ᴠɪɪ. ʟɪɢᴇʀᴀ ᴄᴏᴍᴏ ᴘʟᴜᴍᴀ, ɪɴᴄᴏɴsᴄɪᴇɴᴛᴇ ᴄᴏᴍᴏ ᴢᴏᴍʙɪᴇ

668 96 80
                                    

Luego de esa inesperada y ciertamente intensa plática, lo siguiente ocurrió demasiado rápido. En un abrir y cerrar de ojos ya no estaba en el laboratorio, sino vagando en algún punto del pasillo. Los ojos oscuros de Christopher Blanchard clavados sobre mí con un deje de confusión y preocupación.

—¿Cassie? —su voz lastimó mis oídos. Luego de escuchar todo a mi alrededor como si estuviera debajo del agua, muy lejano, ahora que estaba consciente cualquier mínimo ruido retumbaba en mi cabeza, como si trajera amplificadores dentro.

—¿Qué ocurrió?

—Lo mismo me pregunto. Te vi caminar, pero cuando te hablé no respondiste, como si no me estuvieras escuchando —explicó. Mi mente se quedó en blanco. No podía procesar lo que estaba sucediendo, ni cómo había llegado hasta ahí, ni en qué momento salí del salón.

Rebusqué en mi cabeza, asegurándome de analizar cada rincón, pero no había nada. Estaba en blanco.

El timbre sonó, indicando el cambio de clases, y yo pasé la mano por mi cabello, con angustia.

—¿A dónde fuiste? ¿Te cambiaron a la clase del Señor Park?

—Eso, e-eso creo.

—¿Crees?

—Chris... —murmuré con temor. Mi cabeza estaba a punto de explotar. —Lo último que recuerdo es a Ethan y yo practicando juntos en el laboratorio. Justo después no hay nada.

Christopher suspiró alerta, pasando una mano por mi frente para comprobar mi temperatura corporal. Me dolía la sien, sentía presión y piquetitos.

—CC —esa voz masculina hizo erizar mi piel. Ethan Blythe caminó hacia nosotros abriéndose paso entre la multitud de chicos, y me extendió una pluma de tinta azul. La observé con confusión y él la agitó levemente, como dándome a entender que la tomara. Lo hice vacilante. —Gracias por el bolígrafo. Saliste antes y no pude devolvértelo.

Un abrumador flash cegó mi vista y al cerrar los ojos por instinto, las imágenes simplemente aparecieron.

—¿Control sobre qué? —pregunté, al cabo de unos segundos.

No podía verlo, pero, aun así, juraría que en sus labios se formó una sonrisa tentadoramente maquiavélica.

—Sobre todo —susurró.

Su aliento en mi cuello me estaba volviendo loca.

Y no, no en un sentido metafórico o sexual. Loca, literalmente loca.

Cada que parpadeaba podía visualizarme a mí misma en medio de un túnel totalmente oscuro, envuelta en una especie de niebla roja que consumía cada parte de mi alma, mis ojos inyectados en veneno negro, a medida que aquella espesa nube vagaba en círculos alrededor de mí, cada vez más rápida y violentamente.

Entonces, entre esa barrera entre las alucinaciones y la realidad, sentí como él se removía, a punto de separarse, pero un impulso dentro de mí no estaba dispuesto a permitirlo.

De la nada, mi mano viajo a su muñeca izquierda, aferrándome a su brazo como si mi vida dependiera de ello.

—¿Cassie? —su voz sonaba lejana, como un eco. En mi mente, la misma imagen de mí en medio de la niebla seguía reproduciéndose, y se tornó alarmante cuando, aún con mis ojos abiertos, seguía viéndola —Cassie.

—No —la palabra salió de mis labios antes siquiera de que pudiera formularla en la mente.

—¿No qué? —se estaba burlando, como era usual en él. Comenzaba a pensar que obtenía cierto retorcido y extraño placer al mostrarse superior ante los demás.

—No te apartes.

De reojo pude ver como sonreía. Una sonrisa de satisfacción.

No rechistó, tampoco hizo burla. Solo regresó sus manos a la mesa, apoyando sus brazos lentamente a cada lado de mí. Sentí que aconteció una eternidad hasta que finalmente su pecho rozó con mi espalda suavemente, aumentando tan solo las imágenes dentro de mi cabeza, y -como era de esperarse- acelerando mi pulso.

Tragué saliva.

—¿Quieres seguir sintiéndome?

—Ethan —interrumpió Chris, haciéndome regresar a la realidad antes de que él dijera algo más. ¿Qué diablos había sido eso? —¿Cassie estuvo en tu clase?

—Sí. Química nivel avanzado.

El rubio asintió.

—¿Y hoy... hicieron muchos ejercicios? —preguntó, intentando averiguar que estaba sucediendo. Ethan arqueó una ceja mientras sacaba de su mochila dos hojas.

—Algunos, después el profesor le aplicó un examen de diagnóstico a Cassie para comprobar que tan al corriente debía ponerla con los temas y la dejó salir antes. Me pidió que te lo diera.

Fruncí el ceño, tomando las hojas en blanco, y efectivamente, era un examen. El nombre, grado y número de lista estaban escritos con mi puño y letra, al igual que las respuestas de las preguntas. Ya había sido revisado, sobre el papel podía leerse un enorme "95" aprobatorio firmado en tinta azul. Al reverso, una lista cuyo título decía "temas a repasar para la siguiente clase", con tres subtítulos debajo de él.

—Los temas son los que el señor Park dijo que debías reforzar en casa para estar al corriente en las clases —explicó el castaño.

—Gracias —murmuré, y él asintió.

—Nos vemos luego, CC. Cuídate, los monstruos están acechando.

Algo se removió en mi interior al escuchar esta última frase. Con una sonrisa ladina, Ethan se despidió, dejándome con un mal, muy mal sabor de boca.

—¿Una especie de estado de trance, donde solo olvidaste todo? Como las alucinaciones que has estado teniendo —cuestionó Chris cuando Ethan nos dio la espalda y comenzó a alejarse.

Observé las hojas del examen entre mis manos y asentí.

Sí, eso debía ser.

Sí, eso debía ser

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
EL REINADO DE APPÓCALIVE ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora