ɪɪɪ. ᴡɪᴛᴢʏ ᴡɪᴛᴢʏ ʙᴏᴏ

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Luego del pequeño incidente en la cafetería, la siguiente semana transcurrió con normalidad. No había vuelto a interactuar de ninguna forma con Ethan -sí, una mini mirada era nuestra máxima conexión hasta el momento- y a ser verdad, mi vergüenza estaba agradecida por ello.

Quise convencerme a mí misma de que quizá, solo tal vez, existía una pequeñísima probabilidad de que él no hubiera escuchado la pregunta de Elliot ese día al terminar el receso, pero muy en el fondo, sabía que esa mirada del chico no podía haber sido una coincidencia, más aún cuando todo Rottenhill prep era consciente de que Ethan no era de andar echando ojitos al aire porque sí.

Lo que yo no sabía era que con esa simple mirada Ethan Blythe había marcado mi destino, como un juego de atrapadas, donde el contrincante tocaba tu hombro mientras exclamaba "¡te tengo!", entonces sabías que oficialmente estabas perdido. No había marcha atrás, no podías volver, solo aceptar tu derrota y sentarte en la banqueta a esperar que lo que debiera pasar sucediera, que el juego terminara, porque ya no tenías dominio alguno.

Así Ethan, con sus ojos oscuros me había susurrado "te tengo. Siéntate y espera, ya has perdido el control".

Un control que en realidad jamás tuve.

Eran alrededor de las 07:00AM cuando Christopher entró en el salón de biología, sus ojos marrones hinchados y soñolientos demostraban una posible desvelada y su cabello rubio se encontraba desordenado. Aun así, no se olvidó de sonreírme antes de tomar asiento en la butaca frente a la mía.

Chris y yo éramos amigos desde hacía ya bastante tiempo. Siete años, para ser exactos; nos habíamos conocido a los diez. Él era el niño nuevo en la escuela que recién había llegado al pueblo y yo era demasiado tímida para hacer amigos, cosa que al parecer a él no se le dificultaba mucho.

Recuerdo que me arrojó un balón de fútbol en la cara.

Por accidente, insistió y quiero pensar.

Se disculpó repetidas ocasiones y todo ese día se dedicó a cuidarme, cargar mi mochila y hasta comprar mi almuerzo.

Elliot, en cambio, hasta hace unos años me confesó que solo se me había acercado a hablar para sacarme las tareas de matemáticas en secundaria, pero luego le caí bien. Tarado.

─¿Terminaron la tarea? Me dieron las tres de la madrugada acabándola ─mencionó Chris, torciendo su espalda para vernos.

─¿Había tarea? ─preguntó Elliot rápidamente, inclinándose sobre su asiento detrás de mí, con las cejas levantadas.

A eso me refería.

─El ensayo... ─mencionó Chris, pero Bower no pareció entender. —Genética molecular.

Elliot resopló y después posó su barbilla sobre mi hombro.

─Linda Cassie... ─comenzó con voz melosa.

─Al menos cámbiale las palabras ─mencioné, extendiéndole mi cuaderno para que copiara, él aceptó haciendo un mini festejo y rápidamente comenzó a escribir.

─Elliot, quedan dos minutos antes de que el timbre suene y la Señorita Bennett entre al salón ─puntualizó Chris.

¿Será este el fin del hombre araña? pregunté con dramatismo, y él frunció el ceño.

─En lugar de que me echen porras ─refunfuñó sin despegar la mirada de la hoja, con su mano moviéndose a una velocidad impresionante.

Chris rio y yo lo secundé.

─No le estás cambiando nada, ¿cierto?

─A ti ni te revisa los trabajos, Cassie, directamente te pone el diez, a uno que está medio bruto...

EL REINADO DE APPÓCALIVE ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora