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Tres días fue suficiente para que Luwit tomara cierta distancia entre nosotros, apenas nos dirigíamos la palabra, y yo seguía sin saber específicamente por qué. Desde lo ocurrido la noche del tiroteo que ha estado actuando así, recuerdo cuando me fue a buscar a la casa de Nikolai casi a las dos de la madrugada y apenas me dio información sobre lo ocurrido.

No pasé por alto la sangre seca en sus nudillos y borde de su camiseta, pero no recibí respuesta alguna tras insistir en saber lo que había pasado. Bradley por su parte ni había hecho acto de presencia.

Pero es obvio que ha tenido enfrentamientos cuerpo a cuerpo con gente de los Mercy, hasta un niño lo asimilaría.

Alisté mi bolso metiendo dentro los trabajos que terminé a altas horas de la noche y salí pitando de mi casa cuando recibí el llamado de Luwit esperándome afuera. Maeve se me cruzó en el camino, se veía un poco pálida, últimamente ha tenido un par de recaídas, pero por suerte el efecto de los medicamentos amortiguaba cualquier tipo de malestar que pudiese presentar.

—¿Te preparo el desayuno?

—No te preocupes —sonreí frente al espejo de la salita atando mi típica coleta dejando mis mechones más largos caer a mis costados, mi melena había empezado a crecer, lo que me llevó a cuestionarme un corte de pelo—. Voy tarde.

—De acuerdo —ajustó su bata y me miró—. Kryn, ¿sigues viéndote con ese muchacho?

Su pregunta me descolocó unos segundos. Desde que supo que mantenía el contacto con Bradley que ha estado acechándome y encargándose de que no esté metiéndome en malos pasos.

Lamentablemente ya estaba dentro de un pozo.

—Podemos hablarlo cuando vuelva... —Intenté decir, pero ella sólo negó con una dulce sonrisa.

—Está bien —le restó importancia forzosamente—. Pronto podremos conversar de ello, que tengas un buen día hoy.

Abrí la puerta y no evité sentir un temblor en mis rodillas cuando temí poner un pie afuera. Desde esa vez en el estacionamiento, no hay noche que no recuerde los gritos desesperados de todos y el jaleo que se había armado, la imagen de Jota tirado en el piso y palideciendo en mis piernas era una imagen que seguía fresca como pintura.

Suspiré y me armé de valor para salir. Nunca antes, hasta ahora, había visto con tanto temor el Bronx. ¿Será que de esta forma es como los turistas ven el barrio? ¿Con ojos temerosos y desconfianza? Muchos lo juzgan por su fachada, otra gran parte por la gente que vive acá, que no es secreto que muchos se dedican a delinquir, pero también está ese porcentaje que no tuvo más remedio que optar por zonas como estas para desarrollar su vida.

—Hola —contesté apenas subí al auto.

Por los parlantes sonaba «The Passenger» de Iggy Pop.

Luwit sonreía al teléfono tecleando sin parar, asintiendo en mi dirección cuando abroché mi cinturón. ¿Con quién hablaba tanto? ¿Y por qué sonreía de esa forma?

No dije nada al respecto ya que no me incumbe, así que aguardé en un incómodo silencio a que pusiera en marcha el auto dejando su teléfono en el salpicadero. El pequeño muñeco colgante de Elvis comenzó a moverse anunciando la marcha del motor.

—¿Dormiste bien? —preguntó tras un rato.

Iba a responder cuando tres pitidos en su teléfono llamaron su atención, ambos desviamos la mirada a la pantalla que se iluminaba con el nombre de Arziki en ella.

Enarqué una ceja en su dirección, simulando diversión ya que no quería sacar a relucir mis injustificados celos, así que le sonreí con picardía repitiendo el mensaje que se leía.

The South Bronx © [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora