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Gon escuchaba de nuevo aquella canción que le había gustado, mientras esperaba a que el albino volviera

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Gon escuchaba de nuevo aquella canción que le había gustado, mientras esperaba a que el albino volviera.

— Bien Gon, vas a comer despacio, sé que tienes hambre pero si comes de forma apresurada te dolerá el estómago después, ¿entendido? —el albino traía una bandeja con comida, su boca se hizo agua moría de hambre, esperaba que Kurapika ya estuviera despierto también.

Con aquel pensamiento comenzó a comer despacio como el albino le había dicho.

Aún así, el sabor de la comida invadiendo su boca era simplemente deliciosa, estaba hambriento. Se sentía bien que una persona buena los hubiera encontrado, Killua estaba sentado frente a él en una silla de madera, Gon se limpio la boca con una servilleta que estaba en la bandeja.

— ¿D-dónde está Kurapika? —preguntó el chico, no le gustaba tartamudear pero ahora mismo su boca no conectaba las palabras correctamente.

— ¿Kurapika? —preguntó el albino desconcertado.

— E-el chico rubio, él estaba conmigo, debió estar ahí conmigo —el chico decía las palabras de forma atropellada.

Killua hizo un gesto de tristeza, él fue al lugar para ver si había algo más, pero no había nada. ¿Cómo le decía eso a un chico que a penas despertaba?

— Gon, no había nada ahí —el chico trato de hablar de forma suave, sin embargo el moreno comenzó a negar con la cabeza repetidamente, las lágrimas salían de sus ojos y dejo la comida intacta. Killua no sabía que hacer, parecía que el chico estaba entrando en una crisis de pánico, con nervios colocó una mano en su espalda comenzando a moverla de abajo a arriba.

Gon sollozaba apretando las sábanas, ¿Kurapika estaba muerto?, no, no, no quería. La poca felicidad que había obtenido se fue, haciendo que en su corazón solo haya tristeza. No tenía tantas fuerzas por lo que al poco tiempo y al haber parado de llorar sus ojos se cerraron.

Killua lo miro con lastima, no sabía quién era, ni porque tenía tantas marcas en su cuerpo, mucho menos sabía que significaba ese número detrás de su cuello, en la nuca.

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No sabía que significaba, tampoco sabía porque parecía que estaba huyendo, todas esas marcas, esas raspaduras eran de una persona que huía en medio del bosque. Y sinceramente no podía dejar de pensar en ello.

Tapo al chico y salió de la habitación, su celular sonó y con pereza contesto la llamada.

— ¿Despertó? —la voz de su amiga fue lo que escucho.

— Hace unos pocos minutos, pero, parece ser que no estaba solo, había alguien más con él —la voz del albino sonaba cansada.

— ¿Si estaban huyendo? —preguntó la rubia.

— Tal parece —hablo el albino tomando una taza con café.

— ¿Qué harás? —

— Por ahora tenerlo aquí, saber, ¿por qué huía?, ¿de quién?, hay algo que no me cuadra —el chico dió un sorbo a su taza.

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