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—... Ya pueden retirarse. No olviden que la próxima semana tenemos un ensayo sobre todo lo que hemos visto hasta ahora —anunció la profesora de ciencias, finalizando la clase.

Más y más deberes amontonándose, a este paso voy a estallar de estrés con tanta aglomeración de proyectos. La pila de estudiantes abandonó el salón quedando un par de cabezas perezosas arreglando sus pertenencias, la maestra, y por último yo.

—Kryn, ¿me regalas un minuto? —La señorita Raven era una mujer robusta y de tez morena, me agradaba, así que traté de no mostrar cara larga en cuanto se concentró en mi presencia.

No dudé en acercarme con mis libros en mano. Seguro me veía fatal, ya que su disimulado repaso visual a mi débil existencia daba mucho de qué hablar.

Me sentí un tanto expuesta ante ese gesto. Nunca he sido vanidosa con mi aspecto, pero últimamente he dejado de lado el cepillo de cabello y la ropa planchada o decentemente presentable.

Acomodé mi coleta desordenada y los mechones largos bajando por los costados de mi rostro antes de plantarme a un lado de su escritorio.

—Quería informarte sobre tu desempeño académico estas últimas semanas —el tono serio de su voz no daba esperanzas—. Sé que los últimos meses son difíciles en el último año de preparatoria, pero debes saber organizar tus tiempos y actividades, la universidad requiere de disciplina y saber manejar tus horarios.

—¿Puede ir al punto? —intenté sonar amable, pero sus cejas arqueándose con severidad me indicaron no lo logré.

—Tu aplicación a los trabajos asignados no ha sido la mejor —procede a entregarme una carpeta con mi expediente académico—. Tienes llamados de atención en casi todas las clases por estar dormida o distraída.

—¿Esto no debería informármelo la directora? —pregunté, agarrando el papel y mirándolo por encima.

—Sí —suspira cansada, de mi actitud, supongo—, pero me ofrecí personalmente a conversar contigo. Conozco tu potencial y sé que puedes sacarle máximo provecho. ¿Hay algo que quieras contar? Puedo buscarte un especialista que te ayude a acomodar tus quehaceres escolares e instruirte a un buen manejo para la universidad, incluyendo ayuda con el papeleo de becas y postulación.

—Maestra —suspiré—, aún ni sé si iré a la universidad. 

—No es sólo eso, querida —sonríe con ojos empáticos—. No veo que estés bien, Kryn.

—Estoy completamente bien —mentí—. Sólo que, como dice, no he podido organizar mis tiempos.

—¿Segura?

Observó fijamente mis ojos por un largo minuto esperando respuesta.

¿Estaba bien? Definitivamente no.

¿Le iba a contar? Rotundamente no.

No tengo por qué ser el centro de atención porque les causa lástima mi vago rendimiento.

Claro, contémosle a todo el mundo que ahora te dedicas a vender droga frente a la narices de los maestros junto al conserje, quién, irónicamente, se encarga de velar por la seguridad de la comunidad y el entorno institucional.

Una sombra llamó mi atención. Giré mi cuello en dirección a la puerta. Yacía un chico apoyado en el umbral de brazos cruzados, con una sudadera y capucha que cubría un poco sus ojos.

Lo reconozco, es un cliente frecuente.

Siempre solía comprar después de clases, era un chico bastante serio y aislado de todos, con suerte compartía palabras conmigo cuando indicaba qué clase de sustancia quería y cuánta cantidad.

The South Bronx © [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora