunado a ello, el interés que mostraba su maestro en aquel padawan lo remitió a un secreto que guardaba con sumo recelo.

En sus aposentos íntimos, donde ni los droides, Grievous o Ventress había entrado siquiera; guardaba una copia incompleta de la lista de niños que poseía Sidious, el hombre no era tonto, esa era una de las razones por la que tanto Yoda como Sidious lo habían tomado como discipulo. Entendió bien que si su maestro deseaba con tanta desesperación la información en ese holocron, está debía ser de extrema importancia, cuando lo abrió a bordo de su nave Providence y descubrió el secreto de su contenido, supo que era un medio para que su señor encontrará un reemplazo para él.

Duplicar la información del artefacto Jedi habría comprometido su posición ante Sidious, esos rastros no desaparecen; pero si duplicaba manualmente esa información sin hacer una transferencia de datos, la sospecha sería infundada. Darth Sidious no correría el riesgo de ser descubierto haciendo que Dooku le entregará el holocron personalmente, una red de intermediarios bajo sus órdenes había pasado el artefacto entre manos hasta que llegarán a las del maestro sith; pero antes que el objeto de la fuerza llegará al primer intermediario, envió la copia de la lista a su servidor personal en su castillo, adquiriendo a su vez un haz para asegurar su lugar en caso de tratar de ser desechado.

El secuestro de niños por parte de un cazarecompensas de alto calibre haría despertar sospechas y preguntas en el bajo mundo, pero si se "extravían" por un criminal de poca monta, sería tratado como un incidente más suscitado a raíz de la guerra y la inseguridad vivida en esos tiempos de inestabilidad; sobretodo en mundos alejados de los sistemas del núcleo galáctico. Ese fue el plan ejecutado por los sith para el adoctrinamiento de futuros agentes oscuros enteramente a su servicio.

Sidarth gritaba y se retorcía de dolor, un dolor ajeno, y a la vez tan intenso que era propio; un ardor incandescente alojado en su pecho junto a la sensación de haber sido empalado tres veces por una espada; se abrazaba las costillas con sus brazos con tanta fuerza, que hubiese preferido arrancarse las costillas del tórax a continuar sintiendo ese dolor. Lo que siguió después de ello no era dolor, sino poder, fuerza y una abrumadora sensación de rabia. Cayó de rodillas al piso metálico, embriagado en la rabia y el dolor que la reciente muerte provocó, su respiración se agitó a la vez que se volvía frenética dándole fuerza a sus encontradas emociones oscuras; los muros a lo largo del corredor se compactaron, las paredes de duracero se resquebrajaban junto a las tuberías, cableado y andamios contenidos en su interior, la mujer observaba la escena complacida mientras se asomaba una siniestra sonrisa en su dañado rostro; así como su sonrisa se alzaba, el muchacho se elevaba de los suelos metálicos intensificando la fuerza de su poder, y en un grito de furia todo el corredor fue hecho pedazos con un empuje todavía más intenso que la acción de comprimir la estructura.

La nave entera retumbó con tal poder, uno que creció tan abruptamente que colapso el cuerpo de Sidarth dejándolo inconsciente -Ya no hay tiempo para ésto- sentenció la mujer con el manto negro, colocando su mano sobre de la cabeza del joven padawan y simplemente con su voluntad lo puso en un estado de trance, él se irguió con la mirada vacía a la espera de su orden -sígueme a mi nave, todos aguardan tu retorno-

El Sith'ari- Una Historia De Star Wars Donde viven las historias. Descúbrelo ahora