Capitulo 14

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Cuando Hoseok entró en la alcoba con las primeras luces para despertar al General, vio que ya se había ido. Ansiosamente examinó el montón de ropa de SeokJin que estaba en el suelo.

Estaba claro que hacía falta que la lavaran, pero aparte de eso, no mostraba signos de la destrucción que Jungkook solía dejar tras sus visitas.

SeokJin dormía con una sonrisa feliz en los labios.
Hobi se acercó a la cama dispuesto a taparle con las sabanas para ocultar los pezones, que los tenía al descubierto, y se paró en seco al ver un resplandor rojo entre la maraña de pelo.

Unos pendientes de rubíes y diamantes de lo más gloriosos brillaban en sus orejas. Casi se le escapó un grito de triunfo. Se conformó con levantar el puño en silencio como signo de victoria porque no quería despertar a la princesa.

¡Por fin! Esa despreciable bruja que era Jennie se tragaría sus insignificantes joyas de una rabieta cuando viera aquellos pendientes, y esperaba que mientras bajaban hacia el estómago las gemas le arañaran la garganta hasta hacerla sangrar.

Aunque en su opinión, el General fácilmente se podía haber permitido otro par de pendientes. Dos era un número mísero para la más bella concubina de toda China...

¡No! No sólo de China, sino ¡del mundo entero!.

—¿Qué estás haciendo, Hobi?— preguntó una voz somnolienta.

Recordando dónde estaba y su lugar, Hoseok serenó su rostro.

—Admirando tus nuevos pendientes, ¡Ay SeokJin!. Parece que alguien ha ganado el favor del amo.

— ¡Márchate!

Jin se dio la vuelta y se tapó los oídos con las manos, lo que seguramente le permitió ignorar los grititos que lanzó Hoseok cuando hizo el siguiente descubrimiento.

Había encontrado un paquete en el banco que había al pie de la cama cuidadosamente atado con una tira de algodón estampado.

Cuando lo abrió encontró un juego nuevo de lencería de seda de gran delicadeza con unos bordados etéreos de flores de cerezo. Además, había dos qípáo nuevos, el primero era de un espectacular color carmesí, el color perfecto para hacer resaltarlos nuevos pendientes de rubíes. Tenía dragones blancos y púrpuras bordados en los bajos y las mangas. Un ribete dorado asomaba en el cuello y los bajos, y habían bordado olas doradas entre los dragones, como si emergieran de un océano de oro.
El otro vestido tenía todos los colores del pavo real: verde, verde amarillento y brillantes azules cobalto. Los bordes estaban decorados con franjas negras y doradas, y los botones parecían ser zafiro engarzados en oro. Un paquete más pequeño cayó en el pie de Hoseok; pesaba lo suficiente como para que le hiciera un poco de daño. Lo abrió y vio que contenía unos vistosos pendientes esmaltados con pavos reales, que tenían colgando unas elegantes colas cuajadas de esmeraldas y zafiros.

Había un último paquete en el banco y Jung examinó su contenido.
Dentro encontró un delgado y bello puñal grabado que tenía el puño enjoyado y que cuando estaba enfundado se podía sujetar a la muñeca o a la pierna. Era el regalo más adecuado para una bella pero belicosa muchacha que tenía que hacer frente a la envidia dentro del harén.

Se quedó mirando el surtido de regalos, estaba tan aturdido que por una vez le faltaban las palabras.

—Contemplad a la nueva favorita — susurró. Miró a Jin , que seguía durmiendo, y se preguntó qué habría sucedido entre los amantes durante la noche.





SeokJin decidió ponerse para salir el qípáo carmesí que Jeon Jungkook le había regalado y se arregló con gran esmero.

Cuando unos días antes se había despertado aún bajo los efectos de la lánguida relajación de haber hecho el amor durante la noche, se había tocado los pendientes nuevos con una sonrisita propia del que sabe un secreto que los demás desconocen.

La Concubina del GeneralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora