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No pensé que me encontraría delante de un ataúd y con miles de personas alrededor vistiendo de luto, incluyéndome.

Claramente no podía ser un funeral común y corriente como lo suelen hacer dentro de las pandillas —algo que agradecí, ya que estar en medio de una balacera como despedida no era mi fuerte— porque llamaríamos la atención de los Mercy Blood y no tardarían en aprovechar la debilidad del momento para acabar con todos. Así que el punto de encuentro sería la casa de Ramírez, la cual ya está desmantelada y con sus cosas empaquetadas. Nikolai se contactó con el mismo cura e hicieron una pequeña ceremonia respetando las creencias religiosas de Jota. Nadie se quejó, por supuesto.

También nombraron a Riley, haciéndole un pequeño tributo y dedicándole el debido respeto con un minuto de silencio. Fue lo más eterno de la vida.

Luego de salir de ahí, Bradley le pagó al dueño del cementerio para que el lugar quedase cerrado y sólo con nosotros dentro para poder estar presentes cuando el cuerpo de Joel fuese cremado.

Joel. Suena tan raro cuando lo digo.

—Debemos empezar —indicó el encargado del crematorio.

Todos asintieron. Escuché a un par sorbiéndose los mocos, pero el silencio seguía siendo el mismo, cargando en todo momento con la desdicha de la situación. Luwit estaba a mi lado con unos pantalones negros y una camisa del mismo color que le quedaba de maravilla, en ningún momento se apartó de mí. Le sonreí apenas cuando me atrajo contra su pecho mientras veíamos cómo dos hombres se acercaban hasta el féretro.

Los dos encargados tomaron el ataúd y lo trasladaron a una pequeña cápsula donde fue depositado. Bradley se mantenía con la vista al frente y brazos atrás, sin demostrar alguna emoción por la fuerte imagen. Unos le dieron unas palmadas a la madera antes de que desapareciera dentro de la cámara y los sujetos anteriores fueron detrás de una pequeña sala de control donde activaron todo el calor que se concentraría hasta acabar con la solidez del cuerpo de Ramírez.

—Ramírez seguro querría que estuviéramos bebiéndonos unas cervezas con música mexicana en vez de estar llorándole —rompió el silencio uno de los tantos que trabajaba para Bradley, cuyo nombre ni sé ni me interesa.

—Es cierto —coincidió una chica—. Deberíamos poner de esas canciones de mierda que siempre ponía a todo volumen cuando nos reuníamos a trabajar.

—Creo tener en el historial algunas que buscó cuando se quedaba sin batería —agregó alguien más.

De un momento a otro, todos comenzaron a cambiar las expresiones tristes por sonrisas un poco más animadas, claro que aun se palpaba esa sensación agridulce. Luwit y yo compartimos una mirada confusa con una pequeña sonrisita y nos unimos al resto que empezaba a formar una especie de círculo alrededor de la cámara del crematorio.

Bradley se quedó en su sitio, sin reprocharnos nada.

Lo siguiente que oímos fue una pegajosa canción que empezaba con una suave intro de guitarra y seguidamente combinaba con la melodía del bajo junto a la batería. Una muy reconocida y típica de Jota. Sonreí por el recuerdo.

—Conozca esa —indica Luwit, sonriente—. Tu alma mía y Adelita, no sé si una canción medio punk sea lo más sensato para este momento. Jota siempre la cantaba, tenía una obsesión extraña con ella.

—¿Eso es punk? —enarqué una ceja—. Y sí, abusaba de esa canción todo el maldito tiempo, pero antes de que llegara a los gritos le pedía que le bajara al volumen.

—Entonces si no recuerdas el estribillo, ahora es cuando comprobarás de qué hablo.

Evidentemente, cuando se escuchó lo que sería el coro un montón de sonidos distorsionados de la guitarra con palabras rápidas que no logré entender capté a qué se refería Luwit con que era una canción punk.

The South Bronx © [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora