Capitulo 15

625 68 2
                                    

     Una hora después, Peeta estaba esperando en la sala de estar del Número Cinco, la casa de su madre en Londres. También había sido su casa, hasta que encontró sus propios alojamientos. Su madre, ahora vivía allí sola y Peeta nunca dejaba de sorprenderle lo callada que la casa parecía.
 - ¡Querido! -exclamó su madre, entrando al cuarto con una sonrisa-. ¿Cómo ha sido tu día? Cuéntame todo sobre Marvel y los niños. Es un crimen la poca frecuencia con la que veo a mis nietos.
    Peeta sonrió. Su madre había visitado Wiltshire solo un mes atrás y lo hacía varias veces al año.
 - En realidad, Madre, tengo un favor que pedirte.
    La postura de Violet siempre era extraordinaria, pero aún así, pareció enderezarse un poco.
 - ¿Qué necesitas?

   Le habló sobre Katniss, haciendo su narración lo más breve posible, para que su madre no llegara a conclusiones inapropiadas sobre su interés en ella.
   Su madre siempre tendía a ver a toda mujer soltera como una novia potencial. Incluso aquellas que tenían una boda fijada dentro de una semana.
- Claro que te ayudaré -dijo ella-. Eso será muy fácil.
 - Su tío está determinado en mantenerla recluida -le recordó Peeta.
- Hijo, déjame esto a mí. Haré que tu hermana le envíe una invitación con una nota personal -meditó Violet-. Y quizás, se lo pediré directamente a su tío. Podría mentirle y decirle que me la encontré en el parque.
- ¿Mentirle? -los labios de Peeta dibujaron una sonrisa-. ¿Tú?
    La sonrisa de su madre era claramente diabólica.
- No importa si no me cree. Esa es una de las ventajas de tener avanzada edad. Nadie se atrevería a rebatir a un viejo dragón como yo.
    Peeta levantó las cejas. Violet Mellark podría ser la madre de ocho hijos adultos, pero con su cutis lechoso, sin arrugas, y su amplia sonrisa, no lucía como alguien que pudiera ser llamada vieja. De hecho, Peeta se había preguntado a menudo, por qué no había vuelto a casarse. No había escasez de viudos que clamaban llevarla a una cena o sacarla a bailar. Cualquiera de ellos podría haber brincado ante la oportunidad de casarse con su madre, solo si ella les hubiera mostrado interés.
    Pero no lo hizo. Su padre llevaba muerto más de dos décadas, y Peeta no tenía ni el más ligero recuerdo del hombre. Pero su madre había hablado de él a menudo, y siempre que lo hacía, su voz cambiaba. Sus ojos se ablandaban, y las esquinas de sus labios se curvaban.
   En esos momentos entendía por qué era tan firme en que sus hijos escogieran a sus parejas por amor.

    Justo entonces una criada llegó con una bandeja de té.
 - El cocinero preparó tus bizcochos favoritos -dijo su madre, dándole una taza.
- ¿Anticipaste a mi visita? -preguntó.
 - No esta tarde. Pero sabía que no estarías lejos mucho tiempo.

    Peeta le ofreció una sonrisa ladeada. Era verdad. No tenía sitio en su apartamento para una cocina apropiada. Comía en las fiestas, y en el club, y, por supuesto, en las casas de su madre y hermanos.
 - Gracias -murmuró, aceptando el plato con bizcochos.
 - Estoy muy emocionada de que buscaras mi ayuda con Lady Katniss.
 - ¿Lo estás? -preguntó él con curiosidad-. ¿A quien más podría pedirle un favor como ese?
   Ella mordisqueó delicadamente su bizcocho.
 - Soy la opción obvia, claro, pero debes comprender que raramente vuelves a tu familia cuando necesitas algo.

   Peeta se quedó quieto, luego se volvió despacio con dirección a ella. Los ojos de su madre estaban clavados en su rostro. ¿Qué había querido decir con eso? Nadie podría amar a su familia más que él.
 - Eso no es cierto -dijo él finalmente.
   Pero su madre solo sonrió.
 - No lo tomes como una ofensa -dijo ella-. No he dicho que no nos ames. Pero siempre has preferido hacer las cosas por ti mismo.
 - ¿Qué hay de malo en eso? -preguntó.
 - Nada. Estoy muy orgullosa de haber criado hijos autosuficientes. Ustedes han logrado construir su propio camino en el mundo. -Hizo una pausa, considerando lo que había dicho, y agregó-: Con un poco de ayuda de Finnick, claro. En realidad estaría muy defraudada, si él no se hubiera preocupado por todos ustedes.
- Finnick es sumamente generoso -dijo Peeta con voz queda.
 - Sí -dijo Violet, sonriendo-. Se parece mucho a tu padre en ese aspecto. -Lo miró con ojos nostálgicos-. Siento mucho que nunca lo hayas conocido.
 - Finnick fue un buen padre para mí. -Peeta lo dijo porque sabía que eso la alegraría, pero también lo dijo, porque era verdad.
    Los labios de su madre se fruncieron y apretaron, y por un momento pensó que ella podría llorar. De inmediato sacó su pañuelo, y se lo ofreció.
 - No, no, eso no es necesario -dijo ella, incluso mientras lo tomaba y le daba golpecitos a sus ojos-. Estoy bien. Solo estoy un poco… -tragó saliva, y luego sonrió. Pero sus ojos todavía brillaban-. Algún día entenderás, cuando tengas tus propios hijos.

Enamorado De Un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora