Uno

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Yui se había despertado con náuseas tan intensas que tuvo que ir a correr al baño para poder expulsar la cena de hacía varias horas. Intentó, de verdad que lo hizo, ser lo más silenciosa posible, pero sabía que sólo se estaba engañando; el oído de los vampiros era tan agudo que, no había dudas, ya la habían escuchado. Quizás, en algunos momentos, llegarían a su puerta a reclamar por lo ruidosa que era, que ni siquiera dejaba dormir en paz o algo parecido, pero en ese momento no pensó demasiado en eso, sino en el desagradable sabor de boca que tenía.

Se lavó los dientes, con los ojos nublados por las lágrimas que se le habían formado mientras vomitaba, y esperó que después de todo el ruido que había causado, aquella vez fuera silenciosa. Cuando regresó a la habitación, se sorprendió al ver a cierto castaño de cabello largo, que usualmente llevaba sombrero, en pijama y con los cabellos revueltos, como si acabara de levantarse, sentado en la orilla de la cama. Al principio, la rubia se alarmó porque sabía que el horario en el que dormían era inverso al normal, por lo tanto, estaba segura de que era de día, y a los vampiros solía lastimarles el sol, ya fuera en los ojos o al irritarle la piel, pero cuando vio por la ventana de su cuarto, notó que no había mucha iluminación solar, por lo que no había problema.

—Laito, ¿qué haces aquí? —preguntó, mirando con el entrecejo fruncido en preocupación y un poco de desconfianza. Siempre que alguno de los hermanos iba a su habitación, era para pedirle algo, y normalmente, aquello que siempre le pedían era sangre. Era temprano todavía, sabía que no era momento para que bebieran de ella, o eso pensaba.

—Oh, nada, simplemente te escuché —sonrió de manera gatuna, sin tener aquél típico brillo lascivo en sus ojos, como era costumbre, cosa que le pareció un tanto novedoso a Yui—. ¿Estás enferma, pequeña perra? ¿Por qué no se lo has dicho a Reiji? Sí que eres bastante traviesa, ¿no? —Soltó una risita divertida, y ella negó energéticamente con la cabeza.

—No. —Se detuvo en el instante en el que notó que había hablado en un tono de voz demasiado elevado—, No... no es así —aclaró, llevándose las manos al pecho, como si se resguardara de algo, para tener un poco más de seguridad en sí misma—. No estoy enferma, eso creo, simplemente... tal vez sólo fue algo que me cayó mal de la cena o quizás no digerí totalmente la comida.

—¿De verdad, pequeña perra? ¿No estás mintiendo? —Ladeó la cabeza, mirando a la rubia fijamente.

—¿Eh? No, para nada. —Negó con la cabeza honestamente—. No tengo por qué mentirte, ¿por qué lo haría?

Laito se encogió de hombros, se levantó y caminó hacia la rubia, sin sonreír del todo, simplemente con una expresión de desinterés en el rostro. Cuando estuvo frente a ella, la miró directamente a los ojos y sonrió, un brillo resplandeció en ellos, pero Yui no supo identificar de qué se trataba. Se inclinó un poco hacia ella, y la rubia se sintió intimidada por cómo le miraba.

—Durante los últimos días, tu aroma ha cambiado, ¿lo sabías?

—¿Q-Qué? —Miró con los ojos muy abiertos al castaño.

—No pensé que fuera importante, pensé que se debía a que tenías contacto con algún otro de mis hermanos. —Se encogió de hombros, y miró a su alrededor con aburrimiento—. Pero también estás... rara. Te veo más pálida de lo normal, pequeña perra, también noto que no comes del todo bien; bueno, no es que comieras bien antes, pero ahora ni siquiera ves la comida, ¿o acaso es que no te das cuenta de lo que haces? —Su tono de voz era de burla, y Yui tragó saliva.

—Eso... lo hago sin querer, de verdad. —Bajó la vista, nuevamente intimidada por la atención del vampiro, quien sonrió ante lo fácil que era poner nerviosa o asustar a la chica.

Imperium [Diabolik Lovers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora