Veinticuatro

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Cuando se abrieron las puertas del Refugio, Yui aguantó la respiración, cómo si con ello pudiera amortiguar la impresión de ver el interior. A su espalda pudo escuchar un suspiro por parte de Coralie, pero más que un sonido resignado o molesto, pareció divertido.

El interior era como lo recordaba, pero también diferente. Sabía dónde estaba cada cosa, recordaba los muebles esparcidos en la sala principal, sabía dónde estaba la cocina, el comedor, la sala de entrenamiento, todo, pero había algunos cambios que hacían que no terminara de familiarizarse por completo. Desde simples cambios de color o texturas en el techo o las paredes, a habitaciones cambiadas de lugar a como las recordaba. Era como estar en casa después de una intensa remodelación, confuso pero bienvenido.

—Todo sigue igual... o tan igual a como puedo recordar —dijo Yui mirando hacia arriba, apreciando sus alrededores y con muchas ganas de mirar cada detalle de cada habitación.

—Bueno, me alegra que estés familiarizada con todo esto —dijo Coralie a su espalda—, eso me ahorra darte el tour para que no estuvieras tan perdida.

Yui, todavía perdida en su fascinación, quiso responderle que igualmente le gustaría el tour por el Refugio, que quería saber todo porque era consciente que había cambios que en el Refugio anterior no estaban, pero no pudo decir nada. Coralie se le adelantó.

—Ven conmigo, estoy segura que Kerman está esperando por ti.

Y entrelazó el brazo con el suyo, como viejas amigas que estaban por ponerse al corriente de sus vidas una tarde soleada, paseando por las calles para ir de compras. Fue una sensación única que Yui nunca había sentido, una sensación de familiaridad y amistad diferente a la que tenía con las Sombras de los chicos.

Era diferente porque se trataba de Coralie, una mujer, y quien la trataba como una amiga. Yui terminó descubriendo que le gustaba aquel sentimiento diferente.

No le gustaba más que la amistad con los chicos, sino que le gustaba que fuera diferente. Las Sombras eran muy buenos con ella, pero precisamente porque eran buenos, guardaban su distancia; el tipo de distancia que viene con la educación. Como Yui era una chica, ellos no eran bruscos con ella, tampoco le hacían bromas pesadas y algunos evitaban el contacto físico.

Con Coralie no había nada de esas barreras, y fue lindo tener ese tipo de amistad tan libre con alguien.

La mujer la llevó a través de todo el Refugio hacia el salón de Kerman, pasando a través de algunas habitaciones que Yui señalaba para preguntarle sobre su interior. En algunas veces, las habitaciones contenían lo mismo que en le otro Refugio, pero en otras eran diferentes. Todo era interesante y Yui quería seguir viendo más, aprender más del Refugio actual y de sus habitantes.

Finalmente, avanzaron a través de un pasillo; el corazón de Yui latía con fuerza contra su pecho y casi estaba segura que Coralie también podía escucharlo. No sabía por qué, pero estaba nerviosa. ¿Por qué, si ya conoces a Kerman? ¿Por qué, si él ya sabe que estás aquí, te conoce y sabe lo que pasó? Suponía que era porque estaba acostumbrada a siempre esperar lo peor, a que siempre llegaran malas noticias, a que algo malo sucediera en mitad de sus momentos de felicidad.

No se dio cuenta que había comenzado a jugar con las manos y a morderse el labio hasta que sintió una caricia invisible en su mejilla y escuchó a Coralie bufar a su lado, como si riera.

—No está triste, solo nerviosa —dijo, y Yui comprendió que se estaba dirigiendo a las ánimas.

Ese pequeño gesto de las ánimas en un intento por consolarla hizo que Yui sonriera y soltara una risita tímida. Fue suficiente para que la ansiedad que la atormentaba se desvaneciera.

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⏰ Última actualización: Jun 15 ⏰

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