15.

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—¿Lista? —Luwit estaba preparándose a mi lado.

—Sí, sólo dame la señal —avisé antes de irme por los pasillos.

La semana recién empezaba, y tanto Luwit como yo deseábamos ver la cara de Sanders cuando expusiéramos las pruebas del enfermo que realmente es.

Salí de los pasillos del baño dirigiéndome hasta mi casillero, el fin del día había llegado y las ansias florecían como mariposas en mi estómago. De nuevo sentí ese subidón de adrenalina cuando sabes que estás metiéndote en problemas, pero esa simple sensación de querer percibir esa gran euforia era mucho más grande que mi razonamiento.

Y además, gente como él no merece que otros tengan piedad o razonamiento a la hora de actuar, él no lo tuvo cuando puso sus manos sobre esas chicas.

Somos así como un tipo de justicieros anónimos, que además de querer desquitarse con la basura que nos topamos, también sacamos algo de valor material como recompensa.

Una vez ordené mi mochila salí del instituto dirigiéndome a la parada simulando que ya había abandonado el lugar.

Recibí una llamada de Luwit.

—¿Sí? —contesté al segundo pitido.

— Vamos a tener que posponer nuestra cita —dijo, escuché otras voces de fondo—. Alguien saboteó las cámaras y debo ir a revisar antes de irme.

Claramente ese alguien había sido él mismo, nada más estábamos haciendo todo esto para tener testigos de que Luwit estuvo en todo momento visible ante los maestros, así que lo desligarán inmediatamente como posible sospechoso de haber entrado a la sala de seguridad.

—No te preocupes, te veré en la noche —cortamos la llamada y me devolví hacia la preparatoria.

Cambié de sudadera y dejé mi mochila escondida detrás de unos arbustos sacando nada más lo necesario. Decoré mis dedos con los anillos que me entregó Jota la noche de la pequeña reunión en el instituto y los cubrí con los mismos guantes.

Llegué a la entrada trasera que estaba desbloqueada, ya no había ningún estudiante rondando, eso me dio vía libre para colarme sin ser advertida.

La sudadera me la había prestado Luwit. Se notaba que era vieja, ya que los bordes estaban un tanto desgastados al igual que el color. Al ser tan holgada me daba una contextura un poco más gruesa, en caso de que alguien me viera, probablemente pensarían que sólo fue un chico con pintas rebeldes.

Mi teléfono vibró.

Uno.

De nuevo.

Dos.

Y otra vez.

Tres.

Era la señal de que ya estaban los pasillos despejados y que Luwit se estaba encargando de evacuar a cualquier maestro como posible testigo.

Emprendí mi camino rápidamente hacia el estacionamiento pasando fuera de la sala de fotocopias, visualicé la espalda de Sanders terminando de escanear unos documentos.

Corrí al desolado parking y miré de reojo a la cámara que apuntaba a la calle, la luz roja que indicaba que estaba encendida, no estaba.

Me encaminé al único auto estacionado con la mirada gacha y manos en los bolsillos, y una vez delante de él comencé con el trabajo sucio.

Saqué debajo de la sudadera una pequeña carpeta que contenía las fotos que tomé ese día junto con las pruebas adjuntas por Ramírez, todas las fotos con la cara de las víctimas censuradas. Las pegué por todo el coche: ventanas, ruedas, puertas hasta dejarlo totalmente empapelado en su propia basura.

The South Bronx © [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora