Cuando llegué al instituto esa mañana, Christopher ya esperaba sentado desde una butaca hasta el fondo, en el salón de literatura. Elliot, a un lado, jugueteaba distraído con su teléfono. Al notar mi presencia solo alzó la mirada, levantó su mano en señal de "rockstar" y volvió su vista a la pantalla.
—¿Está dormido? —susurré.
—O muerto —respondió Elliot. Rodé los ojos, sacudiendo ligeramente el hombro de Chris, cuya cabeza permanecía hundida entre sus brazos y la mesa. Respondió con un ligero gruñido.
—¿Chris? —seguí. —¿Sigues enfermo?
—Estoy bien —su voz sonaba como un ligero eco por su posición.
—Entonces déjame verte.
Suspiró. Pareció vacilar un momento y finalmente levantó la cabeza.
Estaba pálido, pero no como de costumbre, no como su tono natural de piel (que ya de por sí lo era y demasiado), era una palidez enferma y preocupante. Sus ojeras se encontraban marcadas cruelmente bajo sus ojos, hundidos y cansados. Sus labios agrietados y blanquecinos.
—Dios mío, ¡Chris! —exclamé preocupada, intentando tocar su frente para comprobar su temperatura, pero me apartó.
—No es para tanto.
Con un inusual y leve fastidio, volvió a su antigua posición. Solté aire.
Se veía realmente mal.
La señorita Fitz no tardó en llegar. Parecía de mejor humor, comparado con la última vez. Pasó lista y comenzó a explicar la clase con normalidad hasta darse cuenta de la posición de Chris, que a simple vista parecía dormido.
—¿Señor Blanchard? —preguntó al inicio, sin recibir respuesta. —¡Señor Blanchard! —el rubio se reincorporó inmediatamente sobre el asiento y la maestra cerró la boca, y agrandó los ojos. Supongo que no le gustó lo que vio, para nada. —Está enfermo, ¿cierto?, ¿necesita ir a la enfermería?
Alargué mi mano hacia él para quitar de su rostro un post-it verde que se había adherido traviesamente a su mejilla.
Christopher negó, pero yo lo tomé del brazo antes de que pudiera decir otra cosa.
—Sí, sí lo necesita. ¿Puedo acompañarlo, señorita Fitz? — ella asintió y yo me levanté, obligando al chico a seguirme el paso. Tomé su mochila y él intentó detenerme, pero le dirigí una mirada dura, solo lo suficiente para dejar en claro que no iba a convencerme de entregársela.
—No era necesario —murmuró, al salir por los pasillos.
—Lo dices porque seguramente no te has visto en un espejo.
—Ya te dije que estoy bien —alargó.
Spoiler alert: no estaba para nada bien.
En cuanto la enfermera comenzó a revisarlo lo mandó de inmediato a casa. Solo esperaba que lo que fuera que tuviera desapareciera pronto.
Las clases transcurrieron con normalidad excepto por un pequeño detalle: Chelsea, hasta ahora, no se había presentado a ninguna de las horas. Tuve una hora libre debido a que uno de los profesores se tuvo que ausentar, y al parecer, mi salón no fue el único. Los pasillos no estaban completamente solitarios. Abrí mi casillero para cambiar algunos libros y al cerrarlo una voz me hizo salir de mis pensamientos.
—¿De casualidad estás evitándome?
Me sobresalté ligeramente. Ethan, recargado desde el casillero me observaba con intriga, y los brazos cruzados.
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EL REINADO DE APPÓCALIVE ¹
FantasyUna tormenta trajo consigo a tres chicos nuevos, tan atractivos como espeluznantes, al insípido y monótono pueblo de Rottenhill, Pensilvania. A Cassie Caswell siempre le ha gustado resolver misterios, y el acertijo que envuelve a aquellos tres seres...