Pʀᴏ́ʟᴏɢᴏ.

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- ¡Están ahí! -

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- ¡Están ahí! -

- ¡Atrapenlos! -

- ¡No pueden escaparse! -

No, no, no, no más.

Sus pies dolían, sus brazos dolían, su pecho dolía, el viento helado se colaba hasta sus pulmones, olía a lluvia y a cenizas.

Escucha su corazón en sus oídos, siente las piedras clavarse en las plantas de sus pies, volteo hacia atrás habían sombras y lámparas por todos lados, se escuchan los aullidos de perros, además de que había una gran nube gris decorando el cielo, aún se podían ver las grandes flamas, a pesar de que llovía.

Cuando volteo vio la colina que iba hacia abajo, no paro de correr, sus pies dolían y lo único que podía hacer era sentir la sangre salir de todas las heridas que tenía en todo su cuerpo, en sus brazos, pies, cabeza.

Ardían.

- ¡Gon! -un grito sonó a su izquierda, no podía ver nada por la lluvia, tenía que estar pasándose los brazos por los ojos, cuando por fin pudo ver vio la cabellera rubia asomarse de una gran piedra.

- Kurapika -volteo a ver a la colina, no escuchaba nada, los aullidos se escuchaban lejos y no estaban las luces de las lámparas, camino hacia el rubio haciendo muecas de dolor al pisar.

- Oh, estás bien, yo creí... -el rubio lo abrazo con fuerza al tenerlo enfrente de él, sabía que estaba llorando, su voz estaba rota -. Debemos correr, pronto bajarán la colina.

Ambos chicos comenzaron a caminar con lentitud, a Gon le dolían los pies, y el rubio cojeaba un poco. No pasaron ni 15 minutos, cuando las luces de las lámparas volvieron a verse y las voces de esos hombres se volvieron a escuchar.

Los dos chicos miraron a los lados, estaban por todos lados. Los nervios empezaron a envadirlos, hasta que una de esas luces los iluminó a ambos.

- ¡Ahí están!, ¡encontramos a dos! -

- Mierda, Gon, ¡corre! -el rubio gritó, haciendo que Gon comenzara a correr, el mayor corrió como pudo, tratando de seguir el ritmo del moreno, escuchaban los perros de nuevo, escuchaban las voces.

No querían, no querían volver.

Corrían lo que podían hasta que Gon no pudo más.

Sus pies fallaron, y termino cayendo en la tierra, las piedras rasgaron sus palmas, sus rodillas comenzaron a sangrar de nuevo, las lágrimas salieron de sus ojos. Le dolía, le dolía mucho.

Su pecho ardía, sentía que no podía respirar. Era como si le quemarán por dentro, ¿esto era todo?

¿Hasta aquí llegaría?

- Vamos, vamos Gon -la suave voz del rubio se escuchó en sus oídos.

- N-no, no puedo moverme -dijo con hilo de voz - ¡Vete tú, huye!

Si Kurapika se iba él estaría bien con eso, por lo menos haría que se fuera.

- ¿Eres idiota? -la voz de su amigo se escuchaba angustiada -. Hicimos una promesa, ¿¡lo recuerdas!?, no te dejare, no a ti.

Vieron que las luces se acercaban aún más, los aullidos estaban más cerca, las sombras se podían ver con nitidez y la lluvia no paraba.

Vieron a los lados, estaban cerca de un pequeño barranco que...

Santa mierda, ambos se miraron asustados.

Era la única forma.

Cómo pudo, Gon se levantó y miro a la orilla, no estaba tan alto, pero... El río se movía con fuerza.

Con mucha fuerza.

Kurapika tomo su mano, ambos entrelazaron sus dedos.

- ¿Es la única forma? -preguntó el moreno.

- Es la única forma -respondio el rubio.

Voltearon a la derecha, estaban más cerca. Retrocedieron un poco y con las manos aún agarradas corrieron hacia enfrente, brincando cuando se encontraron en la orilla.

El grito de ambos chicos sonó, y sus perseguidores supieron que no podían atraparlos, a menos que la lluvia parará, rezando porque el río no se los llevará tan lejos y... que los encontrarán vivos.

Lo primero que sintió Gon al caer fue ardor y frío, se cuerpo se sumergió junto al de su amigo para después flotar y salir, sin embargo la corriente hacía que volviera a sumergirse, trataba de sacar su cabeza para respirar.

Miro a los lados Kurapika estaba más adelante, en su misma situación.

Preferiría morir aquí, a morir en ese lugar, a revivir todo lo que ahí le hicieron.

El agua estaba helada, y seguramente le daría una enfermedad por ello o por haber tragado tanta agua. La corriente los llevo, no supo en que momento Kurapika había tomado una especie de tabla de madera, sabía que por los alrededores habían pequeñas cabañas, tal vez era de alguien que vivía ahí, ambos chicos abrazaron la tabla, sintiendo que la corriente los llevaba a su libertad o a su muerte.

No supieron en que momento, llegaron a dónde la corriente se intensificaba, las montañas se veían lejanas, y lo único que podían ver eran piedras. Piedras enormes.

- ¡Gon! ¡sujetate fuerte! -escucho el grito del rubio.

Lo único que sintió después fue dolor.

Lo único que vio después fue oscuridad.

Empezamos nueva aventura

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Empezamos nueva aventura.

Estoy emocionada AAAAAAAH ❤️

Ahora sí, mi típica pregunta.

¿Les gustó?

Espero que si, mañana nos leemos o tal vez al rato no lo sé ❤️.

Bye bye ❤️.

𝟶𝟸𝟹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora