xɪᴠ. ᴘᴇǫᴜᴇɴ̃ᴏ ᴘᴜᴇʙʟᴏ ᴄʀᴜᴇʟ

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—¿Armin? ¿Ya no soy "Minnie"? ¿Minnie Mouse? —bromeó, y su dulce risa me sacó de mi trance.

Minnie Mouse.

Aún lo recordaba. Solía llamarlo así porque «Minnie» (Armin-Min-Minnie) me recordaba a Minnie de Micky Mouse. Muy ingenioso, lo sé. Sonreí y algo se removió en mi interior.

—Creí que habías dejado Rottenhill hace un año —mencioné y él asintió.

—Así fue. Cuando a mi padre lo ascendieron de puesto en el trabajo, tuvimos que mudarnos —aclaró. —Es solo que mi abuela enfermó y vinimos a verla.

—Oh entiendo —asentí. —Vienen de visita.

Él agachó su rostro, comenzando a juguetear con la bolsa de comida en sus manos y soltó una sonrisa afligida.

—Lo que tiene es delicado. Necesita atención y cuidados todo el tiempo, y papá decidió que lo mejor era regresar a Rottenhill.

La respuesta me cayó como un balde de agua fría. No solo estaba viendo por primera vez a Armin en un año, sino que al parecer no sería este nuestro último encuentro.

—Entonces... —comencé, y él sonrió.

—Estoy de vuelta.

Sus palabras atravesaron mi pecho, causando toda clase de estragos a su paso.

Sentía que el tiempo me había ayudado a superar lo que había pasado entre nosotros desde hacía muchísimo, pero todo quedó en duda al tenerlo ahí, en frente.

Dejar de verlo no me ayudó a sanar, solo me hizo olvidar lo que aún dolía dentro del pecho. Fue como si esa fase de cicatrización se hubiera quedado en pausa en el momento exacto en que él dejó Rottenhill y perdimos toda comunicación, entonces, al regresar, el juego se reanudó para seguir avanzando, y las puntadas de la aguja cosiendo la cortada volvían a arder en un abrir y cerrar de ojos, pero esta vez, al triple de intensidad.

Los recuerdos, las heridas, regresaron a mí tan de golpe como granizo en tormenta, y yo no tenía ni siquiera una sombrilla para protegerme del daño.

—¿Regresarás a Rottenhill prep? —la voz de Chelsea me sacó de mis pensamientos. Olvidaba que eran compañeros en algunas asignaturas antes de que él se fuera. Se conocían.

Armin asintió.

—Claro, comenzaré mañana mismo, de no haber inconvenientes.

—Verás que no.

Suspiré, quedándome sin palabras. Los silencios incómodos se habían vuelto comunes entre nosotros luego de que ambos decidiéramos rendirnos, y dejar de lado lo que sentíamos.

—Ustedes aún estudian ahí, ¿cierto?

—Sí, de hecho, vinimos a trabajar en nuestro ensayo.

Armin sonrió, acomodando su gorrito rojo sobre el cabello. Dio una mirada cautelosa a las calles y el cielo y sus ojos resplandecieron.

—Con todo el ajetreo y ruido de la ciudad, por poco olvido lo tranquilo y hermoso que es Rottenhill, en especial durante el otoño. Supongo que es cierto lo que dicen por ahí, siempre es un placer volver a casa.

Supongo que Chelsea notó mi estado de ánimo, pues le respondió:

—Claro, pero anda, no se te vayan a remojar las hamburguesas.

—Oh, papá se enojaría. Estaba ansioso por comida del Lord Frankenstein —sacó su bicicleta azul del estacionamiento y no pude evitar notar que en la pequeña canastita llevaba amarrados dos listones naranjas fosforescentes.

EL REINADO DE APPÓCALIVE ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora