x. ᴛʀᴇs ᴅᴀᴅᴏs ʏ ᴜɴ ʟᴀᴍᴇɴᴛᴏ

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Esa mañana amaneció nublado. Llegué más temprano de lo usual a Rottenhill prep, encontrándome con un Elliot paranoico porque había escuchado que la señora Hastings tenía planeado aplicar un examen sorpresa ese día, y no había estudiado nada durante las últimas semanas.

—Tranquilo, no creo que sea cierto —intentó tranquilizar Chris, logrando tan solo que el chico pateara el bote de basura con frustración, aunque sin demasiada fuerza para que no se cayera.

—¿Y si lo es? Reprobaré y no habrá forma de salvar la materia, no quiero recursarla en vacaciones —se quejó. Pausó un momento y después se giró hacia mí, —el señor Park te puso un examen de diagnóstico, ¿cierto? —asentí— préstamelo, por favor, necesito estudiar.

Me alcé de hombros y rebusqué en mi mochila las hojas del examen de química, aparté con cuidado una carpeta morada, estaba segura de que las había colocado ahí, pues era el folder asignado específicamente para esa materia.

Saqué el par de hojas dobladas y la extendí, llevándome una sorpresa.

No había nada.

Las hojas estaban totalmente en blanco.

Fruncí el ceño, mientras las dejaba de lado para sacar el libro de la materia y hojearlo, pero estaba muy segura de que los papeles blancos eran los mismos que Ethan me había entregado, repletos de preguntas, datos y hasta una listita. Tenían que ser esas. Si una cualidad y a la vez defecto tenía yo, era que solía ser obsesivamente organizada con mis cosas. Si algo estaba fuera de lugar, me entraba una crisis.

La mochila ya estaba casi vacía, pero no había ni rastro del examen.

—¿Lo perdiste? —preguntó Elliot, con un deje de preocupación.

—No. Es este —señalé los papeles vacíos en mi mano.

—Uhm... el profesor Park les entregó ¿hojas en blanco?

—No. Ethan me entregó hojas en blanco —respondí.

—No entiendo —replicó Chris.

Suspiré, colgando la maleta en mis hombros.

—Yo tampoco.

Salí en dirección hacia la cafetería, donde Blythe acostumbraba a pasar las horas libres, pero solo Sedrik y Lennox se encontraban ahí sentados.

—Caswell —saludó Sedrik, levantando la mirada de un libro viejo. Liam ni siquiera volteó a verme.

—¿Saben dónde está Ethan? —pregunté rápidamente. El de ojos azules vaciló un momento.

—Creo que en el salón de teatro.

No respondí. Me limité a dirigirme ahí con rapidez. No estaba pensando con claridad, o más bien, ni siquiera lo hacía. Me sentía frustrada, cansada, molesta y harta de todas las preguntas sin responder que permanecían en mi mente a cada instante, quitándome el sueño.

Cuando llegué, la iluminación era escasa. Noté la azulada cabellera de Chelsea, sentada sobre el banquito del piano charlando animadamente, mientras que Ethan se encontraba recargado sobre uno de los laterales del instrumento, soltando leves risitas. Al parecer bastaron unos cuantos ensayos para que se volvieran los mejores amigos del mundo, fantástico.

—Ethan —lo llamé, sonando quizá más brusca de lo que planeaba. Él alzó la barbilla y un brillo de satisfacción iluminó sus ojos, como si estuviera esperándome.

—CC, no te esperaba por aquí—respondió. Una sonrisa de burla se dibujó en su rostro.

—¡Cassie! —interrumpió Chelsea. —¿Viniste a terminar tu vestido? Lo vi y está quedando precioso, ¡seguro serás el hada otoñal más hermosa de la obra! —mencionó con simpatía, pero en ese preciso momento, su simple estado de ánimo me causaba náuseas. Me obligué a sonreír.

EL REINADO DE APPÓCALIVE ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora