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Todo este tiempo lo sabían, y ninguno fue capaz de decírmelo.

Aún recuerdo la discusión que tuve con Luwit apenas nos dejaron ir. En todo el camino a casa estuvimos gritándonos.

Según él era para mantenerme segura, ya que si todo este tiempo pensaba que el señor T era Taylor, entonces no intervendría directamente entre el extraño lazo que mantenía con Arziki.

En pocas palabras sabía perfectamente que no me acercaría a Terrance —alías el señor T— porque soy una cobarde, y que tampoco tendría las agallas —o dignidad— suficientes para rebajarme a tal nivel armándole una escena de celos por ver a Luwit cerca de ella.

—Fue todo un plan, ¿comprendes? —había dicho, sin despegar la vista de la carretera—. Siempre supimos que había algo raro en ella, por eso simulé toda esa rara relación.

—¡Pudiste decirme! —había dicho entre gritos—. ¡Una vez casi me lleva a quién sabe dónde! ¿¡Recuerdas cuando me ofreció darme un aventón!? ¿¡Eh!?

—¡Y por eso mismo es que Bradley salió a buscarte! —debatió—. ¡Entre él y Jota armaron la coartada de que tuvo una recaída como excusa para irnos pronto de ahí!

Luwit reiteró diversas ocasiones en ese lapso el peligro que corría al estar cerca de ella. Se lamentaba, eso era cierto, lo notaba en su semblante afligido cada vez que le recordaba las veces que ella se acercó a mí, y yo, como ciega que soy, siempre atenta a la faceta inocente que mostraba.

Han pasado varios meses después de eso, meses donde toda la pandilla trabaja para otra. Ahora, los Mercy son nuestros jefes por decirlo de una forma que suene bonito, y según tengo entendido, repetirán el mismo conflicto con otras pandillas hasta ellos reinar como líderes dentro del mundo ilegal.

Por otro lado, mi relación con Maeve ha ido en decadencia. Cada vez son menos las palabras que me dirige al salir de casa, lo que en parte me beneficia, así me ahorro las explicaciones y mentiras siempre que salgo a encontrarme con los demás.

Bradley me ha tenido bajo su radar. No me expone junto a los más débiles, según fueron sus propias palabras. Apenas me permite ayudarle a Luwit con el comercio dentro de la escuela, el cual, por cierto, hemos tenido vía libre luego de ese encuentro con Terrance. No se ha vuelto a presentar en Lion Hill, al menos no para dar clases, sólo para ayudar a alumnos con sus fichas de becas.

Ahora me pregunto si realmente ayuda con las becas o es una corazonada para que nadie sospeche que en realidad es un bandido oculto bajo una corbata.

Apenas me lo he topado en los pasillos, y siempre me regala una sonrisa demasiado sádica para mi gusto, una muy cómplice.

—Deja de pensar en él —oigo a Luwit a mi lado—. No asistió hoy, así que no debes preocuparte. Además, mientras esté contigo, ese imbécil no te pondrá ni un dedo encima.

—Puedo defenderme sola —canturreé desde mi asiento.

Puedo, la cosa es encontrar fuerzas necesarias para derribar el cuerpo de Terrance, y con suerte, tambalear a sus gorilas que siempre lo acompañan a todo sitio.

Luwit agarra una papita de mi comida. Es la hora del almuerzo, y lo que menos sentía ahora era apetito. Estamos en el estacionamiento, dentro de su coche para mayor privacidad.

—Entonces defiéndeme, soy un princeso en apuros.

Lo veo reír de reojo, su pecho vibra un poco. Aquella risa varonil y un tanto ronca llega a mis oídos como un calmante. Y sé que sueno como la absurda cliché romántica, pero en parte es cierto; Luwit ha sido mi cable a tierra en estos meses tan tensos.

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⏰ Última actualización: Jul 23, 2022 ⏰

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The South Bronx © [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora