Diecisiete

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—¿A qué se refiere con eso? —musitó Yui con voz tensa, intercalando su mirada entre Kerman y Riku, notando que había algo raro en la manera secreta en la que se miraban, como si estuvieran compartiendo algo en silencio.

En lugar de responderle, Kerman se volvió hacia hacia Coralie y Sander. En eso, la mujer de repente colapsó, su cuerpo se inclinó hacia adelante como si le hubieran dado un golpe en estómago y tanto Kerman como Sander la sostuvieron para que no se cayera. Cuando se incorporó nuevamente, tenía los ojos llorosos pero su expresión no se veía triste ni dolida, más bien estresada.

—Cielos... —murmuró ella, jadeante—, hacía mucho que no tenía una advertencia tan fuerte..., olvidaba lo que se sentía.

—Gracias por avisarnos, Coralie —dijo Kerman, volviendo a adquirir el tono amable que lo caracterizaba—. Ahora, tenemos que ponernos a trabajar...

Fue interrumpido ante una notable vibración en el suelo, que hizo que Yui se tambaleara más por la impresión que por la intensidad de la misma. Luego, como si se tratara de una película de miedo, se escuchó un rugido distante ligeramente agudo, como alguno que sólo alguna criatura desconocida y peligrosa podía emitir. Le recorrió un escalofrío y sintió que la piel se le ponía de gallina ante una simple idea: «¿Ese sonido era de alguno de los Podridos? ¿Era algo más grande y peor que ellos? ¿Eso se estaba dirigiendo hacia allí en ese momento para buscarlos, como había dicho Sander?»

Escuchó, entre su estupor, que Kerman daba indicaciones que corrieran y se dirigieran hacia la sala de entrenamiento, luego le pidió a Sander que le avisara a los demás —los cuales estaban en los diferentes puntos altos del Refugio para defender desde la distancia el Refugio de los enemigos— que fueran con ellos, que tenían que hacer una estrategia porque, en aquella ocasión, las cosas estaban demasiado complicadas.

Riku le sostuvo la mano en todo momento, siendo él quien básicamente se llevaba a la chica, siguiendo a los demás, y la conducía a la sala de entrenamiento, sin decirle nada o siquiera mirarla. Era un comportamiento muy extraño tratándose de Riku, quien siempre le daba su lugar y se aseguraba de hacerla sentir cómoda, y eso fue otra señal más para pensar que lo que sea que estuviera pasando era de tal magnitud que todos parecían actuar de manera fuera de lo común.

—Riku, ¿qué sucede? —le murmuró mientras miraba de reojo a Coralie, que se paseaba por la sala con nerviosismo, todavía afectada por la intensidad del trance en el que había estado sumida anteriormente—. ¿Podrías decirme qué pasa?

Él no le respondió y tampoco la miró al instante, pero después de unos segundos donde Yui verdaderamente se sintió desesperada e ignorada, él se giró lentamente, como si no quisiera verla del todo, y la miró con una expresión tan triste que parecía que había sufrido una verdadera desgracia.

Pero esa expresión se vio interrumpida por un intento de sonrisa, una sonrisa triste y cansada, acompañada de la mano de Riku que se alzó hasta que le acarició la cabeza a Yui como a una hermana pequeña que no sabe nada del mundo.

—Es complicado —fue su única explicación—, lo siento.

Aunque estaba agobiada, Yui no reprochó ni exigió explicaciones mientras los demás iban llegando. La sala se animó un poco y el ambiente dejó de estar tan tenso cuando Akito y Sander entraron hablando con normalidad y haciendo bromas sarcásticas, como si no estuviera pasando un ataque supremo por parte de los Podridos que, parecía ser, no iban a ser capaces de contener.

Kaden fue a su lado a preguntarle si estaba bien, notando su expresión pálida, y ella se sintió un poco más segura de tener a todos los demás ahí presentes. Le sonrió al chico y asintió como pudo, intentando tranquilizar el miedo que le carcomía el corazón.

Imperium [Diabolik Lovers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora