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Estaba mirando fijamente el techo de mi cuarto, la nieve caía afuera de una forma tan atractiva y seductora que si no fuera por lo que me confesó Bradley en su casa, ahora no estaría con la mirada perdida en la madera podrida de mi cuarto, sino en los pequeños copos de nieve que se acribillaban en el borde de mi ventana.

Conté las líneas de pintura. Diez. Y nuevamente conté en reversa.

Volví a repetir el mismo patrón hasta aburrirme y voltear boca abajo. Era imposible conciliar el sueño cuando tienes tu mente atiborrada de pensamientos, de problemas que sólo conllevan a un estrés corporal y emocional, ni hablar de los quehaceres de la escuela, los exámenes finales que estoy a nada de rendir para ver si tengo futuro en alguna universidad.

Golpeé la almohada reiteradas veces buscando que esté cómoda, pero no lo logré. Debe ser mi cabeza que apenas soporta todas esas ideas rondando por mi mente.

¿De verdad son primos? Lo dudo, no se parecen en nada, sólo debió decir eso para joderme la noche.

Luwit me lo hubiera contado, ¿verdad? No veo por qué no querría decirme un detalle tan importante como ese.

Empecé a unir las piezas. Si es que es real lo que dijo Brad, entonces eso explica por qué Luwit el primer día que llegó se vio con Snuff. También explica el hecho de que no le muestra miedo, sólo respeto a la hora de trabajar. Todo va cobrando sentido recordando las veces en que se trataron con tanta confianza que hasta se me hizo extraño para el poco tiempo que Luwit llevaba viviendo por aquí.

Con esos mismos pensamientos madrugué a la mañana siguiente. Tocaban clases normales, aún estaba en duda sobre el puesto de Sanders en el instituto, aunque luego de todo lo expuesto, dudo que mantenga su trabajo. Lo último que se supo fue que lo sacaron en una patrulla del establecimiento luego de todo el altercado.

Mordí mi tostada con fuerzas que las migas cayeron por mi cabello suelto sobre mis hombros. Dándome golpes sobre el pelo para sacar el resto de pan, sentí los pasos de Maeve desde el pasillo que me pusieron alerta.

—Buenos días. —Contestó sin más.

—Buen día. —Respondí con desinterés—. ¿Irás a trabajar?

—Debo hacerlo —dejó un tazón en la mesa—, sino, ¿cómo haremos para pagar las facturas que se han ido acumulando?

Lo tomaré como una indirecta directa. No me arrepiento de lo que le dije anoche en medio de la discusión, pero eso no significa que esté contenta con toda la tensión que se está formando entre nosotras y una barrera invisible en la que nos estamos separando sin notarlo.

—¿El doctor no dijo nada sobre tomarte un descanso? —pregunté.

No podía saber que estuve registrando sus cosas para llegar a la receta médica, la cual, además, apuntaba a que tenía una enfermedad.

—No, dijo que no era nada grave.

—¿Te recetó algo para reducir los moretones?

—No.

—¿Y cuál fue el diagnóstico?

—¡No lo sé, Kryn! —exclama con enojo—. ¡No quise pedirle ninguna maldita receta porque no tenemos el dinero suficiente para ello!

Bajé la mirada un segundo y luego deslicé el pequeño monto de dinero que me facilitó Bradley anoche. Maeve se queda observándolo fijamente, calla unos segundos y después dice:

—Volviste con ese chico.

—Es la paga de mi empleo. —Mentí.

—¿Y en tu empleo te pagan diariamente de la nada? —enarca sus cejas—. Porque a veces llegabas con dinero a diario, luego era cada una semana, después no había nada, ¿crees que no me di cuenta? En un empleo estable te pagan cada cierto tiempo, no cuando se les canta la gana.

The South Bronx © [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora