Capitulo 10

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SeokJin intentaba que no fuera muy obvio, pero había tomado la costumbre de estar junto a la ventana, atento a la llegada del sirviente que encendía los faroles.

No había vuelto a ver a Jungkook ,ni había recibido ningún mensaje de él desde la primera y única noche que habían pasado juntos, cuando había tomado su virginidad.

Suspiró con una mezcla de desilusión y alivio. Aquella noche ninguna antorcha había entrado en la plaza del harén y no habían encendido ningún farol.
Por lo menos no tendría que ver a Jeon entrar en otra casa y torturarse pensando en que estuviera haciendo el amor a alguien que no fuera él.
Se preguntaba si, después de todo Jeon le había encontrado repulsivo y había decidido no volver.

Quizás la muerte sería preferible a ser rechazado. Haber conocido el amor físico por primera vez, haber sentido aquel poderoso cuerpo contra el suyo poseyéndole...

Se estremeció agitado por una corriente de excitación que atravesó su cuerpo.

La única noche que habían pasado juntos había sido como estar en el cielo. Si el recuerdo de aquella noche era lo único que iba a tener, así tendría que ser. Incluso si estaba destinado a pasar el resto de su vida aislado y solo tras aquellos muros que le mantenían prisionero, era más de lo que nunca había esperado. Pero de alguna manera el recuerdo no parecía suficiente ante la intensidad de su deseo. Solo, excepto por Hoseok, por supuesto.

Era su consuelo pero también era provocador, enérgico, parlanchín, sorprendente y chismoso. Un rato antes Hoseok había decidido que SeokJin necesitaba refrescar el manejo de la espada. Le dejó sin aliento en la sesión de práctica.

—¿Soy yo o eres tú el que necesita practicar? — preguntó Jin ásperamente.

—Quizás los dos. No quiero ponerme gordo — dijo Hobi con aire satisfecho— Los eunucos son propensos a ganar peso, ¿sabes?

—Y por eso me atormentas para lograr tus objetivos — refunfuñó Jin.

Hoseok le sonrió. Con el índice y el pulgar hizo un círculo y movió el pulgar de la otra mano hacia dentro y hacia afuera.

— No todos los ejercicios son iguales, ¿verdad? Es cosa de dos.

—¡Cállate! — ordenó Jin airadamente — Márchate. Quiero darme un baño. Prepara el agua caliente.

—Muy bien. Haré que enciendan los fuegos.

Hoseok salió de la alcoba y Jin pudo borrar la falsa sonrisa de su cara. Esperaba que ni siquiera Hobi pudiera adivinarlos terribles pensamientos que le atormentaban. En su casa, antes de que su madre muriera, le había estado permitido cabalgar libremente, con el viento agitando su pelo por los campos de altas hierbas, e ir a donde quisiera.

Lentamente la red de intrigas se había cerrado sobre él y había descubierto demasiado tarde el destino que su hermano había planeado para él. Y allí estaba, atrapado en un harén donde si se llegaba a conocer la verdad no tendría derecho a estar, esperando a un hombre que seguramente no había vuelto a pensar en él. Llevaba tanto tiempo ocultándose tras las ropas que voluntariamente le servían de disfraz, que hasta que MinSeok no se las había arrancado, casi había olvidado quién era en realidad.

Su cuerpo ardía de necesidad y deseo y su espíritu ansiaba el amor que creía haber sentido en brazos de Jeon. No era mucho consuelo alegrarse de que tampoco una mujer disfrutara de la compañía de Jungkook aquella noche, pero era lo único a lo que podía aferrarse.

Se preguntó dónde estaría y qué estaría haciendo, sin poder evitar envidiar la libertad que le permitía ir y venir a su antojo. Se abrió la puerta y como estaba esperando el regreso de Hoseok, no se dio la vuelta.

La Concubina del GeneralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora